James Dillard, un peluquero de 40 años, no encontró otra manera para que su cliente no cuestionara más la velocidad a la que le cortaba el cabello, que arrancándole media oreja de un mordisco. Primero discutieron. Pero el usuario osó romper de un golpe la puerta del local. Dillard decidió ponerlo en su lugar y ubicó al quejoso muchacho fuera de su barbería, pero con una oreja de menos. No de acuerdo con los métodos del peluquero, la policía arrestó al agresor. ¡Menos mal que no tenía las tijeras a mano!