En el patio de su casa, Matos ha creado las condiciones para entrenar. Autor: Roberto Morejón Guerra Publicado: 21/09/2017 | 05:11 pm
MAYABEQUE, Güines.— La conga arrolla y con ella se escucha el sonido de los metales y las voces a coro: «¡Oye que llegó el campeón!». Una multitud de personas esperó hasta después de la medianoche para recibir a José Luis Matos Gutiérrez.
Es un niño y viene de un largo viaje: Taipei de China-La Habana (más de un día de vuelo), y luego casi una hora de carretera hasta detenerse ante la vivienda de dos plantas. Le queda bien la ropa deportiva del equipo Cuba y luce con naturalidad la medalla de plata conquistada en el Campeonato Mundial de Béisbol Infantil, categoría 11-12 años, con sede en Taipei de China.
En su rostro no se advierte gesto de altanería alguna, aunque fue uno de los cuatro cubanos que integró el equipo Todos Estrellas. Finalizó como líder en hits (15), carreras anotadas (13), jonrones (6), total de bases (39). Además, quedó segundo en impulsadas (18) y cuarto en promedio ofensivo (600).
«En los 32 años de experiencia que tengo en el terreno (del preuniversitario Juan Borrell), Matos es el único alumno que en la categoría 11-12 ha podido sacar la bola de jonrón por encima de las cercas. Esa pelota salió por el right field, cruzó de largo la calle y fue a parar al Comité Militar. Recorrió una distancia aproximada de 325 pies», comenta su actual entrenador, Israel Gil.
A su alumno, nacido el 31 de enero de 1999, lo describe así: «Matos es un atleta que reúne todas las condiciones para jugar pelota. Es bueno bateando y lo mismo cubre en primera base, que en los jardines, o lanza. Además, tiene la ventaja de ser zurdo, pues ahora salen pocos. Viene destacándose desde hace rato. En la categoría 9-10 años hizo la preselección del equipo Cuba y en el último corte lo eliminaron».
Curiosamente, José Luis es derecho y en la pelota se hizo zurdo por necesidad. Cuenta Yohana Gutiérrez, su madre, que antes de los cinco años el niño se entretenía jugando al «taco» o «cuatro esquinas» en el barrio. Entonces un primo suyo, Reinaldito, le regaló un mascotín (guante para primera) zurdo.
«Al principio era incómodo, hasta que me adapté», dice José Luis, quien admira al primera base de Industriales, Alexander Malleta. «Me gusta su estilo de bateo separado del hombro. Trato de hacerlo como él. Es una manera cómoda y elegante», confiesa.
Su pitcher favorito es el zurdo de Alquízar Yulieski González. «Sigo todos sus juegos, él tiene muy buen control», dice.
La pelota como receta
De pequeño, José Luis Matos fue muy intranquilo. Por eso su mamá lo llevó con el psicólogo y el psiquiatra. Le hicieron algunas pruebas y la respuesta fue contundente: «El niño no tiene problemas. Apúntelo en algún deporte para que queme energías».
El béisbol fue la solución. «En la familia, sus abuelos paternos siguen la pelota y el niño veía los juegos por la televisión, o iba con ellos al estadio. Pero cuando estaba en preescolar se reincorporó al área especial el entrenador Fidel Armenteros, quien lo inició en el deporte, junto a Fernando Roque «Machito», cuenta la madre.
El niño reconoce que a ellos les debe las herramientas principales. «Machito me enseñó cómo jugar en primera base y con Fidel aprendí a batear. Me habló de lo importante que es girar bien la cadera, mantener la vista fija en la bola desde que sale y luego correr fuerte para la base.
«Con ellos estuve dos años y medio. Luego empecé con Osvaldo Matos y Juan Carlos Chapellí, quien me enseñó el pitcheo. Descubrieron que tenía buen brazo porque tiraba bien para las bases.
«Los próximos entrenadores fueron Israel Gil y Roy Torres, con quienes aprendí a virarme para las bases».
En la casa están creados los mecanismos para que el niño entrene cuando falle el área. Tanto es así, que el padre, José Luis Matos, aprendió a jugar pelota para entrenar al pequeño.
Confeccionó una malla de 1,50 metros de ancho y dos metros de altura, así como un «batintín» (trípode de cabillas con una pieza que permite adaptarlo a varias alturas; encima lleva una manguera tipo amortiguador, donde se coloca la pelota). Ambos implementos complementan la práctica de bateo.
«Con el batintín practico el bateo en strike. Lo pongo a la altura de la rodilla y poco a poco lo voy subiendo hasta llevarlo a las axilas. Así aprendo a darle bien a las bolas altas y bajitas», explica José Luis.
«Mi papá o mis primos me tiran chapitas de pomos a las que les doy con un palito de escoba. Esto es para aprender a darle en el medio a la bola. Pero solo lo hago en períodos alejados de las competencias», comenta.
—¿Cómo llevas el estudio y el deporte?
—Primero está el estudio y después la pelota. Las tareas muchas veces las hago en la escuela en el horario del receso con la ayuda de mis maestros.
José Luis terminó sexto grado con 95,5 de índice general. Unos quince días antes de los exámenes finales se preparaba fuera de Güines para asistir al Mundial.
—¿Cómo supiste que irías al Mundial?
—Llamaron por teléfono a la casa y mi mamá me dio la noticia. Imagínate, me puse alegre, contentísimo, porque estaba entre los 18 mejores del país. Por fin iba a representar a Cuba.
—¿Qué te impresionó más del viaje?
—Impresiona todo. Era la primera vez que veía un avión de cerca y lo montaba. Cuando despega sientes una cosquilla dentro…
—¿Fue difícil adaptarse al cambio de horario?
—Al segundo día de estar en Taipei de China casi me había adaptado, aunque son 12 horas de diferencia. El terreno donde jugamos era corto y sintético y aquí donde entrenamos siempre es largo y bastante irregular. Casi no tuvimos tiempo de extrañar porque había que concentrarse en los juegos. Fueron ocho y descansamos dos días, solo cuando terminaba pensaba en la casa.
—¿Cuándo sentiste más presión?
—En el último juego contra el equipo sede. No pude embasarme. Le di bien a la bola, siempre de línea, pero salieron de frente y todas me las cogieron.
—En semifinales le empataste el juego a Venezuela. ¿Cómo fue aquello?
—Desde el banco observé bien al pitcher, que era zurdo. Me tiró al medio y le pegué fuerte. Así salió el jonrón que empató el juego. Ese era un partido decisivo porque estábamos discutiendo el pase a la final.
—No te fue tan bien lanzándole a Japón…
—Ese es tremendo equipo. Me dieron dos hits y me hicieron una carrera, pero luego di un jonrón y también empaté el juego.
—Te recibieron como un héroe, ¿lo esperabas?
—Sabía que mis amigos y mi familia me recibirían, pero no esperaba tanta gente en la cuadra. Fue emocionante.
—Además de jugar pelota, ¿qué te gusta hacer?
—Escuchar música: reguetón. También representar a mi escuela Raúl Gómez García en los juegos de voleibol, baloncesto o fútbol. No debo hacerlo porque puedo lesionarme, pero me embullo. Es emocionante competir junto a mis amigos contra niños de otras escuelas.