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La eterna Diosa Negra de los cabarés cubanos

Juana Bacallao ha trascendido el tiempo y el espacio convirtiéndose en un símbolo de la pasión y la creatividad que define a Cuba. El telón se cierra con pesar para despedir a una leyenda

Autor:

Félix A. Correa Álvarez

En cada esquina de La Habana su presencia se siente como una melodía que se niega a desvanecerse, una llama que arde eternamente en el corazón de los que la aman. Juana Bacallao ha trascendido el tiempo y el espacio, convirtiéndose en un símbolo de la pasión y la creatividad que define a Cuba.

En el corazón de La Habana, el telón se cierra con pesar para despedir a una leyenda, a la eterna Juana Bacallao. Con su partida, Cuba pierde a una artista única, a una show woman que desafió convenciones y se convirtió en un ícono del cabaret cubano desde los años 50 del siglo pasado.

Neris Amelia Martínez Salazar, su nombre de pila, nació el 26 de mayo de 1925 en La Habana, fue criada en la humildad del barrio de Cayo Hueso. Huérfana a temprana edad, aprendió desde joven a defenderse sola, encontrando en la música un refugio. Aunque nunca estudió formalmente, dominaba el piano y las tumbadoras, demostrando un talento innato.

Sus inicios fueron humildes, trabajó como empleada doméstica hasta que el destino la llevó a ser descubierta por el maestro Obdulio Morales mientras limpiaba unas escaleras en La Habana. Su voz resonó entre las paredes, atrayendo la atención de Morales, quien la catapultó al estrellato con la icónica guaracha Yo soy Juana Bacallao. Así, Neris se transformó en Juana, la inmortal Juana Bacallao, la negra que en el bembé salpicaba para no mojar.

Sin embargo, el camino hacia el reconocimiento no fue fácil para Juana. Durante muchos años los estudios de televisión la rechazaron, considerándola representante de una subcultura inapropiada. Pero Juana no se dejó amedrentar por las críticas y, con determinación y talento, logró abrirse paso en los escenarios más importantes de la Isla.

A pesar de no contar con los medios de difusión convencionales, Juana Bacallao encontró su propio camino hacia la fama y el reconocimiento. Lejos de la televisión, la radio o los grandes teatros, ella supo cómo hacer que su nombre resonara en cada rincón de la ciudad. ¿Cómo lo logró? Con un ingenio y sentido del marketing únicos y muy personales.

En una época en la que los celulares aún eran una fantasía lejana, Juana llevaba consigo un accesorio poco convencional: un auricular de teléfono. En cualquier lugar donde se reuniera un grupo considerable de personas, lo sacaba y comenzaba a hablar en voz alta, dando órdenes y haciendo alarde de su presencia. «Ténganme lista la comida que ya voy para allá», «Díganle al peluquero que me espere», eran algunas de las frases que soltaba, dejando a todos sorprendidos por su extravagancia y seguridad.

Pero no solo se destacaba por su excentricidad verbal. En las calles de La Habana, Juana era toda una celebridad. Disciplinadamente, esperaba el cambio de luz en los semáforos, agradeciendo con una sonrisa a los conductores que se detenían para dejarla pasar. Y cuando alguien le decía que hacía mucho tiempo no la veía, ella respondía con una voz clara y segura: «Yo no salgo de día, porque las estrellas solo salimos de noche».

El vestuario de Juana era tan llamativo y estrambótico como su personalidad. Con pelucas exuberantes, tacones altísimos y pendientes largos, ella recorría las calles de La Habana como una verdadera diva. Pero más allá de la extravagancia, Juana siempre mantuvo un estándar de calidad en su vestimenta, demostrando que la moda podía ser audaz y elegante al mismo tiempo.

Juana Bacallao trascendió el tiempo y el espacio, convirtiéndose en un símbolo de la pasión y la creatividad que define a Cuba.

A lo largo de su carrera, Juana Bacallao brilló en escenarios de renombre tanto dentro como fuera de Cuba. Desde el hotel Capri hasta la Opéra-Comique en París, su carisma y talento cautivaron al público internacional. Su modo de interpretar, combinando letras de canciones con textos burlescos o trágicos, grandilocuente gestualidad y extravagante vestuario, la convirtieron en un ícono del cabaré cubano. Conocida por su estilo único, Juana llevó consigo el alma cubana a cada rincón del mundo.

Durante sus actuaciones, no solo compartió escenario con personalidades cubanas de la talla de Celeste Mendoza y Rosita Fornés, sino que también tuvo el honor de presentarse junto a figuras internacionales como Nat King Cole y Cantinflas. Su talento la llevó a recorrer países como Estados Unidos, Francia, México y España, dejando una huella imborrable en cada escenario que pisaba «Juana la cubana».

Su espectáculo era único e irrepetible, pues Juana improvisaba sobre la marcha, interactuaba con el público, contaba chistes, bailaba y cantaba lo que le viniera en gana, sin seguir ningún libreto ni partitura.

Juana se hizo famosa por su humor irreverente, su lenguaje coloquial y su personalidad arrolladora. No le importaba lo que dijeran de ella ni se dejaba intimidar por nadie. Una vez, en un programa de televisión, la presentadora italiana Raffaella Carrà le preguntó cuál era su signo zodiacal, y Juana le respondió: «Yo soy de La Habana, y tú, ¿de dónde eres?».

Pero como en toda gran historia, hubo momentos oscuros. Juana enfrentó una dura batalla contra el alcohol. Sin embargo, su fuerza interior y su determinación la llevaron a superar este obstáculo, regresando a los escenarios con renovado vigor y vitalidad.

A pesar de no poseer una voz melodiosa, Juana cautivaba con su autenticidad y espontaneidad. Improvisaba, desafinaba, cambiaba las letras de las canciones a su antojo. Su voz áspera y su estilo irreverente la convirtieron en una figura inigualable, un espectáculo fuera de lo común que cautivaba al público con su autenticidad y cubanía.

A lo largo de su carrera recibió numerosos premios y reconocimientos, incluyendo la Distinción por la Cultura Nacional, la medalla Alejo Carpentier, un Disco de Oro en Canadá y el Premio Nacional del Humor en 2020. Estos galardones son solo un reflejo del impacto duradero que dejó en la escena artística cubana y en el corazón de todos aquellos que tuvieron el privilegio de presenciar su espectáculo.

Hoy, mientras Cuba llora la pérdida de su querida Juana Bacallao, su legado perdura en cada rincón de la Isla. Porque Juana no fue solo una artista, fue una fuerza de la naturaleza, una musa inspiradora que seguirá brillando en la memoria colectiva como la eterna Diosa Negra de los cabarets cubanos.

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