El intelectual Pablo Armando Fernández figura entre los más destacados poetas, novelistas, traductores, ensayistas, y dramaturgos de nuestro país. Autor: Archivo de JR Publicado: 04/11/2021 | 10:08 pm
Pablo Armando Fernández dijo entre versos: «Yo que he hablado en lenguas, conozco la piedad que mora en las palabras: llovizna, asilo, hospital, penumbra». Y deja este mundo, él, que también fue «pobre, extranjero, sombrío» y supo «mirarle el rostro a la inocencia»; pero su letra no yace. Desde la excelsitud de una obra vastísima, habita la posteridad de la cultura cubana.
Nacido el 2 de marzo de 1930 en el central Delicias, de la antigua provincia de Oriente, este intelectual figura entre los más destacados poetas, novelistas, traductores, ensayistas y dramaturgos de nuestro país.
Proviene de una familia campesina, muy vinculada a las gestas emancipatorias durante la colonia. Su bisabuelo participó en la Guerra de los Diez Años y su abuelo luchó en la contienda de 1895. De esa estirpe libertaria heredó su espíritu y vocación independentista.
Parte de su formación académica la recibe en la Washington Irving High School y en la Universidad de Columbia, de Estados Unidos, lugar donde reside desde 1943 hasta 1959. Regresa a la Patria tras el triunfo revolucionario, con el afán de incorporarse al proceso transformador que sacudía a la Isla.
«Si yo me hubiese quedado en Estados Unidos o en cualquier parte del mundo no hubiese escrito, por ejemplo, En el vientre del pez ni Otro golpe de dados ni mi Libro de los héroes. Porque cuando regresé en el año 1959, todo lo que tenía escrito era poesía», dijo en una entrevista años después de su retorno.
De una obra, toda la poesía
Tuvo una vida intelectual plena y activa. Fue jefe de publicaciones de la Comisión Nacional de Cuba en la Unesco, subdirector del periódico Lunes de Revolución, secretario de Redacción de la revista Casa de las Américas y director de la revista Unión.
Apoyó desde su membresía al Consejo Editorial de la Academia de Ciencias de Cuba y ejerció como secretario del Centro Cubano del PEN Club Internacional. Fue miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua y correspondiente de la Real Academia de la Lengua Española.
Pablo Armando Fernández representó a Cuba en eventos culturales de todo el orbe, entre estos, bienales de poesía en Bélgica (1963-1965), encuentros de poetas de Spoletto (Italia, 1965) y ediciones del Congreso de Poetas de Edimburgo (1964-1965).
Su obra, traducida a diferentes idiomas, recoge al menos 20 libros de poesía, tres novelas, un volumen de relatos y uno de ensayos.
Entre sus títulos más reconocidos se encuentra Los niños se despiden, novela que le valió el Premio Casa de la Américas en 1968. El relato, poblado de voces y rememoraciones, edifica una nueva mitología de las raíces cubanas.
En 1969 recibe el Accésit Premio Adonais, en España, por su libro de poesía Un sitio permanente. Nueve años más tarde publica Suite para Maruja, considerada como una de las más grandes obras poéticas de la literatura cubana.
Con su poemario Campo de amor y de batalla obtiene el Premio de la Crítica en 1985, texto que según el jurado «marca cierto rompimiento superador en el manejo del lenguaje».
Cubano y universal
Una de las virtudes más trascendentes en la trayectoria de Pablo Armando Fernández fue llevar el nombre de Cuba a numerosos lugares del mundo.
Contribuyó desde la docencia con universidades extranjeras de todos los continentes, incluidos África y Australia. Disertó en instituciones académicas de países como España, Italia, Francia, Grecia, Suecia, Finlandia, Islandia, Dinamarca y naciones que componían la ex Yugoslavia.
Fue asiduo conferencista de las más reconocidas universidades norteamericanas. Prestigió, además, a centros de estudio en Canadá, México, Venezuela, Panamá, Colombia, Puerto Rico, Barbados y República Dominicana.
Entre sus labores más destacadas figuran sus intervenciones como jurado en prestigiosos certámenes, díganse el Premio Miguel de Cervantes (1992), el Premio Casa de las Américas y el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Durante 1962-1965 fue consejero cultural en Reino Unido.
En 1996 el Ministerio de Cultura de Cuba le entregó el Premio Nacional de Literatura, como distinción a su prolífera obra. De igual forma, la Feria Internacional del Libro de 2003 estuvo dedicada a su trayectoria. «No creo en el azar, creo en la escritura», dijo entonces.
Por su formidable contribución al intercambio académico entre Estados Unidos y Cuba obtuvo el Premio de la Latin American Studies Asociation (LASA).
«El lauro concedido por LASA es solo un hito en una existencia inquieta que lo mismo lo llevó a la Columbia University que a la India o a Turquía», escribió sobre Pablo Armando el ensayista cubano Roberto Méndez Martínez.
«Cuando pienso en él, las imágenes se mezclan en mi mente, como en uno de esos filmes de Antonioni donde la realidad se define a partir de una yuxtaposición de secuencias inesperadas: unas veces veo al joven que anda por New York y desafía el aire cortante de las avenidas para asistir al estreno de la obra que escribiera en apoyo al Movimiento 26 de Julio: Las armas son de hierro; otras imagino al joven diplomático de la Revolución entrando con todo aplomo al Buckingham Palace para saludar a la Reina; también está aquel que mira crecer las flores de Júpiter en un cercado o el que se sienta, cara a cara a conversar con la Intrusa. Siempre la imagen final la veo de espaldas: Pablo escribiendo, un poema de breves líneas o una novela cuyos folios cubren toda la habitación».
El fallecimiento de este valioso representante de la llamada Generación de los años 50, nos deja una huella de profunda tristeza.
Alpidio Alonso Grau, ministro de Cultura, expresó desde su cuenta en Twitter el sentir de la nación: «Un dolor hondo nos causa la muerte del gran poeta cubano Pablo Armando Fernández… uno de nuestros escritores más queridos. Lleguen nuestras condolencias a sus familiares y amigos».