Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Un ciudadano tiene que entregarse a su país

Declaraciones de una artista que nunca ha dejado de hacer trabajo social para crear su obra y acaba de ser reconocida con el Premio Nacional de Artes Plásticas 2019

Autor:

Aracelys Bedevia

Lesbia Vent Dumois no aspira a premios ni a reconocimientos. Lo suyo es estar donde más haga falta, opinar, participar, enseñar. Así ha sido desde que, siendo aún una jovencita, empezó a trabajar como maestra al tiempo que estudiaba Artes Plásticas en Santa Clara.

«Esa es mi responsabilidad social», dice cada vez que le preguntan por qué luego de más de seis décadas trabajando se mantiene activa, desde la institucionalidad, conduciendo procesos, en lugar de encerrarse en un estudio y dedicarse por completo a su obra creativa como hace la mayoría de los artistas de la plástica.

«Te quita tiempo el trabajo social pero un ciudadano tiene que entregarse a su país. Si yo sé un poquito de algo y hace falta tengo que darlo. Lo otro es la obra personal que puede ser necesaria, pero hay que decírmelo. No sé si la manera de expresarme a través del arte ha sido importante para alguien, pero de lo que sí estoy segura es que siempre hacen falta personas que dirijan y tengan un grado de comunicación con los creadores. Por eso sigo aquí (en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Uneac) y voy a estar mientras ellos sientan que soy útil».

Así expresó a Juventud Rebelde esta artista integral que, además de trabajar el grabado, la pintura y el dibujo, ha desarrollado una intensa labor tanto como promotora cultural, crítica y curadora, como en la enseñanza artística y en la dirección institucional.

La noticia de que el jurado del Premio Nacional de Artes Plásticas le concedió el más importante lauro que se entrega en Cuba a creadores de las artes visuales la recibió en su lugar de trabajo: la Asociación de Artistas de la Plástica, de la que es su directora.

Evítame Me...(Pintura. Óleo sobre tela).

Comprometida con su tiempo y la cultura cubana, Lesbia tenía el premio desde hace mucho tiempo. Se lo otorgó hace años la vida por la solidez y constancia de su obra digna de admirar. Sin embargo, no esperaba recibir ese reconocimiento porque «a los premios no se aspira. Uno se lo merece o no. Además, desde la Uneac habíamos hecho nuestra propuesta y, por supuesto, esperábamos que esa persona fuera elegida para recibirlo. ¿Cómo pensar que me lo iban a dar a mí?», expresó esta gran intelectual que nos ha acompañado durante décadas y es más que una artista de la plástica.

Ella es —y cito aquí a Corina Matamoros, una de las integrantes del jurado— «una artista integral. Una gran curadura y conocedora del arte latinoamericano. Un ejemplo para todos. Una mujer con experiencia de trabajo en la base, en todo el país, y con una activa presencia en organizaciones fundacionales como la Casa de las Américas  y la Uneac».

Nacida en Cruces, en 1932, Lesbia Vent Dumois no ha renunciado nunca a la creación. Si lo hiciera, dice, «tendrían que apartarme de la Asociación porque lo que defendemos desde la Uneac es que los creadores se mantengan en contacto directo con la sociedad».

Fundadora de la Uneac, esta mujer de hablar pausado e incomparable humildad es uno de los principales referentes del grabado cubano contemporáneo. Ostenta la Distinción por la Cultura Nacional, la Orden Juan Marinello y el Diploma al Mérito Artístico.

—¿Cómo llegas a las artes plásticas?

—Vivía en Santa Clara y me gustaba mucho la arquitectura, pero mi familia no tenía dinero para enviarme a La Habana que era donde único existía la carrera en ese momento. Estando en la Escuela Normal de Maestros empecé a estudiar Artes Plásticas. Mi madre era una modista de mucho gusto e inteligencia y mi padre, ebanista. Ellos me impulsaron a estudiar Arte.

«Al graduarme de maestra empecé a dar clases en la escuela primaria superior (secundaria básica). Aún no había terminado de estudiar Artes Plásticas en Santa Clara —en las noches—, y ya estaba ejerciendo el magisterio, profesión que no abandoné nunca para dedicarme a crear».

Mira la novia (Pintura. Óleo sobre tela).

—La cotidianidad es una constante en tu obra creativa.

—Sí. Y el grabado resulta mi pasión. No me preocupa mantener una tendencia o estilo. Mi arte tiene que estar en consonancia con lo que estoy viviendo, con esos temas que me conmueven y de alguna manera quiero representar. El expresionismo, que es la tendencia que practico, tiene que ver mucho con ese mundo.

«He querido hacer una obra apoyada en la sátira, la ironía, que caracterizan al cubano. En el cine, por ejemplo, Santiago Álvarez enjuició siempre las verdades desde la sátira y no desde la burla. Me he apoyado mucho en ese recurso al desarrollar las temáticas».  

—Durante 40 años trabajaste como curadora en la Casa de las Américas. ¿Qué disfrutas más: la curaduría o el desarrollo de sus creaciones como artista?

—Cuando creo mi obra pienso en la curaduría porque lo hice durante mucho tiempo y eso me ha nutrido y ayudado a aprender a juzgar, seleccionar y pensar cada propuesta. La obra va quedando y otros la tienen que juzgar. Tú puedes cambiarla y no amarrarte a una expresión porque la libertad está en el creador.

«Soy una persona privilegiada. He tenido el honor de relacionarme con grandes artistas y eso es muy importante porque inconscientemente te vas nutriendo del caudal de los otros. Ese contacto directo con el arte latinoamericano me ha servido para toda la vida».

—Eres la segunda mujer en obtener este premio. En 1995 lo recibió la escultora Rita Longa, junto al también escultor Agustín Cárdenas.

—¡Qué pena! Muchas lo merecen por su obra y entrega a la cultura nacional. No creo que hayan ponderado a los hombres ni que sea un prejuicio. Es difícil llegar a conclusiones». 

—Cuentas con numerosos lauros nacionales e internacionales, entre ellos el Nacional de Curaduría en su primera edición y el Premio Maestro de Juventudes, en 2013. Háblanos de tu vínculo con las nuevas generaciones.

—Siempre he trabajado con los jóvenes. Me gusta hacerlo. Das, pero recibes mucho más de ellos. Te aportan de su mundo y lo incorporas al tuyo. La juventud es renovadora y eso hace falta. Enseñando se aprende.

«Ahora tengo otra responsabilidad en mi vida: asumir el Premio Nacional. No soy un número más, sino otra visión de las expresiones de la cultura y estoy en el deber de seguir enriqueciendo el panorama que significa este premio y de honrarlo».

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