«Juntos ganaremos», afirman Medvédev y Putin desde una valla electoral en la ciudad de Smolensk. Foto: AP Rusia elige presidente este domingo, y para muchos observadores, el resultado está cantado: Dmitri Medvédev, de 43 años, ex directivo del poderoso consorcio energético estatal Gazprom, se llevará el gato al agua.
¿Por qué tan seguros? Porque Medvédev es el candidato propuesto por Rusia Unida, el partido del saliente mandatario Vladimir Putin. Y porque fue bajo los dos gobiernos de este —de 2000 a 2004, y desde ese año hasta el presente— que Rusia inició su recuperación en la economía, los servicios sociales y la esfera militar, al dejar atrás la época en que Boris Yeltsin se preocupaba más por decorar su oficina a semejanza del Despacho Oval de la Casa Blanca, mientras los oligarcas se repartían el país. Afuera, en las calles, la gente no tenía ni para pagar la calefacción, e incluso los veteranos de la Gran Guerra Patria vendían sus condecoraciones para poder comer.
En la Rusia de los tiempos de Putin son menos comunes tales escenas. El país ha disfrutado de una gestión económica más sólida, enfilada a restaurar en cierta medida beneficios sociales que se habían ido al abismo, y respaldada por la bonanza de unos precios altos para el petróleo y el gas, de los que Moscú es vital exportador hacia la Unión Europea.
Al resumir su desempeño al frente del Kremlin durante estos ocho años, el presidente se apuntó el crecimiento económico del ocho por ciento en 2007 y el cese de la evasión de capitales. Anteriormente, en 2006, ya Rusia había liquidado la deuda multimillonaria acumulada con el Club de París desde la época soviética, lo que la dejaba en mejores condiciones para fijarse metas.
Enterado de que las arcas están llenas (las reservas se ubican en los 140 000 millones de dólares), a buena parte del electorado que votó en las legislativas de diciembre le pareció asunto de «coser y cantar» el programa de Rusia Unida, que ha prometido revitalizar aun más los sectores de salud, educación, vivienda y agricultura, así como aumentar salarios y pensiones.
Como resultado, el partido se alzó con 315 escaños en la Duma (Cámara Baja del Parlamento), muy lejos de su principal adversario político, el Partido Comunista de la Federación Rusa (con 57). El líder y candidato presidencial de este último, Guennadi Ziugánov, también presenta ahora un programa de incremento de jubilaciones, viviendas asequibles e incentivos a la natalidad (el país más extenso del mundo está habitado por solo 143 millones de personas), pero los sondeos lo ubican en el 15 por ciento de las preferencias, cinco puntos por encima del excéntrico Vladimir Zhirinovski, del Partido Liberal Demócrata, aunque a años luz del 70 por ciento de Medvédev.
Volviendo a la formación de Putin, esta enfatiza además en el impulso a la capacidad defensiva, frente a una carrera armamentista que EE.UU.
—con su proyecto de escudo antimisiles en Polonia y la República Checa, y sus megainversiones en tecnología militar— le está imponiendo. Moscú retomó en 2007 los patrullajes aéreos estratégicos, y se retiró del Tratado de Fuerzas Convencionales en Europa, en respuesta al cada vez más estrecho cerco de bases militares de la OTAN, en tanto planea fabricar más submarinos y buques, y prueba nuevos misiles.
Otro asunto está escrito con letras rojas: habrá que aguzar el ojo sobre lo que Putin ha reconocido como el mayor flagelo: la corrupción. «Hay que ir a todos lados con sobornos: a los bomberos, los servicios sanitarios, los ginecólogos. ¡Es un horror!», ha admitido. ¿Cuánto más disgustados estarán los ciudadanos que la sufren?
Es este el país que recibiría Medvédev, un abogado de la antigua Leningrado (hoy San Petersburgo), la misma ciudad de Putin, quien lo ha colocado en puestos clave durante los últimos años, entre ellos el de viceprimer ministro a cargo de los programas sociales, en noviembre de 2005.
Hasta ahora, nada hace prever que el joven candidato, de resultar electo, se aparte mucho de la sustancia y la forma en que su mentor ha dirigido el país. De hecho, el todavía presidente se ha declarado dispuesto a ejercer el cargo de primer ministro en el gobierno de Medvédev, ¡y este ya se lo ha ofrecido!
Ello refuerza la idea de la continuidad, y alimenta en la prensa occidental —que nunca ha querido bien a Rusia— la tesis de que Putin desea estar muy cerca del sillón presidencial para recobrarlo en las elecciones de 2012, pues la ley solo permite dos mandatos consecutivos, y él ya los agotó. Mientras tanto, movería los hilos, algo que ha negado tajantemente: «Nuestra relación será muy armoniosa. Nunca voy a sustituir al jefe de Estado. Me parece perjudicial y contraproducente».
En fin, cuando acabe el conteo de votos, solo un puñado de despistados —con seguridad, ninguno ruso— estará esperando una sorpresa.