En la noche del pasado martes la 23ra. edición de la Liga Superior de baloncesto cerró su temporada con una agradable noticia para esta disciplina, luego del primer título obtenido por la escuadra de Pinar del Río en estas lides. Con ese cetro, se quebró una cadena de 11 años seguidos, en la que Ciego de Ávila y Capitalinos eran los únicos planteles que escalaban la cima del podio, por lo que esta corona vueltabajera le abrió las puertas de la gloria, enhorabuena, a un inquilino desconocido.
Sin embargo, es una realidad que pocos se lanzaron a pronosticar ese título, tras concluir la fase clasificatoria, sin importar que los pinareños tuvieran la mejor disciplina defensiva del campeonato y que dos de sus hombres perimetrales, Osmel Oliva y Yosiel Monterrey, fueran de los más certeros desde la larga distancia, conjuntamente con el raudo juego que ellos proporcionaban.
Después de vencidos los 21 encuentros de la primera etapa, la mirada de varios especialistas y aficionados se fijó en la actuación del plantel de Villa Clara, dirigido por Carlos Valle, al que tempranamente consideraban como el principal pretendiente a quitarle la corona a los Búfalos avileños.
Sucede que la escuadra naranja fue la puntera con 18 éxitos —13 de manera consecutiva— y tres fracasos, comandada por la ofensiva del delantero Andy Bofill, pero en la fase siguiente las aspiraciones de título desaparecieron como agua entre los dedos.
Dos equipos saciados de probar el néctar triunfal, como Capitalinos y Ciego de Ávila, no pudieron mantener la tradición. Considero que pocos perderían su tiempo en discutir que si el conjunto azul hubiese tenido en sus filas las prestaciones de Orestes Torres y de Lisván Valdés (contratados en El Salvador), así como de Jasiel Rivero a tiempo completo, sus posibilidades de batallar el campeonato habrían sido mayores.
El evento en casi todas sus partes recordó que este deporte sigue teniendo no pocas asignaturas pendientes que inciden en eventos internacionales. No nos escondamos detrás del antifaz que he escuchado a menudo, de que las bajas puntuaciones de la mayoría de los partidos obedecieron a que nuestro básquet es sobre todo defensivo, cuando la cruda verdad es que los marcadores pobres fueron causados por el fallo de numerosas canastas, desde la media distancia, el perímetro y en los tiros libres. Con esos truenos no hay día que salga el sol.
Para concluir, lanzo dos tiros libres. Sugiero a los directivos de la Comisión Nacional reconsiderar el formato de la justa, que es muy agotador desde la percepción de varios atletas y entrenadores, mientras que el arbitraje provocó insatisfacciones en partidos cruciales, por lo que una lupa sobre el tema no vendría mal.