La fuerza de Osvaldo Vázquez se ha hecho sentir en la ofensiva de los Tigres. Autor: Juan Moreno Publicado: 21/09/2017 | 06:06 pm
Agazapados, como es costumbre en los de su especie, los Tigres de Ciego de Ávila aguardaron por el momento preciso para dar los zarpazos más letales. Su presa andaba herida, pero había dado muestras de vida hasta colocarse a seis outs de sobrevivir a una tercera mordida de forma consecutiva. Pero su destino ya parece trazado.
Hasta ese octavo inning andaban los felinos de Roger Machado en la jaula hacia donde los había conducido el derecho Lázaro Blanco. El serpentinero más exitoso de la campaña había hecho honor a su condición, lanzando siete entradas en las que su único pecado fue equivocarse frente a Osvaldo Vázquez. El enmascarado local anda en estado dulce y descargó toda su furia sobre un lanzamiento bajo para acortar distancia con su cuarto vuelacercas de la postemporada.
El límite de lanzamientos cortó la faena del diestro granmense, y todos en el José Ramón Cepero se frotaron las manos. Para nada es secreto que el pitcheo de segunda línea es un lazo en el cuello de los Alazanes, y se cumplieron los peores presagios para el alto mando granmense. Quizá por eso Carlos Martí extendió la agonía de José Ramón Olivera en el box, y los de casa no desaprovecharon la oportunidad.
El pelotazo abriendo inning a Giorbis Borroto prendió las alarmas que no cesaron hasta que los anfitriones se pusieron en ventaja. Entre una cosa y otra, un sacrificio y un boleto intencional, más tres sólidos cohetazos —los de Humberto Morales y Yeniet Pérez para impulsar— desdibujaron por completo la ventaja fraguada por
los visitantes en el quinto episodio, único momento en que parecieron la maquinaria letal de toda la temporada. Ni la experiencia de Ciro Silvino Licea, ni las buenas intenciones de Dariel Góngora, recurso de última hora, pudieron contener la hemorragia.
Antes de eso, Vladimir García los había sumido en el silencio. Pero algún resorte saltó o fue un flashback en la memoria el que propició los cuadrangulares de Yordanis Alarcón, Adrián Moreno y Alfredo Despaigne que a muchos hicieron pensar —entre los que me incluyo— que los Alazanes estaban de vuelta y que la Serie recobraría su equilibrio.
Pero todo fue un espejismo, porque la artillería granmense siguió sumida en horas bajas, dejando en dos ocasiones todas las bases ocupadas y en total a diez hombres en circulación.
Solo una reacción radical sacaría hoy a los Alazanes del camino al matadero. Desempeños como los de Guillermo Avilés —en blanco en 15 turnos con cinco ponches— son la mejor muestra de que la pólvora anda mojada, y ahora sin su mejor carta monticular disponible para el duelo de esta tarde (3:00 p.m.), se cierne un manto rayado sobre la próxima final del béisbol cubano.
Por coincidencia, hoy también pudiera quedar definido el otro candidato al trono, si en definitiva los Piratas de la Isla de la Juventud disparan en la noche el único «cañonazo» que los separa de la gloria. Pero ojo, los Cocodrilos matanceros no serán un blanco fácil, y frente a los suyos, con Jonder Martínez en la lomita, suelen crecerse. Así que nada raro sería un séptimo juego en el pantano.