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Ábájade y la música para abrir caminos

El grupo francés, de estreno en los escenarios cubanos del Jazz Plaza, presenta su primera producción discográfica Latopa

Autor:

Sergio Félix González Murguía

Ábájade es una palabra yoruba que está asociada al movimiento, el dinamismo y la energía que quiere salir de nosotros para impulsarnos hacia nuevas experiencias. Esa es la tesis que vislumbró Thomas Celnik cuando decidió emprender un viaje musical, junto a sus compañeros, a través de sonoridades y ritmos afrocubanos.

El grupo francés Ábájade, una experiencia de creación colectiva compuesta por ocho integrantes, desembarca por estos días en Cuba, como parte del 39no. Festival Internacional Jazz Plaza. Durante la cita musical serán cinco las presentaciones que posibilitarán el encuentro del público con esta agrupación que propone sonoridades novedosas e interpretaciones permeadas por el R&B y el soul, de cantos yorubas, y trae bajo el brazo su primera producción discográfica Latopa (2023).

Quienes asistan a las presentaciones previstas de la banda en La Zorra y el Cuervo, la Casa de la Cultura de Plaza, Fábrica de Arte Cubano o la sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba tendrán la oportunidad de vivir, sin dudas, una experiencia nueva a cargo de un grupo de artistas que, un día, por diferentes caminos y experiencias de vida, accedieron a los ritos y costumbres asociados a la música afrocubana, y el característico poder del tambor batá. Esos elementos los fusionaron con el jazz contemporáneo, los ritmos haitianos, ciertos aires de timba que conectan con nuestro acervo cultural, a través de cantos a deidades como Eleguá y Obatalá.

Por ello Juventud Rebelde quiso conversar con algunos integrantes de esta agrupación joven, que con apenas cinco años de existencia, y tras varias presentaciones en su ciudad de origen, París, hacen una defensa genuina de lo que conocemos como world music.

Thomas Celnik es pianista y asegura que su interés por la percusión y los batá surgió de manera casual en unas clases de percusión. La espiritualidad asociada a los sonidos percutidos lo llevó, incluso, a viajar a la India, pero cuando conoció el batá y el imaginario de los orishas no se pudo resistir y se adentró en un profundo proceso de investigación que lo ha traído en reiteradas ocasiones a Cuba, donde ha fraguado excelentes relaciones con importantes exponentes del instrumento, como Adonis Panter y Bárbaro “Machito” Crespo.

«La esencia de Ábájade está en no cansarnos de buscar y seguir haciendo cosas nuevas. No nos gusta quedarnos en el mismo lugar. Entonces siempre vamos transitando un camino», asegura el creador, flanqueado por otros dos componentes de la agrupación, la percusionista Syrielle Guignard y el baterista Julien Catherine.

Thomas y Julien se conocían desde que estudiaban jazz en una escuela de música. «Siempre estábamos tocando juntos. Empezamos a tocar la música del saxofonista puertorriqueño Miguel Zenon y su mezcla de la plena puertorriqueña con el jazz contemporáneo. Usamos esa influencia porque tiene elementos armónicos y rítmicos muy interesantes. Entonces el primer EP de Ábájade está nutrido de su música. Después empezamos con los batás, llegó
Syrielle y así fuimos conformando el grupo».

Julien compartió desde el inicio la pasión de Celnik por los ritmos africanos, concretamente, por las percusiones del oeste de África. «Pienso que hay una gran conexión con las percusiones de Senegal. Hay muchos percusionistas que tocan muchas tradiciones de percusión en París y también pasé las clases de tambor batá. Fue luego en La Habana, durante tres años, que estudié batá a fondo, fui a muchos tambores y ceremonias, aprendí del güiro, de cajón».

Esa fascinación encontró las voluntades de otros músicos que dentro del fuego cosmopolita de París calentaron sus tambores  con sus propias curiosidades. Entonces apareció Syrielle Guignard, quien se confiesa una apasionada de las formas ejecutorias de la percusión afrobrasileña y del vudú en Haití, y no disimula su fascinación por estar por primera vez en la capital cubana. Es una novedad que comparte con el resto de integrantes que, a diferencia de Thomas y Julien, nunca antes habían venido a Cuba. Ahí están Cyprien Corgier en los coros y el güiro, Waly Loume en las congas, Thibaud Merle en el saxofón, Antonin Pauquet en el bajo y la cantante Sophye Soliveau.

«La esencia de Ábájade está en no cansarnos de buscar y seguir haciendo cosas nuevas», según aseguran estos tres integrantes de la agrupación. Foto: Nileyan Rodríguez

Cada uno viene aportando elementos diversos a la visión de Ábájade: unos desde el rock, los coqueteos con la timba, otros desde sonoridades vocales como las de Erykah Badu, y todo ello desde la riqueza cultural de la capital francesa. Para Thomas, «París es una ciudad muy diversa. Y se puede ver excelente música porque hay comunidad cubana, comunidad de India, brasileña, de cualquier país, y puedes ir con mucha facilidad a escuchar maestros genuinos de esas tradiciones».

Desborde de apertura y libertad

Latopa es el nombre de la primera producción discográfica de Ábájade que estarán presentando durante el Jazz Plaza. Fue un disco cuya producción tardó año y medio y vio la luz en febrero de 2023, resultado de un concierto en vivo, amasado con especial cuidado, varios ensayos y presentaciones previas, aseguran sus intérpretes. Siete temas que abordan,
desde visiones contemporáneas, cantos y ritos a los orishas, algo que recuerda a la fuerza arrolladora de Síntesis o a la sabrosura de Irakere.

Sin embargo, confiesan sus intérpretes que, aunque tenían la referencia del conjunto de Chucho Valdés antes de grabar su producción, no fue hasta después de publicado el disco que descubrieron por recomendaciones a la banda de los Alfonso. «En uno de mis viajes a Cuba compré la trilogía de Ancestros y estuve dos meses sin parar de escuchar esos discos. ¡Qué genialidad!», asegura emocionado Thomas Celnik.

Las influencias para Latopa son todas de alto vuelo. «El canto a Obatalá fue el primer tema yoruba que descubrí de una versión en vivo de Batacumbele y eso era increíble. Las canciones yoruba nos llaman mucho desde el corazón y queremos hacer mucho con ese sentimiento. El disco se llama Latopa en referencia a Eleguá, quien te abre y cierra los caminos, y al ser nuestro primer disco es como abrir el camino de Ábájade. Ensayamos mucho y compartimos ideas con Machito Crespo, quien nos ayudó a fijar algunos elementos y a lograr estas energías».

Todas esas energías, Ábájade nos las estará transmitiendo durante el Jazz Plaza 2024, días que le darán la posibilidad de compartir escena con intérpretes como el saxofonista Irving Acao y también grabar temas de estudio para su próxima producción junto a músicos cubanos, aseguran, en el estudio de Formell y Los Van Van. Así lo precisa Celnik: «Los temas que grabaremos aquí son de música yoruba, después ya veremos qué más hacemos, porque tenemos muchas influencias. Eso sí, no vamos a hacer música que no conocemos. Para hacer este disco debimos estudiar durante varios años, entonces no creo que ahora cambiemos el rumbo tan fácilmente hacia música brasileña o música india».

«Pero, maracatú sí», apostilla Syrielle entre sonrisas, haciendo referencia a un ritmo afrobrasileño que le encanta. Dicha plena la de encontrarnos con esta joven agrupación que aúna diversidad de visiones en torno a ese espacio de creación colectiva que es el jazz, un género que para Thomas tiene que ver con la trascendencia y la espiritualidad de estar tocando por y para algo más grande que nosotros. Para Syrielle, el jazz se resume en una palabra, «apertura», y Julien matiza ese concepto diciendo que «siempre habrá un riesgo en abrir demasiado el foco y hay que estar atentos. Es como cocinar, si pones demasiados ingredientes, no defines el sabor. Entonces tenemos que tener cuidado y hacer una cosa que pueda hablar a la gente y llegar de manera libre. Eso es el jazz».

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