A estas alturas todo amante del buen espectáculo —y nótese que no hago distinción en cuanto a la esfera, tipo o contenido— debe estar harto complacido con la inauguración de los XXX Juegos Olímpicos, acaecida en Londres, independientemente de los gustos y preferencias. Yo, por mi parte, siempre con un ojo en el papel y otro en la TV, continúo con la saga dedicada a la historia de estas justas. Hoy repasaremos la figura de uno de los más grandes atletas que ha pisado tierra bajo los cinco aros, el mítico Michael Johnson.
El Pato es considerado uno de los mejores velocistas de todos los tiempos, siendo el primer hombre en lograr cetros simultáneamente en los 200 y 400 metros planos. La proeza fue firmada en el Campeonato del Mundo de Goteborg 1995.
A su espeluznante palmarés se suma que durante nueve años consecutivos no perdió ni una sola carrera en la vuelta al óvalo, prueba en la que posee el récord del orbe (43,18 segundos), además de ostentar 22 cronos por debajo de los 44,00, epopeya intacta hasta la fecha.
Junto al «extraterrestre» Usain Bolt, es dueño de la mayor cantidad de tiempos inferiores a los 20,00 segundos empatando dos hectómetros (ambos atesoran 23).
Sus inicios en el deporte no fueron muy venturosos, pues se vio afectado por varias lesiones que le impidieron competir en los Juegos Olímpicos de Seúl, en 1988.
Dos años más tarde se licenció en la Baylor University y, ya recuperado de algunas lesiones, comenzó a correr las pruebas de 200 y 400, registrando tiempos inalcanzables para el resto de los simples mortales que respiraban entonces.
Cuando estaba dispuesto a adjudicarse el oro en Barcelona 1992, nuevos problemas de salud le impidieron saborear títulos individuales, aunque contó con el aliciente de la corona en el relevo largo.
Tuvo que esperar la fiesta de casa en 1996, año de la justa de Atlanta, para tomarse la revancha con dos títulos y sendas plusmarcas, olímpica en 400 y universal en 200. Con esta última, el portento estadounidense ponía fin a la hegemonía del italiano Pietro Mennea, quien había establecido en México 1968 un tope que perduró diecisiete años (19,72 segundos), y el cual Johnson pulverizó al estampar 19,66.
Para autenticar la hazaña los organizadores del evento tuvieron que modificar el programa de competencias, pues el inicialmente aprobado no dejaba suficiente tiempo de recuperación entre una carrera y otra.
El Pato asistió a Sydney 2000 con 33 años, dejando bien claro que seguía siendo el rey de la vuelta al óvalo. Así, consiguió la presea dorada volando una pista completa.
Un año después anunció que, tras participar en algunas reuniones atléticas, se retiraría del circuito profesional al final de la temporada. Disputó su última carrera en Brisbane (Australia) el 7 de septiembre de 2001, durante los Juegos de la Amistad.