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«El calentamiento global es únicamente una teoría», insiste un Bush ciego a las evidencias científicas. Ilustración: Ross P. Kettle No, no es de dieta que hablaremos, sino de una idea que se le acaba de ocurrir al «listo» de la Casa Blanca: el President acaba de convocar a una conferencia internacional en Washington, a finales de septiembre, nada menos que sobre el cambio climático.
El objetivo declarado será «reducir la emisión de gases causantes del efecto invernadero», que ya vienen trayendo patas arriba el clima del planeta, con el sur de Asia inundado y los bosques de Europa ardiendo.
Por lo visto, mientras George pesca en su rancho de Texas, su memoria esquía en el Sahara. ¿Cómo ha podido olvidar que él mismo se opuso a ratificar un acuerdo multilateral (el Protocolo de Kyoto) dirigido a la reducción de estas emisiones? Además, ¿no fue su inapagable sed de hidrocarburos lo que lo impulsó a autorizar la prospección petrolera en la remota Alaska, bajo el cegato mandamiento de que «mientras los automóviles pidan, no hay reservas naturales que valgan»? Y por cierto, ¿no fue este señor quien propuso, para eliminar los incendios forestales en California, talar o arrancar de raíz árboles y más árboles?
Caben dos posibilidades: o me equivoco de individuo, o la desvergüenza es de récord mundial...
El matarife deja el cuchillo clavado en el costado de la res, toma un paño y mal se limpia la sangre que le corre hasta los codos. Se moja los dedos con la punta de la lengua y se alisa el cabello para estar algo más «formal». Ha invitado a sus amigos a cenar, para sermonearles sobre las bondades de la dieta vegetariana. Y estos fingirán que le creen. Luego, cuando todos se hayan marchado, volverá a trocear y a filetear... Como siempre.
