La definición de inteligencia artificial (IA) está hace rato de moda. Siempre que la escucho me viene a la mente cómo sería su opuesto, es decir la brutalidad artificial, pues de la natural hay bastantes ejemplos. Por arribita, la IA se puede presentar como la habilidad de una máquina de mostrar las mismas capacidades que los seres humanos, como el razonamiento, el aprendizaje y la capacidad de planear.
Para entenderlo mejor, sin subestimar su inteligencia natural, imagine que una máquina recibe datos (ya preparados o recopilados a través de sus propios sensores, por ejemplo, una cámara), los procesa y los responde.
Muchas de las acciones de la vida cotidiana ya aplican esta herramienta. No trataremos de convencerlos, pero el escaneo de carnés se puede considerar parte de esta tecnología.
La compra por internet también está basada en ella, a pesar del atraso, el desvío y los faltantes de algunos productos. Durante la COVID-19 tuvo mucho auge a nivel planetario monitoreando, por ejemplo, la temperatura a la entrada de aeropuertos y centros comerciales. Es posible que el «paso podálico» se pueda considerar igualmente un aporte en este sentido, a pesar de lo rimbombante de su nombre. Otro ejemplo puede ser la identificación de una huella dactilar o el código QR que desde su carné de identidad puede dar santo y seña de su persona.
En muchas culturas y regiones se teme que esta tecnología produzca desempleo, al no necesitar de tantas personas en procesos productivos y desde casa la veo como una gran oportunidad para acabar con el burocratismo.
Como aún es asunto poco conocido, el dedeté le ofrece algunas visiones de sus dibujantes sobre el interesante tema.