Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El sexto oro olímpico de Mijaín

Los pedazos de árboles retorcidos lucían adversarios de poca monta ante sus fornidos brazos

Autor:

Norland Rosendo

Vino un tal Rafael a intentar derribarlo como no pudieron mastodontes de más de 100 kilogramos en los últimos cinco juegos olímpicos. Porque el hombre ya no es él solo, es un país. Su nombre es el de un pueblo en cuyo cuello cuelgan las mismas medallas de oro ganadas dentro del colchón.

Tras el paso del «gladiador tumbacasas y quiebramatas», Mijaín López, con esos músculos patrimonio deportivo de la humanidad, empezó a enderezar lo que aquel doblegó.

Los pedazos de árboles retorcidos lucían adversarios de poca monta ante sus fornidos brazos; pero más que sacar del escenario los restos dejados por el huracán, Mijaín fue (y es) inspiración para ganar el combate ante la adversidad, en tiempos de tantos desafíos para una Cuba que amanece todos los días reinventándose para sobrevivir.

La cadena de cinco aros dorados que le ha dado la vuelta mediática al mundo se juntó en medio del pecho de Mijaín, convertida en cuatro letras que dibujan su oro más preciado y sumó olímpicamente un sexto eslabón que confirma la verdadera grandeza del Gigante de Herradura.

Creció, si es que podía ponerle algunos centímetros más a su estatura moral y de gente de pueblo, sumándose a las labores de recuperación para ganar este combate de pueblo ante los estragos del tal Rafael.

Y como él, muchos deportistas han puesto sus fuerzas y energías para mantener invicta a Cuba; encaramada en el podio de los vencedores por obra y gracia de sus hijos, que en brazos de Mijaín quita del «colchón» vital las huellas ciclónicas e insufla energías para seguir ganando el combate por la vida.

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