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Te adoramos, Manzanero

Víctima de la COVID-19, este 28 de diciembre falleció el prolífico compositor mexicano, autor de más de 400 canciones románticas convertidas en himnos de enamorados de Latinoamérica y más allá

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Que acabe de una vez este 2020 funesto. Como si se hubiera vuelto más supersticioso, el mundo parece necesitar que queden más días en este calendario signado por el dolor, como el que acaba de causar en aquellos tantos que durante décadas se han enamorado con sus canciones, la muerte física del sin embargo inmortal Armando Manzanero, a solo unas jornadas de haber cumplido 85 años (nació el 7 de diciembre de 1935). El hijo ilustre de Mérida, Yucatán, había sido hospitalizado el pasado 15 de diciembre ante los fuertes síntomas que presentaba de COVID-19 y este lunes un paro detuvo para siempre un corazón del que emanaron las más bellas canciones de amor.

Contigo aprendí, Somos novios, Voy a apagar la luz, Esta tarde vi llover, Adoro, Por debajo de la mesa, No, Nada personal... consiguieron «desprenderse» de su autor para convertirse en un himno de muchos y alcanzar la selecta condición de clásicos que otorga el público que aprendió a adorarlo. Y aunque no se vanagloriaba de su gloria, Manzanero sabía que existen obras que vivirán eternamente.

¿El secreto de la perdurabilidad de sus canciones? Manzanero lo explicó en una entrevista de la siguiente manera: «La gente se abraza cuando va a bailarla. La gente la canta cuando tiene un romance. Siempre es un regalo de amor para la pareja. Por eso ve usted que pueden venir ritmos y hacer de todo, pero la canción romántica —no la llamemos bolero— va a estar siempre en un sitio. La pareja siempre necesita una canción para oír.

«Así como los pulmones necesitan de aire, el romance necesita de una canción. Todo el mundo cree en el amor, posiblemente la vida que se está llevando ahora, esa vertiginosidad (...) lo desvirtúen un poco, pero el buen amor va a existir siempre.

«La música que yo escribo es para hablar de ese amor que se conquista, que no se compra ni se arrebata», afirmaba y por eso se convirtió en la banda sonora de los apasionados de todo el continente y más allá. Tanto que tres años después de que en 2011 la Academia Latina de la Grabación le entregara el Premio por la Excelencia Musical (en 2001 le concedió el Grammy Latino por su disco Duetos), la de Estados Unidos lo reconoció con el Grammy honorífico a la trayectoria artística, distinción que recibió por vez primera un mexicano, en su caso, altamente orgulloso de su ascendencia maya. De hecho, estaba convencido de que parte de la magia de sus composiciones se la debía a haber visto la luz en esa tierra que lo ha venerado al punto de fundar la llamada Casa Manzanero, un museo dedicado a su músico más representativo.

«Estábamos expuestos a todo lo que fuera belleza, yo soy producto de una tranquilidad, de un canto de mar, de un aire insaciablemente puro, de un ambiente exageradamente sano, bonito, bello, por eso soy músico y puedo escribir letras con cierto romanticismo», dijo en una ocasión que conducía los pasos de la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM).

«Mis ancestros tienen que ver mucho con eso. Yo creo que es la esencia de lo que he hecho. Cuando uno estudia la vida de los mayas se da cuenta de que dedicaron mucho tiempo a la poesía, a la escritura, a la astronomía, cuando se pusieron guerreros cuando llegaron los conquistadores. Que les hayan enseñado a sus hijos qué pájaros no se podían cazar porque cantaban o la manera de estudiar las estrellas, tiene mucho que ver con lo que he compuesto», enfatizaba.

Creció en el seno de una familia de músicos, entre ellos su padre, uno de los fundadores de la orquesta Típica Yucalpetén, quien se encargó de su formación artística hasta que a los ocho años ingresó a la Escuela de Bellas Artes de Mérida.

«Yo, desde que nací, nací para ser músico, y soy músico las 24 horas del día, hasta cuando duermo soy músico. El piano siempre ha sido el amor de mi vida, mi eterno compañero, el señor que me ha dado todo», reconoció quien en 1957 inició formalmente su carrera en Mérida como pianista. Tiempo después, en los años 60, se trasladaría a Ciudad de México donde se ubicó entre los instrumentistas acompañantes más solicitados por intérpretes de la talla de Lucho Gatica, Pedro Vargas, Carmela y Rafael, Luis Demetrio, Daniel Riolobos...

Con más de 20 versiones registradas, Nunca en el mundo se tituló la pieza que empezó a evidenciar un enorme talento que ha dejado para la posteridad más de 400 que grabó a lo largo de su vida, muchas de las cuales fueron defendidas por intérpretes de fama mundial como Luis Miguel, Angélica María, Raphael, Elvis Presley, Dionne Warwick, Alejandro Fernández, Chavela Vargas, Christina Aguilera, Tania Libertad, Frank Sinatra, Tony Bennett, Julio Iglesias, Elis Regina, Paul Muriat...

Omara Portuondo también se halla en ese grupo selectísimo. Junto a nuestra Diva actuó en La Habana en julio de 2018, un sueño que llevaba tiempo acariciando. «Ahora vamos a cantar, pues yo aprendí a hacerlo con Cuba», dijo entonces Manzanero a ese público que lo abrazó con calor en el Malecón habanero.

El músico mexicano Armando Manzanero actúa con la cantante cubana Omara Portuondo en La Habana en julio de 2018. Foto: Jorge Beltrán/AFP

De esa admiración que siempre le profesó la Mayor de las Antillas dio fe también Haila María Mompié, cuando nombró su octava producción discográfica, Con todo respeto. Haila canta a Armando Manzanero. Sería este interesante fonograma contentivo de 11 temas firmados por el autor de Esta tarde vi llover, la canción que entre 1920 y 2015 lideró el ranking de las mejores 50 latinas, según la revista Billboard, otro de los más de 20 estudios que recogieron su vasta obra, al estilo de Mi primera grabación, A mi amor… con mi amor y Manzanero al Grande.

Como productor musical dirigió a artistas de varias tendencias como Luis Miguel, María Conchita Alonso de Ango y Presuntos Implicados, por solo mencionar algunos de los más sobresalientes.

Cuando lo interrogaban sobre sus canciones más queridas solía mencionar Esta tarde vi llover, pero también Contigo aprendí, «que ya tiene 60 años de vida y cada día es más importante».

«En la música no se puede decir que algo es antiguo o nuevo, solo existe la música buena y la mala. La música buena siempre se anda sacudiendo el polvo por los años que tiene, pero siempre agrada escucharla». Bien lo saben quienes han sentido la muerte de Armando Manzanero como si se tratara del ángel disfrazado de Cupido que les susurraba esas frases que muchas veces hubieran querido decir al ser amado, conscientes de que difícilmente haya verdadera resistencia después de cantarle al oído: Adoro, la calle en que nos vimos,/ la noche, cuando nos conocimos./ Adoro, las cosas que me dices,/ nuestros ratos felices,/ los adoro, vida mía./ Adoro, la forma en que sonríes/ y el modo, en que a veces me riñes./ Adoro, la seda de tus manos,/ los besos que nos damos,/ los adoro, vida mía.

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