Río de Janeiro se ha ganado merecidamente el sobrenombre de Ciudad Maravillosa, calificativo que coincide con el título del himno oficial de la ciudad, compuesto por André Filho como una marcha de carnaval en 1935, y cuyas estrofas la describen como tierra de mil encantos, cuna de bellas canciones y nido de sueño y de luz.
Para los cariocas es un verdadero orgullo habitar esta urbe de tan merecida fama, ya sea por su gastronomía, por la belleza de sus playas o el famoso desfile de las Escuelas de Samba que año tras año atrae a miles de turistas.
Fue precisamente el lugar que acoge tan fastuoso despliegue uno de los primeros escenarios que descorrió sus cortinas para estos Juegos Olímpicos. El Sambódromo da Marques de Sapucaí —su nombre oficial en portugués es Passarela Professor Darcy Ribeiro—, diseñado por el prestigioso arquitecto local Oscar Niemeyer y escogido para acoger las competencias de tiro con arco, es un impresionante paseo de unos 550 metros de largo flanqueado por altas tribunas.
No me equivocaría al asegurar que se trata de una de las «maravillas» cariocas que pudieran enamorar a cualquier visitante, más en tiempo de fiestas. Tanto como el Cristo del Corcovado, el Pan de Azúcar, o las arenas de Ipanema o Copacabana, con sus inspiradoras garotas.
Las Olimpiadas han llegado para realzar la mística de Río de Janeiro, aunque esta tierra no necesitaba de ella para saberse capital del deporte mundial. Porque día y noche, ya sea invierno o verano, sus pobladores llenan cualquier espacio al aire libre para practicar el ejercicio físico, algo que también cautiva al visitante.
Entre esos sitios ampliamente concurridos destacan las grandes extensiones de playa, en las que adultos mayores, jóvenes y niños pasan muchas horas del día, ya sea corriendo, patinando, haciendo surf, jugando voleibol o fútbol, o una mezcla de estos dos deportes que ha ganado gran popularidad entre los cariocas.
Muy cerca de uno de los puntos más concurridos de Copacabana, Vinicius Lima, dueño de uno de los pequeños y pintorescos negocios de comida rápida que abundan en la zona, me comentaba que los habitantes de Río aprovechan mucho el privilegiado clima para ir a la playa a socializar, pero en la misma medida para practicar deporte. «Existe un verdadero culto al cuerpo», afirmó categóricamente.
Y no le falta razón, pues el poquísimo tiempo que duró mi paso por la famosa playa fue un verdadero deleite visual, e imagino que lo mismo sucedería a cualquiera de mis compañeras en esta travesía. Por la falta de costumbre, choca caminar entre grandes edificios y cruzarse con una muchacha caminando por la acera en bikini, con un cuerpo de infarto, sin inmutarse entre tantas miradas de asombro. Mas se agradece.
Sin dudas, esta ciudad merecía una canción como Chica de Ipanema. Por cierto, la melodía fue justa protagonista durante la ceremonia de apertura. Lástima que le haya sido encargado ese sublime instante a la ex top model Gisele Bundchen, para mi gusto muy por debajo de tanta maravilla que anda suelta por estas arenas.