Foto: Roberto Suárez La ira nubla el pensamiento cuando se recuerda a los diez jóvenes irlandeses que murieron durante una huelga de hambre en la cárcel de Maze (Long Kesh), en 1981, víctimas de la caprichosa actitud del gobierno conservador de Margaret Thatcher, empeñado en no reconocerles el carácter político de su cautiverio.
De visita en Cuba, Raymond McCartney, miembro del partido independentista Sinn Fein y diputado en la Asamblea de poderes compartidos de Irlanda del Norte, rememora aquellos días en que él mismo se encontraba detenido en la mencionada prisión y se sumó a la protesta junto con sus camaradas. Y evoca igualmente la solidaridad de Cuba.
«Precisamente —confiesa— uno de los momentos más importantes de este viaje, como ex prisionero político que estuvo en el H-Block de Maze cuando murieron los diez huelguistas de hambre, fue la experiencia conmovedora de estar ante la tarja levantada en memoria de ellos en La Habana. Cuba mostró un gran sentido de la solidaridad y la camaradería. Aquí he descubierto, en las personas con las que he conversado, un conocimiento muy completo del proceso político que tiene lugar en Irlanda y de su historia».
—Entonces pudo hablar alguna vez con los jóvenes que después murieron en la huelga...
—Llegué a conocer a siete de ellos. Ya los conocía de otras ocasiones en prisión, y volvimos a coincidir en ese período. Eran activistas políticos comunes, pero el gobierno quiso criminalizar su lucha, por eso se pusieron en pie y se esforzaron en derrotar esa maniobra.
—Transcurrido un cuarto de siglo, Irlanda del Norte vive un momento especial. El acuerdo de St. Andrews —entre las fuerzas políticas independentista y pro-británica— marca un paso hacia la paz definitiva. Pero el líder del Partido Democrático Unionista, Ian Paisley, presenta constantes obstáculos a ese avance...
—La trayectoria de 12 años del proceso de paz es irreversible. Los asuntos están muy claros. Si Paisley toma la decisión de abandonar el proceso, tendrá que regresar a él bajo las mismas condiciones.
«Por su parte, el Sinn Fein presta atención especial al restablecimiento de las instituciones políticas emanadas del Acuerdo de Viernes Santo (1998), hoy suspendidas por el gobierno británico. Asimismo, centra su acción en lograr que la policía y el sistema de justicia en Irlanda del Norte se coloquen bajo el control democrático del gobierno autonómico».
—Precisamente, se habla de reticencias del Sinn Fein hacia el servicio policial.
—La historia de la policía en Irlanda del Norte está marcada por su uso como arma represora contra nacionalistas y republicanos. Era una fuerza que los oprimía.
«Desde el Acuerdo de Viernes Santo, han ocurrido cambios en la estructura policial, en su composición. Sin embargo, para republicanos y nacionalistas, votar por un nuevo sistema de policía y de justicia requeriría la transferencia de su control a la Asamblea norirlandesa, y ello precisa que las instituciones políticas estén trabajando, lo que ocurrirá cuando el gobierno británico devuelva a la Asamblea sus potestades».
—Uno de los sucesos más notables de los últimos tiempos es la constatación del desarme del IRA. Sin embargo, ciertos grupos pro-británicos aún conservan sus armas. ¿Podría derivar esto en un rebrote de la violencia?
—Ciertamente todavía subsisten grupos unionistas armados, que cuentan con el potencial para usar la fuerza. Pero el empleo de las armas ha disminuido, y el curso del proceso de paz los conducirá a una sociedad más pacífica y estable.
«En este punto, Londres tiene que desempeñar su papel en la restitución de las instituciones norirlandesas y en el control de esos grupos. Muchos de ellos responden al servicio de inteligencia del Reino Unido, por tanto, el gobierno británico debe actuar».
—Por cierto, si el extinto Denis Donaldson —quien resultó ser un agente de los británicos dentro del Sinn Fein— reveló que el presunto caso de espionaje contra los unionistas en la Asamblea en 2002 era solo un montaje de la inteligencia británica, ¿se puede entender que Londres es culpable directo del impasse que ha vivido el proceso de paz desde entonces hasta hoy?
—Existen sectores en el gobierno británico opuestos al proceso de paz, principalmente en el servicio de inteligencia. Hay muchas coyunturas importantes en este proceso político, y se ha visto cómo se bloquean, se interfieren, y se retrasan los avances. Esto puede ejemplificarse con el empleo de los grupos armados y el uso de agentes de espionaje, como en el caso que decías.
«Nuestra venganza será la sonrisa de nuestros hijos», reza un mural en Belfast, dedicado a Bobby Sands, líder de los huelguistas de hambre muertos en 1981 —¿Cómo son hoy las relaciones entre la comunidad católico-republicana y la protestante-unionista?
—Las tensiones han disminuido en gran medida. Particularmente en Belfast, hay áreas en las que puede haber tirantez, a veces violencia, en lugares donde nacionalistas y unionistas están muy cerca. Sin embargo, este año, luego de tanto trabajo entre activistas de ambas comunidades, la tensión se ha reducido, y las personas dicen que este verano fue el más pacífico en mucho tiempo.
«En años pasados, la protestante Orden de Orange, que marcha por las calles de la capital, en algunas ocasiones entró provocativamente en áreas nacionalistas. Pero este año no fue así. De hecho, una de las mayores fuerzas para el proceso de paz es que la dominación unionista se ha visto afectada. En el pasado, nacionalistas y republicanos eran ciudadanos de segunda clase, pero esos días han pasado».
—¿Se puede hablar entonces de cooperación entre ambas comunidades?
—Quizá cooperación es una palabra muy fuerte, pero sí se puede decir que las tensiones han retrocedido significativamente, que se evitan los enfrentamientos en las calles, la misma violencia que en algunas ocasiones ha estallado para obstaculizar el proceso de paz.
—Según el Acuerdo de Viernes Santo, el estatus de Irlanda del Norte como parte del Reino Unido podrá cambiar el día en que la mayoría de los norirlandeses decidan en las urnas la integración de la provincia en la República de Irlanda. ¿Cree usted que aún está lejos ese día?
—Como republicano, supongo que en algunos momentos diría que sí. Creo que Irlanda debe ser un país unido, pero es nuestra responsabilidad política que esto suceda cuanto antes. Estos largos años de lucha nos han enseñado a ser pacientes, sin perder el centro de atención, el objetivo principal de la reunificación.
—Respecto a su visita a Cuba, ¿cuáles son sus impresiones?
—Antes de venir, había leído mucho sobre la Revolución, sobre su pueblo, pero estar aquí, reunirme con varias personas, visitar diversos proyectos, como escuelas, centros médicos, la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas, haber visto en acción todo esto que he leído, me hace regresar a mi país con la fuerza de la Revolución, cuyos pilares son el pueblo y sus valores.
—¿Un último mensaje?
—Mi deseo de que la Revolución siga robusteciéndose, de lo que no albergo dudas. Espero que en algún momento EE.UU. ponga fin al bloqueo, y una vez que esto suceda, la nación se desarrolle como debería desarrollarse. Agradezco al pueblo cubano su hospitalidad, su interés en Irlanda, y el intercambio de opiniones que hemos tenido durante esta visita.
Tuaisceart Éireann
Irlanda del Norte (Tuaisceart Éireann, en irlandés) comprende seis condados donde se concentró la mayoría de los colonos británicos protestantes desde el siglo XVII. En 1920, mientras el resto de la isla se independizó, esa región quedó bajo mandato de Londres.
Años de intensa lucha por la separación del Reino Unido, derivaron en 1998 en la firma del Acuerdo de Viernes Santo, que estableció la posibilidad de que en algún momento, si fuera deseo de su población, el territorio se integrará en la República de Irlanda. Asimismo, se erigió una Asamblea autonómica de poderes compartidos entre republicanos católicos y unionistas protestantes, instancia que fue suspendida en 2002, al acusarse al Sinn Fein de un falso caso de espionaje.
El pasado 13 de octubre, las fuerzas políticas norirlandesas aceptaron un plan de Londres y Dublín para sacar del estancamiento el proceso político y devolver la autonomía a las instituciones locales.