Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Una ciudad de orgullo y privilegio

La casi bicentenaria ciudad, con la condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad, sigue siendo uno de los lugares más deseados a visitar en Cuba

Autor:

Adrián Millán del Valle

La Perla del Sur es uno de los tantos epítetos que popularizan y singularizan a Cienfuegos, una urbe afrancesada que encanta a residentes y visitantes, foráneos y nacionales, pues cientos de personas emprenden largos peregrinajes para conocerla y disfrutarla durante todo el año.

Mucho se ha dicho y escrito sobre la capital de la provincia del mismo nombre, atractiva por su historia, infraestructura, gastronomía y su cultura toda. Desde el emblemático Palacio Ferrer, con su bello mirador; su teatro Tomás Terry, con sus juveniles 127 años, recientemente cumplidos; la catedral Purísima Concepción, con sus torres asimétricas; el Casino Español y el hotel La Unión, nos conmueven el alma, hasta llegar a la inigualable Bahía de Jagua, cual espejo de agua, un reflejo natural de la ciudad.

Son estos grosso modo algunos de los sitios más conocidos y famosos en la casi bicentenaria ciudad, descritos cada uno innumerables veces por poetas e historiadores amantes de su hermosura.

Muchos aseguran que es una ciudad para ver de día, afirmación incuestionable, pues la belleza de sus monumentos, meticulosamente combinados, hacen las delicias de los más reacios a perder la tranquilidad y el reposo de sus casas u hoteles de ocasión, cuando deciden realizar un recorrido por sus cuadriculadas, limpias y espaciosas calles.

Es la Ciudad de las Cúpulas, dice una voz autorizada, para enunciar otro de los sobrenombres que la identifican: sus majestuosas envolturas pétreas y cóncavas, de diversos tamaños y formas, producen un interlineado visual a la perspectiva de ciudad desde todos los rincones que se le mire.

Pequeños locales —privados o estatales—  destinados al comercio, de variados productos comestibles, alegran el ambiente de la urbe, incluso en etapas invernales, cuando los termómetros se asustan de solo mirar unos inofensivos 14 grados para, con sus luces de neón, contrarrestar la pérdida del verdor natural que nos acompaña y cautiva durante todo el almanaque.

Un típico día invernal puede regalarnos, en pocas horas, la melancolía al despertar, con su lluvia esporádica, cual compañera fiel de nuestro inseparable sol, tristemente escondido por momentos, cuando es incapaz de calentar los matemáticos espacios de la ciudad, cuyo centro histórico urbano fue declarado, en el año 2005, por un capacitadísimo grupo de expertos —reunidos para la ocasión, en la bella ciudad puerto de Durban, Sudáfrica— Patrimonio Cultural de la     Humanidad.

Como era de esperar, con la llegada del verano, la vida al aire libre cobra intensidad. Pasar horas en el parque José Martí, o en el largo Prado de Cienfuegos, como se conoce a la otrora Avenida de la Independencia, provoca el deseo de almorzar en uno de sus espaciosos portales o terrazas. Impresiona estar en una de las plazas más bellas de Cuba mirando desde lejos el verdor de los árboles que cobijan desde hace varios años la evocación de aquel instante fugitivo, traído de la mano de Don Luis de Clouet, momento que nos perpetuó.

Todo eso y mucho más tiene la ciudad de Cienfuegos con sus casi 200 años. Llegar aquí, descubrirla y disfrutarla tal cual, es de un infinito orgullo, pero más que todo, un inenarrable privilegio.

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