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Medallas en la sombra

A Yuniol Kindelán se le ve siempre al lado de Omara. Jamás la deja sola. Ni en la pista ni fuera de ella. Redobla esfuerzos para mejorar él y para contribuir al mejoramiento de ella. Aunque a la hora de las medallas todo el tributo lleve un nombre y el suyo apenas aparezca

Autor:

Eduardo Grenier Rodríguez

Yuniol Kindelán también se levanta a las cinco o seis de la mañana para entrenar y cuida su físico con exhaustividad en aras de estar a la altura de una campeona. En las carreras avisa, aconseja, cede en ímpetu para inspirar sosiego o pone una chispa de bravura cuando las aguas parecen demasiado apacibles. Dicho en otras palabras: su labor no solamente está en ser ojos, sino parte del cerebro y cada articulación que exista.

Es el guía de Omara Durand y, además, su mayor impulso emocional, su lazarillo, la extensión humana de una atleta legendaria. Y uno se pregunta, mientras ve nuevas imágenes de triunfos y glorias: ¿qué sería de Omara, la insigne corredora, la mejor de todas las paratletas cubanas, sin el acompañamiento paciente de aquel colega que, con el tiempo, más que colega es amigo?

A Yuniol Kindelán se le ve siempre al lado de Omara. Jamás la deja sola. Ni en la pista ni fuera de ella. Redobla esfuerzos para mejorar él y para contribuir al mejoramiento de ella. Aunque a la hora de las medallas todo el tributo lleve un nombre y el suyo apenas aparezca en espacios colaterales.

Y no, el guía no es, en absoluto, algo colateral. Más que partícipe de éxitos y fiascos, representa casi la mitad de un equipo que luego reporta victorias individuales. Omara, como cualquier atleta discapacitado, merece el más grande de los elogios por su capacidad para vencer las peripecias de la vida. A Omara y a cualquiera de ellos, el aplauso perenne.

Pero el aplauso también debería ir, al menos de manera simbólica, para aquel campeón en la sombra cuya ausencia sería nefasta, casi determinante, para aquel hombre o mujer que también llora cuando las cosas salen torcidas o debe tragar amargura para no afectar la sicología de sus compañeros.

Yuniol no es el único. Qué va. Como él, existen cientos y cientos, también en la sombra o probablemente borrados en absoluto de cualquier lista. El movimiento paralímpico les debe tanto que toda acción para levantar la relevancia de sus figuras sería, más que bienvenida, algo necesario.

Esta semana, cuando volvieron a las pistas paralímpicas otra vez enlazados por una cinta, muchos dejaron atrás años de ingentes esfuerzos, en ocasiones sin los mínimos recursos materiales o científicos, y sin embargo volvieron a fungir como héroes anónimos para alumbrar los carriles con su paciencia y liderazgo.

Por ello Cuba puede ufanarse de tener a una Omara gigante, brava como toda cubana auténtica y competitiva hasta los tuétanos, pero también de contar con un muchacho como Yuniol, noble y fiel escudero en cuyos ojos va también la mirada de una campeona.

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