Operaciones conjuntas en el Golfo de Guinea, una zona muy rica en petróleo. Foto: africom.mil El general William «Kip» E. Ward ha sido designado jefe del AFRICOM. SI estuviésemos en Navidad, pudiera pensarse que George W. Bush es una encarnación del bondadoso Santa Claus, que extrañamente se pasea por África ofreciendo regalos, premios y promesas. Antes de abandonar la Casa Blanca, decidió darse su segunda vuelta por el continente para engalanar su «beatitud» hacia esa región y demostrar que existe otro Bush totalmente antagónico al protagonista y artífice de la hecatombe en Iraq y Afganistán.
En esta ocasión —estuvo por allá entre el 15 y el 21 de febrero—, al igual que en su primer «safari» por África en 2003, el presidente norteamericano se centró en la lucha contra el VIH/sida, la malaria, el paludismo, el desarrollo económico y otros temas de no menor sensibilidad para los africanos.
Uno de los proyectos de esta política exterior «humanitaria» con los que el viajero ha tratado de enamorar a África es el de duplicar los 15 000 millones de dólares de su Plan de Emergencia para el Combate al sida prometidos en 2003. Los 30 000 millones de dólares deben ser de-
sembolsados en los próximos cinco años. Igualmente, en Tanzania, prometió distribuir en seis meses 5,2 millones de mosquiteros, como parte de su contribución a la lucha contra la malaria en el continente.
En estas cifras, sin mayores encontronazos, la mayoría de los medios occidentales centran las «buenas» intenciones del presidente. Incluso, con ínfulas apologéticas, muestran los proyectos «como la más grande iniciativa de salud enfocada a una sola enfermedad que cualquier nación haya emprendido». Pero obvian que en 2003, apenas 24 horas después de prometer en Botswana los sonados 15 000 millones, su administración decidió desviar fondos asignados a la investigación de enfermedades como el sida para desarrollar una vacuna contra el ántrax, esa bacteria salida de los propios laboratorios militares estadounidenses en 1969 para ser utilizada en su bioterrorismo «con fines defensivos». La medida afectó el programa encargado de analizar formas más baratas para utilizar los medicamentos antirretrovirales en el sur de África, según analizaba por esos días rebelión.org.
Por otra parte, el mayor guerrerista del mundo se mostró preocupado por la paz interna del continente, y por eso uno de los temas de su agenda fue la crisis post electoral en Kenya, cuyo saldo asciende a unos 1 500 muertos y más de 400 000 desplazados. Pero el señor presidente, no se mojó los pies en esa nación africana, lo cual dice mucho «de su gran interés» en el asunto. En su lugar, envió a su secretaria de Estado, Condoleezza Rice, otra en la lista de injerencistas de la potencia norteamericana que bajo el título de mediadores internacionales, meten sus narices en asuntos internos bajo el manto de salvadores del mundo.
Pero todo no es del color rosa con el que se pintó el periplo por África —incluso mucho antes de que tomara el avión. Las «preocupaciones» por el sida, la malaria, la pobreza y la gobernabilidad del continente no son más que el escudo tras el cual la Casa Blanca pretende esconder su apetito por el petróleo africano y sus deseos de acabar de establecer, de una vez por todas, el Comando Africano (AFRICOM) que le garantice su cruzada antiterrorista en aquel continente y el resto del mundo, al mismo tiempo que vela por los intereses de los consorcios privados estadounidenses.
Desde que en 2007 la Casa Blanca anunció la creación de su nuevo centro unificado militar para África, la búsqueda de un cuartel general en el continente se le ha complicado a Bush. Países como Argelia, Marruecos, Libia, Uganda, y los 14 miembros de la Comunidad de Desarrollo del Sur de África, se han negado a albergar en sus territorios al AFRICOM o cualquier otra modalidad de base militar permanente.
¿Desconfianza? Claro que sí; el histórico expediente intervencionista de EE.UU. no es secreto para nadie. En 2007 las bombas norteamericanas cayeron sobre varios poblados del sur de Somalia, buscando a presuntos miembros de Al-Qaeda que participaron en los atentados de 1998 contra las embajadas de EE.UU. en Tanzania y Kenya. El saldo fue de casi 250 muertos y unos 4 000 heridos. También, de la base militar norteamericana Camp Lemonnier, radicada en Djibouti, salió en noviembre de 2002 el misil que les quitó la vida a seis presuntos miembros de esa red en Yemén.
Y las mismas bombas han estado sonando desde 2001 en Afganistán, y desde 2003 en Iraq, vecinos muy cercanos de una África segura de ser el continente que más riquezas naturales ostenta hoy, a pesar de varios siglos de saqueo por parte de las naciones occidentales.
África tiene mucho petróleo, el recurso natural que hace a Bush entrar en bronca con el planeta y la vida.
Para esta administración, que desde el derrumbe de las Torres Gemelas se ha enfrascado en una guerra contra todo lo que le huela a terrorismo o que presuntamente atente contra su seguridad nacional, es imprescindible garantizar el líquido que eche a andar sus tanques y sus aviones en Medio Oriente, o en cualquier otro lugar, amenazado hoy por las travesuras bushianas, que en un futuro decidan atacar.
Entonces, el verbo del viajero saturado de hipócritas intenciones en las cinco naciones africanas en las que estuvo (Ghana, Liberia, Benin, Tanzania y Ruanda) y los millones que ofreció tienen su precio. Lo que con una mano supuestamente da Bush, con la otra irá a cobrarles el favor. Esa es su filosofía. Ese es su concepto de humanismo.
Algunas interioridades del AFRICOM
Anunciado por Bush y su secretario de Defensa, Robert Gates, el 6 de febrero de 2007, el Mando de las Fuerzas Norteamericanas en África (AFRICOM) al igual que sus similares en las distintas regiones del mundo, persigue como uno de sus objetivos fundamentales enfrentar la lucha popular por la soberanía sobre los recursos expoliados por las empresas privadas norteamericanas (Shell, Chevron, Exxon Mobil) en el continente. También mostrar a las demás potencias que buscan el dominio sobre el mercado de materias primas y fuentes de energía, el poder militar de EE.UU. en las zonas ricas en estos recursos.
En el caso muy particular de África, el nuevo comando pretende asegurar para EE.UU. el control de la producción y los oleoductos, más las vías de transporte de las materias primas.
Hasta que sea totalmente operativo, programado para octubre de 2008, la misiones militares estadounidenses en el continente africano se realizan en tres frentes: el Comando Europeo (EUCOM), el Comando Central (CENTCOM), y el Comando del Pacífico (PACOM).
Bajo la responsabilidad del CENTCOM está la región del Cuerno de África (Eritrea, Etiopía, Djibouti, Kenya, Somalia y Sudán), Egipto y Seychelles. El EUCOM regula las acciones militares en el resto de los países de África continental, mientras que el PACOM asume la actividad en las Islas Comores, Madagascar, República de Mauricio, y el área del Océano Índico a lo largo de las costas africanas.
Una vez que el AFRICOM esté en pleno funcionamiento, todo el continente africano y sus islas quedarán bajo su control, con la excepción de Egipto que seguirá bajo la coordinación del CENTCOM por su estrecha conexión con el escenario del Medio Oriente.
En octubre de 2007, el AFRICOM comenzó a realizar operaciones, a construir instalaciones a lo largo del continente y a preparar al equipo que asumirá la responsabilidad de las relaciones de militares norteamericanos con sus similares en los 53 países de África.
Según su sitio en Internet (www.africom.mil), este comando espera tener un staff de 1 300 empleados, la mitad civiles, incluyendo representantes de agencias no militares del gobierno de Estados Unidos. Igualmente anunciaron la asignación de 400 empleados a AFRICOM para febrero de este año.
Hasta el momento y mientras la Casa Blanca no encuentre un anfitrión africano, AFRICOM tiene su jefatura en Kelley Barracks, en Stuttgart Moehringen, Alemania.
Mucho dinero ha destinado la administración Bush al nuevo intento de recolonización de África. El equipo de transición del Comando Africano fue financiado con aproximadamente 50 millones de dólares en el Año Fiscal 2007, que terminó el pasado 30 de septiembre. Para el Año Fiscal 2008, se le asignaron 75,5 millones de dólares, y para 2009, el Departamento de Defensa ha pedido al Congreso un presupuesto de 389 millones de dólares con este mismo fin.
Como jefe de este mando militar fue designado el general William «Kip» E. Ward. El subcomandante para las operaciones militares es el vicealmirante Robert T. Moeller, de la fuerza naval, mientras que el puesto de embajadora lo ocupa Mary Carlin Yates, del Departamento de Estado.