Tres adolescentes estadounidenses de 15, 16 y 17 años dieron muestras de ser fieles a CSI y decidieron no dejar a nadie para hacer el cuento en la casa donde robaron videojuegos, DVDs, joyas, una caja de seguridad y una pistola de aire comprimido. Con premeditación y alevosía dieron muerte a los únicos seres vivos de la escena del crimen: los peces. Cuando la familia arribó a su casa, los animalitos habían sido envenenados con ketchup. Según el sargento Mike Hernández «al parecer el joven miró al tanque y le dijo a sus compañeros que no podían dejar testigos».