Desde niño se alimenta del ambiente creativo reinante en su familia, entre versos e improvisaciones. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 16/05/2020 | 07:24 pm
La literatura circula por la marea de sus venas. Desde niño se alimenta del ambiente creativo reinante en su familia, entre versos e improvisaciones. En sexto grado escribió sus primeras redondillas, coplas y cuartetas, las cuales aprendió de su madre a la luz de una vela durante un apagón. En esa etapa ya redactaba también algunos cuentos.
Licenciado en Comunicación Social, instructor de arte en la especialidad de Teatro y egresado del Centro Nacional de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, Roly Ávalos Díaz ya tiene dos libros publicados y una lista de premios como poeta y narrador. Miembro del grupo Ala Décima y de la Asociación Hermanos Saíz, es uno de los directores del grupo poético-teatral-musical RolleX.
Textos suyos de diversos géneros aparecen en revistas y antologías de países como España, Colombia, México, Argentina, Ecuador, Estados Unidos, Venezuela e Italia. Entre sus reconocimientos se incluyen el primer premio en la categoría Lengua Castellana del concurso internacional St. Paul’s School, en Barcelona (2003).
También, el premio en el certamen internacional de décima Espinela Tuineje, en Santa Cruz de Tenerife (2011); premio en el Certamen Poético de la Orden Literaria Francisco de Quevedo (España, 2014); premio Ala Décima (Cuba, 2018); el de Décima Escrita Francisco Riverón Hernández (Cuba, 2018) y el premio Toda Luz y toda mía (Cuba, 2019).
Autor de los libros Mundo pañuelo y Boca de lobo, este joven inquieto recuerda con agrado su infancia en Alamar y Guanabacoa, en La Habana, cuando jugaba ajedrez y béisbol. Sin embargo, sus mejores travesuras fueron imaginarias, según narra. Se disfrazaba de personajes célebres, y le fascinaba leer.
«Sabía que tenía un tío poeta y famoso, quien cantaba unas vertiginosas seguidillas y enseñaba a improvisar décimas, Alexis Díaz-Pimienta. En las visitas a su casa, siempre aprendía algo junto a mi primo Axel, su hijo mayor. Hasta las rifas en los cumpleaños había que ganarlas mediante juegos de rimas. Recuerdo la explosión de creatividad, las ocurrencias, la alegría y el ingenio constantes, que solían terminar en guateques y controversias entre mis tíos», rememora quien también se desempeña como editor y corrector.
—¿Cómo asumes el proceso creativo?
—Busco siempre el equilibrio. Jugar mientras creas es un acto muy serio. Me exijo la consagración a esa ambivalencia. En mi opinión, un creador llega a la verdadera madurez cuando se integra tanto al proceso creativo que, incluso en las horas de mayor incertidumbre o angustia, escribe sin pensar demasiado, pinta, baila, canta, graba, le improvisa a la posteridad un destello, un rasguño de luz.
—¿Cuánto de tus vivencias hay en las historias?
—Casi todo (por la biografía que autorizo cuando me desnudo o se desnudan a través de mí los personajes), y casi nada (porque también hay distancia y fría inteligencia). Igualmente robo ademanes y sicologías a las vidas de los otros. La realidad puede ser más ancha y más ajena que la imaginación. Preferiría que mi estilo y mi voz mutaran de libro en libro, aun cuando el cambio sea leve. Lo contrario se parece al estancamiento y la mediocridad.
—¿Todavía se puede aspirar a lo verdaderamente nuevo en la literatura o los autores deben conformarse con dominios de técnicas y abordajes de historias de alguna manera reflejadas por otros?
—Lo verdaderamente innovador suele ser un enigma. Y en los tiempos actuales todo parece ya escrito, refrito... No obstante, nunca debemos conformarnos, a no ser que rendirse sea también una acción poética, un acto creativo. Mientras vivamos debemos explorar nuevos abismos, leer y estudiar con atención el arte que se gesta en otras latitudes, alimentarnos de otras miradas, darle otra vuelta a la búsqueda.
«Aun cuando parezca que vivimos en permanente fase de alarma apocalíptica, cada autor puede traer un nuevo universo, el suyo, por muy minimalista que parezca, y defenderlo con las fuerzas de su talento y audacia. Toda aldea puede volverse un cosmos».
—¿Cómo surgió la idea de RolleX? ¿Cuáles son sus dinámicas y sueños?
—Mi primo Alex Díaz Jr. y yo somos amantes y defensores del repentismo, por convicción, por necesidad y tradición familiar. Lo consideramos una riqueza siempre en peligro de extinción, y no de extensión, como debería ser. Muchos no valoran la fuerza de la oralidad y la improvisación poética, que tan vitales son para el alma de la humanidad.
«RolleX surgió por el deseo de revertir esa realidad, y oxigenar, a través de vías frescas, joviales, dinámicas y espectaculares, ese arte que en cierta medida se ha empolvado, por infinitas razones, en todos los niveles, desde algunos repentistas hasta las instituciones.
«Favorecemos la transmisión de décimas a través de puestas en escena, acompañadas por géneros musicales, poemaciones, performances y diversas modalidades de la improvisación. Insistimos en el término neorrepentismo y sus múltiples usos, para potenciar un sistema poético que debe llegar a las mayorías. Pretendemos maximizar su alcance, mediante shows y también a través de métodos más docentes: conferencias y talleres intensivos, por ejemplo».
—¿Te preocupa el futuro de la poesía improvisada en Cuba?
—Hay buena salud en la poesía improvisada aquí, pero necesitamos expandirnos y potenciar eventos como Oralitura, realizado por primera vez en el año 2019 con el apoyo de la AHS y de diversas instituciones. Necesitamos más iniciativas que consigan el cambio de percepciones erróneamente incrustadas, por prejuicios, en el imaginario popular. Es imprescindible la convivencia entre artistas de varias manifestaciones en una gran fiesta del idioma y a favor del buen gusto.
—Algunos consideran que la literatura cubana no vive un buen momento. ¿Comparan a los autores actuales con los de otras generaciones? ¿Qué piensas?
—Los problemas de la literatura cubana son otros, y muy diversos. Las comparaciones existen para bien y para mal. Resulta esencial una crítica más abundante, más ética y profunda, así como la edición o reedición de algunos autores cubanos y extranjeros, cuyas lecturas fomentarían bases más enriquecedoras.
«Necesitamos incrementar los intercambios y un plus más atractivo en los espacios literarios. Una tertulia no tiene por qué ser solo para minorías muy interesadas: periodistas, poetas, editores, narradores, ensayistas, dramaturgos… Debemos preguntarnos por qué no predominan más lectores comunes, ajenos a la intelectualidad. ¿Es demasiado utópico aspirar a eso?
«En ese sentido se asemeja al repentismo. Parece que hay un desdén social ante el arte, pero sabemos que no es así. Somos muchas voces abriéndose paso e inaugurando caminos y mundos que a veces se entrecruzan y otras veces ni siquiera llegan a conocerse. Hay grupos, subgrupos, sectas, saraos, exclusiones, electrones sueltos, una flora y una fauna, y en general el mundillo literario, o artístico, puede llegar a ser competitivo, selvático, un auténtico nido de serpientes.
«Pese a ello, el panorama tiene aspectos positivos, ciertas alianzas, eventos, festivales, editoriales (aun con crisis de papel), concursos, pocos lectores pero fieles, creadores de pura raza, de talento indiscutible y oportunidades para crecer. De esos asideros nos sostenemos desde dentro. Con innumerables escollos (tangibles y subjetivos) crece y se construye el corpus de nuestra literatura. Y hay zonas salvables, recomendables. Lo peor que veo es cierta imposibilidad de darnos a conocer a un gran público, y no digo internacional, sino primeramente nacional».
—¿Cuán difícil o fácil es publicar hoy en Cuba para los jóvenes, más allá de la falta de papel?
—Depende del vaivén de muchos factores. En teoría parece fácil, en la práctica puede suponer un jeroglífico, salvo para unos pocos privilegiados que obtienen los premios en los certámenes que incluyen la publicación. Gracias a que gané un concurso pude publicar mi primer libro en Cuba. La vía de enviar a los planes editoriales es sencilla: la espera del dictamen y la impresión es un poco más engorrosa y una carrera de obstáculos. Requiere de armarse de una paciencia, en ocasiones, sobrehumana.
—¿Cómo te defines como escritor y persona?
—Pez de ciudad, ratón de biblioteca y librerías, animal civil, soñador impenitente, «letraherido». Soy un curioso ávido de sensaciones, rincones y destellos, un aprendiz eterno en busca de la palabra exacta, alguien que quiere continuamente mejorar como persona y escritor.
—¿Referentes en la literatura, cubanos y extranjeros…?
—Los menciono en el orden caótico de los recuerdos y las nostalgias de sus lecturas: José Martí, César Vallejo, Eliseo Diego, Alejandra Pizarnik, Jorge Luis Borges, Cervantes, Rainer María Rilke, Hemingway, García Márquez, Carpentier, Pessoa, Cortázar, Lorca, Vargas Llosa, Oscar Hahn, Ricardo Piglia, Roberto Juarroz, Enrique Vila-Matas, José Emilio Pacheco, Luis García Montero, Anne Carson, Alexis Díaz-Pimienta, David Mitrani, Alberto Guerra, Andrés Neuman, Natalia Litvínova…
—¿Sueños en el mundo creativo?
—Que mis textos sean buscados, leídos. Terminar mis novelas, los libros de cuentos, mis proyectos de otros géneros. Viajar por varios escenarios. Sorprenderme, superarme, consagrarme en cuerpo y alma, aprender siempre.