Figuerola (a la derecha) fue reconocido este martes en el Salón del Deporte Cubano. Autor: Calixto N. Llanes Publicado: 15/10/2024 | 07:53 pm
En los años más frescos del triunfo de la Revolución Cubana uno de los mejores deportistas a nivel mundial con que contaba nuestro país era un santiaguero de estatura normal, nada relevante para la disciplina que practicaba, el atletismo. Enrique Figuerola Camué, en los primeros compases de la década de 1960, tenía veintipico de años y corría los 100 metros planos con tiempos de ensueño. Su atrevido talento lo enseñó en Checoslovaquia, Alemania, Polonia, Hungría, Bulgaria y Brasil, y en esos territorios ganó el título en diferentes competiciones, incluyendo los Juegos Panamericanos.
Antes de competir en los Juegos Olímpicos de Tokio 1964, en Japón, Enrique disfrutó su primera experiencia bajo los cinco aros en Roma 1960, donde se incluyó en la final del hectómetro y cerró en la cuarta plaza. Cuatro años más tarde, ya en la edición nipona, el Fígaro tenía 26 primaveras y en él existían enormes esperanzas para escalar al podio de premiación. De ocurrir eso, Cuba estaría estrenando el casillero de las medallas en citas olímpicas luego de 1959.
El santiaguero lideró su heat clasificatorio, con registro de 10.5 segundos, luego se impuso en cuartos de final (10.3 segundos) y entró tercero en semis, merced a 10.4 segundos. La discusión de las medallas de los 100 metros se efectuó el 15 de octubre en el Estadio Olímpico. El favorito estadounidense Bob Hayes corrió por el carril uno, Figuerola por el tres, y el resto de los velocistas representaban a Canadá, Polonia, Costa de Marfil, Bahamas, Estados Unidos y el Equipo Unido de Alemania.
Menos de 11 segundos más tarde del disparo de salida, los ocho contendientes cruzaron la meta y el primero en hacerlo fue Hayes, con crono de 10.0 segundos, que significó nuevo récord olímpico e igualó la marca mundial. El cubano corrió como nunca y cumplió el recorrido en 10.2 segundos, tiempo que le garantizó la presea de plata. Con ese mismo registro el canadiense Harry Jerome se colgó el metal de bronce.
Este martes se cumplieron seis décadas de ese importantísimo suceso y Figuerola fue reconocido en el Salón del Deporte Cubano, en la capitalina Ciudad Deportiva, con la presencia de Osvaldo Vento, presidente del Inder; José Antonio Miranda, director general de Alto Rendimiento del Inder, entre otros directivos. También fueron homenajeados Lázaro Betancourt, Norge Marrero y Manuel Padrón, exatletas asistentes a la versión de Tokio 1964.
En diálogo con Juventud Rebelde, el Fígaro expresó que conserva emociones infinitas por haber conquistado ese subtítulo gracias a la Revolución
y del cual se siente muy orgulloso el pueblo cubano.
«Recuerda que el atletismo es una disciplina de tiempos y marcas y para mantener tiempos favorables se necesitan buenas condiciones físicas muchas veces. Bob Hayes las tenía, era alto, una mole con una amplitud de pasos mucho mayor que la mía. Yo era bajito, pero con una capacidad de reacción tremenda, tenía mis fortalezas, pero no las suficientes para derrotarlo en esa ocasión. Él, después de los 50 o 60 metros se despegaba del resto porque sus pasos eran muy sólidos. Los atletas de mayor estatura suelen tener un poco más de ventaja. Todo eso influyó en su victoria en una de las mejores carreras de ese año, pues se concentraron los velocistas de más nivel en el mundo.
«Yo sí visualicé una medalla en esos Juegos Olímpicos, existía un ranking del orbe y yo aparecía bien ubicado. Además, en 1964 le gané a todos los estadounidenses y a otros destacados rivales. Por eso pensé que era posible obtener una presea en Japón y la obtuve», dijo.
Luego, en 1968, en la Olimpiada de Ciudad de México, muy famosa por la cantidad de récords del orbe establecidos allí, Figuerola solo pudo llegar hasta semifinales en los 100 metros planos, según los archivos del colega Osvaldo Rojas Garay, pero volvió a trepar al podio en unión del guantanamero Hermes Julián Ramírez Limonta —fallecido el pasado 4 de septiembre—, el santiaguero Juan Morales Hechavarría y el desaparecido corredor capitalino Pablo Montes Casanova, al arribar segundos a la meta en el relevo 4x100 metros, prueba en la que solo pudieron ser aventajados por la potente cuarteta estadounidense, integrada por Charles Greene, Melvin Pender, Ronnie Ray Smith y Jim Ray Hines, quienes establecieron marca planetaria, con 38.24 segundos.
Para que se tenga una idea de la fortaleza de esta posta norteamericana, explica Rojas Garay, entendamos que en el hectómetro Jim Hines se convirtió en el primer humano en bajar de los diez segundos con cronometraje electrónico (9.95) y Greene terminó tercero, con 10.07.