Los estadounidenses disfrutan el triunfo y su pase a la final. Autor: Ricardo López Hevia Publicado: 21/09/2017 | 06:14 pm
AJAX, Toronto.— La misma película, con los mismos actores. Solo que el guión fue diferente, con más dramatismo durante todo el largometraje. Si en la semifinal de Guadalajara, el equipo de Estados Unidos derrotó a Cuba por amplio marcador, ahora vino de abajo para dejarlo al campo en el noveno inning.
Las gradas se parecían a las de un estadio de nuestro archipiélago. Ni el sol espantó a la hinchada cubana, solo enmudecida con la última carrera.
La de ayer fue una derrota difícil de asimilar. Había ventaja de cinco carreras por una cuando terminó el sexto inning. Yosvani Torres sacaba outs con eficiencia.
Pero llegó el séptimo inning y ya Torres había lanzado suficiente. Pudo no haber abierto ese capítulo. Dejó dos hombres en base sin out. Su relevo, Ismel Jiménez, ponchó a uno y regaló boleto a otro. También se fue. Entonces, con bases llenas y un solo out, le dieron la bola al zurdo Liván Moinelo, quien recibió hit al center que empujó dos. Un tiro exacto de José Adolis García a tercera y un sutil baile del corredor sobre esa base, puso la entrada a punto de mate.
Roger optó por otro novato, Yuniel Cano, para que sacara el último out. En las gradas, más de uno se rascó la cabeza. Tubey y juego nuevo. Apareció Yoanni Yera y obligó al bateador a una rolata por segunda que sirvió para cerrar el boquete por el que se fue la ventaja.
En el octavo parecía que Cuba iba a tomar las riendas del juego. Yorbis Borroto recibió boleto; José Adolis tocó la bola, hizo una pirueta y se le escapó a la mano enguantada del inicialista. Raúl González debía tocar —era lo obvio—, pero no, le tiró fuerte y dio un palomón al intermedista que lo sacó de circulación por regla. A Rudy Reyes (y a las esperanzas de Cuba) lo salvó un mal fildeo del lanzador.
No podía ser mejor el momento, Alfredo Despaigne al bate con la casa llena. Se dejó cantar el primero, después tuvo que fajarse con los envíos más difíciles y le cantaron el tercero. Cepeda dio buena línea, pero al guante del jardinero central.
Aún los cubanos del graderío —la mayoría residente en esta región— seguían esperando el milagro. Pero con dos outs, Yera regaló un boleto, le robaron la segunda base impunemente (para muchos, incluido yo, Yosvani Alarcón ya no debía estar detrás del plato) y le conectaron el hit que decidió.
Ahora uno puede hacer leña del árbol caído, especular sobre lo que se hizo o se dejó de hacer. La alineación no era la que se pensó hace tres semanas, pero los que jugaron lo hicieron con decoro. Algunos tienen mucho que aprender.
Tras el desenlace quedaron muchas dudas, prefiero, en cambio, que hable el mánager. Esta es mi tanda de porqué... con Roger Machado.
Lo encontré sentado en una esquina del banco. «Tira sin miedo, a fin de cuentas, me toca».
—¿Por qué no le dieron cuatro bolas malas al hombre que decidió el partido?
—Eso fue lo que indiqué, que le tiraran mal, pero a Yera se le quedó el último lanzamiento en la zona. Es un ser humano, no una máquina. (Yo hubiera optado por la base intencional).
—¿Por qué no lanzó Héctor Mendoza, si es el mejor cerrador?
—Es que está lesionado de un brazo, no podía pitchear más de un inning y lo dejamos para matar.
—¿Por qué trajiste a Moinelo antes que a Yoanni Yera en el séptimo?
—Porque el pinareño estuvo bien en todo el torneo; había hecho buenos relevos, ahora salió mal.
—¿Por qué no dejaste un poco más a Ismel Jiménez en el séptimo?
—Pude haberle permitido seguir lanzando, pero opté por cambiarlo, fue una decisión nuestra.
—¿Por qué no tocó la bola Raúl González en el octavo?
—¿Y qué tú crees que yo indiqué que hiciera? Esa es una jugada de ABC, solo que él quiso sorprender y el sorprendido fue él.
—Para mañana (hoy), ¿quién lanzará por el bronce?
—Aún no sabemos, quizá Lázaro Blanco, quizá Freddy Asiel, aunque Canadá y Puerto Rico tienen a varios zurdos en la alineación.