Zayas consiguió en Budapest el propósito de emular sus mejores marcas en la competencia de más nivel. Autor: World Athletics Publicado: 22/08/2023 | 08:20 pm
Muchos le criticaron cuando no logró subir al escalón más alto del podio durante los pasados Juegos Centroamericanos y del Caribe. El deporte, dicen los que saben, tiene una memoria muy corta y selectiva: a San Salvador llegó Luis Enrique Zayas lejos de su mejor forma deportiva, quizá porque en su preparación para la temporada estaba previsto lograr el pico máximo de rendimiento a partir de agosto, con la llegada del Mundial.
Y en Budapest, Hungría, empujado por el frescor del Danubio y el fragor de un gran evento, el santiaguero demostró, además, ser de competencia. Allí, donde estaba la crème de la crème del salto de altura en el mundo, él igualó lo mejor que había hecho en su vida y culminó la lid en un meritorio cuarto lugar con 2,33 metros (m), misma marca que el ocupante del tercer escaño del podio, el favorito precompetencia, el catarí Mutaz Essa Barshim.
A Zayas le penalizaron los fallos arrastrados en las primeras alturas que enfrentó. Necesitó dos intentos para rebasar, primero, los 2,20 m, y luego los 2,25 m y 2,29 m, con los cuales ya había logrado incluirse entre los ocho finalistas y puntuar para la clasificación general de países contendientes en la cita mundialista. Sin embargo, cuando tuvo enfrente la varilla en 2,33 m, algo que solo había logrado una vez de forma oficial, apenas le bastó con una oportunidad.
Luego, sabedor de anclar a las puertas de las medallas, no pudo con los 2,36 m, algo que jamás ha conseguido. Y así, aparece ya en la élite de una modalidad exigente en la cual, de mantener el nivel y ganar en un par de centímetros más, podría estar en la puja de puestos cimeros de los venideros Juegos Olímpicos de París 2024.
A la postre, la prueba fue ganada por el vigente titular olímpico de Tokio 2020, Gianmarco Tamberi, de Italia, cuya secuencia inmaculada solo fue rota en 2,38 m. Al final, el transalpino escaló a lo más alto con 2,36 m, misma altura que la lograda por el estadounidense JuVaughn Harrison, aunque este arrastró fallos en el transcurso de la noche húngara.
Ayer otra cubana aparecía inscrita entre las 12 contendientes de otra final, en este caso en el lanzamiento del disco. Allí, Silinda Morales concluyó en el puesto 11 al enviar el implemento hasta los 62,31 m. La jovencita de 22 años de edad quedó esta vez por debajo de sus registros más sobresalientes, pues esta temporada ostenta un 65,06 m que constituyen, además, lo mejor de su vida.
Sin embargo, el hecho de haberse incluido en el listado final de competidoras en el Mundial ya de por sí debería calificarse como un buen resultado para ella en Budapest. En la fase clasificatoria había estado un poco mejor, con 62,76 m, pero de cualquier manera por su inexperiencia es harto conocido que sería un certamen complejo para ella. A partir del venidero cuatrienio, debería experimentar un ascenso en sus marcas y ubicaciones en lides de primer nivel.
En esa misma modalidad, por cierto, ocurrió una de las mayores sorpresas de todo el Campeonato Mundial hasta ahora, pues la estadounidense Valarie Allman, gran candidata a la corona, ancló segunda y cedió el cetro a su compatriota Laulauga Tausaga, quien consiguió marca personal de 69,49 m, superior en 26 centímetros a lo logrado por la vigente campeona olímpica. Y además, hablando de extrañezas, la croata Sandra Perkovic concluyó fuera del podio.
Los que sí no aceptaron ni el más mínimo margen a las dudas fueron la kenyana Faith Kipyegon y el marroquí Sufián El Bakkali. La primera, de 29 años, ganó impetuosa los 1 500 metros con crono de 3:54.87 minutos, para hacer baldíos los esfuerzos de Didire Waltegi (3:55.69), de Etiopía, y de Siffan Hassan (3:56.00), de Países Bajos, y así prolongar su dominio en esta prueba; el segundo, campeón mundial y olímpico de los 3 000 con obstáculos, volvió a dejar destellos de espectacularidad sobre la pista y con un fabuloso remate concluyó primero con 8:03.53, fácilmente por delante del etíope Lamecha Girma, el único que osó a retarle.