El Museo de Bellas Artes es por estos días de Bienal una gran fiesta Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 24/04/2019 | 08:53 pm
Hay que entrar al Museo de Bellas Artes, vivirlo y disfrutar de cada una de sus propuestas para decir realmente que se ha estado en la 13ra. Bienal de La Habana. Hay en estos momentos en el Palacio de la Plástica cubana, como parte de la Bienal, una megaexposición que estremece por la calidad de las obras y la excelente curaduría.
Bastaría con recorrer el patio de esta institución para sentir que estamos ante una propuesta que narra, desde el arte, la historia de la nación. El primer contacto visual es con el mundo de José Manuel Fors, premio nacional de Artes Plásticas. Luego vamos encontrando la antológica pieza de Kcho (La regata), obra realizada para la 5ta. bienal, que salió del Museo y ahora regresa; la espectacular Partitura, de Carlos Garaicoa; el Taller de reparaciones de René Francisco, Premio Nacional de Artes Plásticas, que se exhibió en la 6ta. bienal y es una obra histórica en su carrera; y Alacenas, de Los carpinteros.
Todo ello como parte del proyecto Museos interiores, que incluye, además, una escultura levantada para la ocasión en las afueras del Museo, por el también premio nacional de Artes Plásticas José Villa.
Museos interiores, que contó con la curaduría de Jorge Fernández, director del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), y Corina Matamoros, se inserta de manera armónica en la megaexposición La posibilidad infinita. Pensar la nación, que abarca también el tercer nivel del Museo y la sala transitoria del segundo piso.
Integran La posibilidad infinita. Pensar la nación, además de Museos interiores, las exposiciones Isla de azúcar; Más allá de la utopía. Las relecturas de la historia; Nada personal; y El espejo de los enigmas. Apuntes sobre la cubanidad. Las creaciones de Manuel Mendive, premio nacional de Artes Plásticas, están presentes en casi todas las muestras.
«Hemos querido rescatar el espíritu de lo que fueron las primeras bienales en el Museo», explicó Jorge Fernández, quien es, además, un crítico de arte reconocido por su agudeza y sapiencia, y un prestigioso académico.
El leitmotiv, dijo, ha sido también replantearse cómo Bellas Artes, desde sus colecciones, construye un relato de nación y cómo ha pensado a Cuba.
«Ponemos a dialogar obras que se han generado en diferentes momentos históricos, producidas por artistas de diversas generaciones, y meditamos, desde el presente, sobre el Museo que tuvimos, el de hoy y el que deberíamos tener en el futuro», señaló.
Subrayó además que «estos proyectos no solo son un pretexto para mover las colecciones y pensar la nación, sino también para colocar en cada una de las exhibiciones las propias carencias que tiene el Museo, que no cuenta con salas para el arte taíno, el aborigen, ni para las producciones más recientes. Seguimos adquiriendo obras imposibles de mostrar porque las salas tienen una distribución cronológica».
Pensar la nación desde la Bienal
Con una museografía muy dinámica y atractiva, que no es la clásica de poner cuadro contra cuadro, Isla de azúcar, hace un recorrido desde la colonia hasta la actualidad, y refleja la manera en que los artistas han tratado un asunto que es parte de la identidad cubana. Curada por Corina Matamoros y Dailin Fernández, como asistente, Isla… recoge la gráfica y la historia de esta industria desde los grabados hasta los afiches serigráficos, así como documentales, textos y libros.
A través de Más allá de la utopía. Las relecturas de la historia (a cargo de Delia María López Campistrous y Manuel Crespo Larrazábal como asistente), se nos revela el concepto de nación.
Más allá de la utopía... abre con la pieza aborigen el tótem del tabaco y exhibe cuadros relacionados con la colonización y otros más recientes, como los de José Manuel Mesías y el diálogo que hace con la obra de Menocal; Reiner Leiva Novo (El deseo de morir por otro).
Un busto pequeñito de José Martí realizado por Pablo de la Torriente Brau, con la cal del presidio donde estuvo recluido, estremece y se nos presenta como una curiosidad.
Más allá de la utopía... incluye, además, la bandera del independentismo, las banderas de los independientes de color, armas reales de guerra, las fotos de la reconcentración de Weyler. Todo en diálogo con la historia de este país.
Imposible no detenerse ante Nada personal (Roberto Cobas y Laura Arañó), que se acerca al tema de la racialidad a lo largo de la historia de la sociedad cubana incluye piezas que reflejan la confrontación entre la mirada blanca y el modo en que se trata al negro, así como los mestizajes culturales de manera general. Son obras que empiezan con la colonia y cuentan la historia hasta la actualidad al mostrar piezas de jóvenes que han tratado la temática, como Susana del Pilar, Carlos Martiell, Rocío García y Marta María Pérez.
El recorrido conduce, inevitablemente, a El espejo de los enigmas, proyecto que Jorge Fernández ha curado directamente junto a María Lucía Bernal. «Es un tejido de saberes. Hemos trabajado desde lo antropológico y lo etnográfico, hasta llegar a lo político-social. En una sección relacionada con la esclavitud, verán textos como el discurso de la agricultura de Francisco de Arango y Parreño, la historia de la esclavitud de Saco, la autobiografía de Manzano (que fue esclavo), un libro de poesía de Plácido, una copia del acta de independencia de los esclavos de Céspedes. Todo ello en vitrinas que dialogan con el cepo donde castigaban a los esclavos, el barco negrero de Mendive. Tenemos también la pieza de Belkis Ayón, Dando y dando», enfatizó Fernández.
Encontramos, del mismo modo, varias obras de Ana Mendieta a los tambores africanos; arte aborigen; un texto de Fray Bartolomé de las Casas; mapas, paisajes; piezas de Tonel, Ponjuán, Los carpinteros...
«En este enigma es Martí el eje conductor, Martí atomizado como un rizoma infinito dentro de un tejido de muchos saberes y años que nos aproxima a Cuba. Es crear un espacio con muchas voces. El espejo… integra los discursos primigenios de la nación», manifestó Fernández.
La posibilidad infinita… es el aporte de Bellas Artes a la Bienal de La Habana que, como bien asegura Jorge Fernández, «sigue viva y es el motor impulsor de un proyecto que ha sobrevivido durante muchos años, más allá de las personas. Los artistas siguen creyendo en ella, la defienden y la ven como una oportunidad.
«Uno de los grandes méritos es que las galerías y los coleccionistas no tienen el poder sobre lo que está sucediendo. No han logrado apoderarse de ella, como sucede en otros lugares. A nuestra bienal la sostiene el gobierno cubano y sus instituciones culturales que se ponen de acuerdo para patrocinarla», concluyó el director de Bellas Artes.