Teófilo, en una de sus históricas peleas en el Torneo Giraldo Córdova Cardín. Autor: Juan Moreno Publicado: 21/09/2017 | 06:32 pm
La imagen más recurrente que tengo de Stevenson sobre el cuadrilátero es avanzando sobre el rival con la mano izquierda por delante y la derecha atrás como una ballesta bien tensada, cuyo disparo no está dirigido a la manzana sobre la cabeza, sino a la cabeza debajo de la manzana.
Supe de su existencia en vísperas de la Olimpíada de Múnich 72 y lo primero que me resultó familiar fue su nombre. (Mi padre tenía uno de esos que no se olvidan, Gonzalo González González, aunque muchos le decían «Vecino» y nadie sabía que su nombre compuesto era Gonzalo Teófilo).
Su desempeño en Múnich lo disparó en la admiración, por el título olímpico con 20 años, por destrozar a «La esperanza blanca», como llamaban a Duanne Bobick, y por renunciar a un millón de dólares, diciendo que no los cambiaba por el cariño de su pueblo.
De alguna manera los trajines periodísticos me acercaron a Stevenson y me atrevería a decir que fue en 1978, en Medellín, donde se afianzó nuestra amistad. Acudía con frecuencia al Nutibara, hotel en el que me hospedaba, atraído por la gracia de una colega venezolana. Platicábamos mucho entonces.
Galardonado con el selecto premio Fair Play, contrastaba su potencia para noquear con su nobleza en todos los órdenes de la vida, al extremo de que su entrenador Alcides Sagarra a veces le reñía: «Oye, el contrario no es para acariciarlo con los guantes, es para pegarle».
Anécdota con Elio Menéndez
Mi colega de Redacción y amigo de corazón Elio Menéndez tuvo el bien merecido premio de acompañar al tres veces campeón olímpico y mundial, ya retirado, en un viaje por España. Evalúe usted esta anécdota:
Horas después de la llegada, uno de los anfitriones le entregó un sobre con dinero de bolsillo. Stevenson aguardó por similar entrega a Elio y al ver que no sucedía preguntó: —¿Y el del periodista que viene conmigo?
Aquello pareció tomar por sorpresa al señor de la encomienda, quien respondió: —Se lo damos mañana en el hotel.
Entonces, ágil como se movía en el ring, Teófilo puso el sobre en un bolsillo de la guayabera de Elio, al tiempo que decía: —El mío me lo da mañana en el hotel.
Fidel y Alí, dos grandes amigos
Entre los grandes amigos de Stevenson, hay sobre todo dos de los que él se enorgullecía públicamente: Fidel Castro y aquel que pudo ser su más enconado rival: Mohamed Alí.
Cuando Alí vino a Cuba, en la década de los 90, una noche se le organizó un encuentro con periodistas y por algún motivo Elio Menéndez no podía ir. Acudí yo, que al igual que proclamara el Poeta Nacional Nicolás Guillén, no sé nada de boxeo.
Mohamed Alí me concedió una entrevista exclusiva, pero no la conservo. Sin embargo, lo más curioso es cómo transcurrió. Yo le preguntaba y alguien traducía, Alí agrandaba los ojos o movía la cabeza o las manos, pero quien contestaba era una elegante y bella dama, que además era su esposa.
Se expresaba en primera persona, como si fuera el célebre boxeador, mientras él asentía. Claro que le pregunté (¿quién no lo ha hecho?) sobre aquella «pelea del siglo» que iba a sostener con Stevenson y nunca se efectuó.
Me habló de Teófilo como se habla de un ser muy querido, y cuando me estaba acostumbrando a la extraña forma de entrevistar, la conversación se interrumpió abruptamente, porque... llegó Teófilo. Con la alegría y el abrazo di paso a los dos grandes del ring.
Soltó la derecha en Atlanta
Una breve entrevista le hice a Teófilo cuando recibió la invitación especial para asistir a la Olimpiada del Centenario, Atlanta 96, como una de las 25 grandes glorias del olimpismo en un siglo. El campeón de Múnich, Montreal y Moscú era el único latinoamericano en esa lista. Entonces me dijo: «Esta invitación del COI me alegra mucho. Dejé de competir sobre el ring, pero no me he alejado ni un minuto del deporte y ahora me siento nuevamente olímpico».
Luego agregó: «Claro que seguiré las competencias de boxeo, en las que Cuba debe repetir el triunfo de Barcelona 92, pero quiero presenciar todas las hazañas que harán histórica esta Olimpiada».
Al regreso publiqué una pequeña crónica que tampoco conservo, pero de la que recuerdo su título: «Stevenson soltó la derecha en Atlanta», para atraer a lectores que creyeran que había peleado, lo mismo en el cuadrilátero que en la calle, cosa que no sucedió. Pero tampoco mentí. Stevenson tenía que «soltar» la mano derecha constantemente para estampar su firma ante el asedio de los hinchas. Lo sorprendí varias veces en ese trance.
Con Daniel Núñez
El plusmarquista mundial en levantamiento de pesas Daniel Núñez me contó que cuando viajó con Stevenson hace unos pocos años a Guatemala, en calidad de glorias del deporte, el gigante boxeador solía decirle: «Espérame, para salir juntos».
«Y así lo hacía al principio —me dijo Núñez—, pero qué va, con Teófilo no se puede salir a la calle, porque no se avanza. A mí ni me miraban, pero a él lo conoce todo el mundo y lo paraban para hablarle, de modo que a veces me le escapaba».
El KO de la vida
La última vez que vi a Teófilo fue a finales de marzo de 2012 en el 3er. Taller de Historia del Deporte, con sede en el Acuario, donde yo acudía como aspirante a historiador y él como historia viviente. Dos meses y pico después, al amanecer del 12 de junio, la noticia me golpeó con la dureza de uno de sus de rechazos: «Murió ayer Stevenson».
Sus dos grandes amigos fueron los primeros en pronunciarse públicamente. Resultó noticia en las web del mundo el mensaje de Mohamed Alí:
«Me entristece profundamente esta mañana la noticia de la muerte de uno de los grandes campeones del boxeo, Teófilo Stevenson. Aunque nunca peleó profesionalmente, haber ganado tres medallas de oro en tres Juegos Olímpicos diferentes, garantiza que él habría sido un enemigo formidable para cualquier otro campeón de peso pesado reinante o cualquier retador en su mejor momento. Siempre recordaré el encuentro con el gran Teófilo en su Cuba natal. Él fue uno de los grandes de este mundo, y a la vez fue un hombre cálido y abrazable. Mis condolencias para su familia y amigos. Que descanse en paz. Mohamed Alí».
El 12 de junio escribió Fidel Castro en una de sus históricas Reflexiones: «Se nos ha ido Stevenson. Después de las cuatro de la tarde de ayer llegó la noticia. Ningún otro boxeador amateur brilló tanto en la historia de este deporte. Podría haber obtenido dos títulos olímpicos adicionales, si no hubiese sido por deberes que principios internacionales impusieron a la Revolución. Ningún dinero del mundo habría sobornado a Stevenson ¡Gloria eterna a su memoria! Fidel Castro Ruz».
Fuimos rivales… en ajedrez
Cuento ahora algo de total exclusividad que he guardado para el cierre. La mañana del 23 de octubre de 2003 tocaron a mi puerta, que es la del último apartamento en el segundo piso de un edificio, en Playa. Cuando abrí estaba la gallarda figura de Teófilo Stevenson. Extrañado le pregunté por su presencia y… «Nada, andaba por aquí y quise subir a saludarte».
Me sentí halagado. Hablamos de esto y aquello. En la sala tengo mi mesa de ajedrez con las piezas siempre dispuestas y de pronto me convidó a jugar una partida. Se movieron unas pocas piezas, hizo un gesto como si recordara algo y se despidió. Conservo la fecha porque tuve la curiosidad de anotar las jugadas, que son estas:
Blancas: Jesús G. Bayolo-Negras: Teófilo Stevenson
1.e4 d6 2.Cf3 Ag4 3.d4 e6 4.Ad3 d5 5.exd5 exd5 6.0-0 Ah5 7.Cc3…
Tiempo después, un día que no registro, le hice la anécdota al GM Reinaldo Vera, sentado en la misma silla que ocupara Stevenson, y se interesó por ver las jugadas.
Se las mostré y añadí algo relativo a la extraña posición, pero el Gran Maestro buscó la manera de explicar las movidas. De hecho, continuamos la partida… y nunca le conté a Teófilo que me vi forzado a inclinar mi rey ante el binomio Stevenson-Vera.
Son estas mis impresiones personales sobre el carismático y espectacular boxeador, cordial amigo, leyenda viva, en cuerpo de hombre noble, que vivió 60 años. Este es mi Teófilo Stevenson.
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