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La gloria y sus paralelos

Después de su título en 400 metros,la santiaguera Omara Durand puede aumentar su cosecha en los Juegos Paralímpicos

Autor:

Juventud Rebelde

Hagan un poco de memoria, solo un poco. O si prefieren acudan a sus archivos, aunque eso no hará falta, se los aseguro. La historia más reciente del movimiento deportivo cubano, tan vibrante como sorpresiva, tiene algunos paralelos que usted se percatará, si es que ya no se ha dado cuenta.

Sobre los gruesos hombros del gladiador pinareño Mijaín López descansaban las mayores esperanzas del primer título para nuestro país en los pasados Juegos Olímpicos de Tokio. Solo los más atrevidos se saltaron el guion escrito por casi toda Cuba para ponerle otro nombre a esa tan codiciada primera medalla de oro. Aunque en este caso, no creo que nadie haya dado en el clavo.

Aquel 2 de agosto, un joven sin mucho palmarés en los colchones internacionales, llamado Luis Orta y natural de La Habana, fue derribando rivales, uno por uno, hasta conseguir lo impensable, incluso, para él mismo. Campeón en la división de 60 kilogramos en la lucha greco, primer monarca cubano en la capital japonesa.

Un rato después, Mijaín, sin otra meta que cumplir que agrandar su leyenda, garantizó en el salón Makuhari Messe su cuarta diadema sucesiva bajo los cinco aros. Tras la gesta, los criterios sobre el vueltabajero como el deportista antillano más excelso de todas las épocas salían de la boca de más de uno.

Disfrutado a tope ese día, agarramos el calendario y lo hojeamos hasta el 30 de agosto. Los Juegos Paralímpicos de Tokio han dejado atrás varias fechas y la Isla espera por el metal áureo
inicial. Muchos se frotan las manos porque le corresponde competir el lunes en la noche a la santiaguera Omara Durand que, al igual que Mijaín, no pocos la consideran la antillana más gloriosa de la historia en el movimiento deportivo paralímpico y tiene la responsabilidad de abrir el camino dorado.

Pero en el Estadio Olímpico Nacional sucedió algo muy parecido a lo protagonizado por el luchador Orta, el 2 de agosto. Coincidentemente otro capitalino, Robiel Yankiel Sol, el integrante más joven de la delegación insular en la actual cita paralímpica, robó los titulares reservados para la gran Omara.

  En cuestiones de minutos dejó de ser un casi desconocido para subir de la mejor manera a la cumbre del Olimpo. Se hizo de la corona en el salto de longitud, categoría T46, con brinco de 7.46 metros, nuevo récord para los juegos. Desde ahora fijen su nombre, lo de este muchacho es solo el comienzo.

Un poco más tarde de la mayúscula sorpresa, hizo su aparición triunfal la corredora Durand. En su primer apellido me detengo, porque funciona para reflejar lo que es y lo que ha logrado esta inigualable deportista. Las primeras cuatro letras nos dan el adjetivo perfecto si deseamos, en buen cubano, describirla; las seis letras nos dan la cantidad de cetros obtenidos en tres ediciones de la magna cita multideportiva.

Junto a su incondicional guía, Yuniol Kindelán, dominó los 400 metros de la categoría T12, con crono de 52.58 segundos, para lograr su sexto título. Su cosecha no queda ahí, adelanto.

Omara y Mijaín son dioses, Orta y Sol personifican lo increíble.   

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