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¡Dicha grande!

Fue en Washington donde el BNC concluyó una gira que ha servido también para empezar a celebrar el aniversario 70 de haber sido fundado por la Alonso y los hermanos Fernando y Alberto. Con Giselle y Don Quijote los públicos de Chicago, Tampa y Saratoga Springs pudieron constatar la contundencia estilística y artística de una compañía 

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Regresaron a la Isla con la felicidad de haber reconquistado un público que siempre le ha sido fiel al arte sublime del Ballet Nacional de Cuba (BNC). Hacía siete años que la compañía dirigida por la prima ballerina assoluta Alicia Alonso no actuaba en el Centro John F. Kennedy, justo el primer escenario estadounidense que le dio la bienvenida cuatro décadas atrás, en 1978. Y allí estaba nuevamente nuestro colectivo danzario más internacional para cerrar por todo lo alto el festival Artes de Cuba. 

Fue en Washington donde el BNC concluyó una gira que ha servido también para empezar a celebrar el aniversario 70 de haber sido fundado por la Alonso y los hermanos Fernando y Alberto. Con Giselle y Don Quijote los públicos de Chicago, Tampa y Saratoga Springs pudieron constatar la contundencia estilística y artística de una compañía encabezada por figuras como Viengsay Valdés, Sadaise Arencibia, Grettel Morejón, Dani Hernández, Ernesto Díaz, Ginett Moncho, Patricio Revé, Rafael Quenedit, Raúl Abreu, Ariel Martínez, Ely Regina Hernández, Claudia García, Chavela Riera...

Invitada por Le Grands Ballets Canadiens de Montreal, antes de atravesar la frontera para participar en el espectáculo Soirée des Étoiles (Tarde de estrellas), en la sala Wilfrid Pelletier del Place des Arts, la primera bailarina Viengsay Valdés, satisfecha por el calor con que fue acogida en Estados Unidos y llena de energías para poder enamorar al auditorio de la nación vecina, le escribía a JR vía correo electrónico:

«Las actuaciones del BNC fueron un destello de luz para el público norteamericano. A pesar de una ausencia de siete años, la compañía correspondió con la calidad técnica e interpretativa de sus integrantes. En todas las ciudades en que bailamos, a teatro lleno, un público ávido reconoció nuestra escuela cubana y palabras de “que se repita la ocasión” no dejaban de sonar.

«En lo personal, siempre constituye una realización representar a mi compañía y a mi país, me siento parte de esa gran misión de expandir nuestro arte y cultura cubanos.

«Ha sido un gran esfuerzo por parte de los empresarios y organizadores de este gran Festival de las Artes en Washington el propiciar que tantos artistas nuestros pudieran presentarse en la capital norteamericana.

«El cierre del BNC, como clausura del festival, fue triunfal. Generó muchas emociones y estímulos por el hecho de haber pisado uno de los escenarios más importantes del mundo. A pesar del esfuerzo que supone organizar un evento de esta magnitud, debería repetirse con más frecuencia, no solo por el éxito alcanzado a nivel cultural a partir del intercambio entre ambos países, sino por el estímulo que supone para las nuevas generaciones. El artista crece y se fortalece en el escenario y ahí es donde su deber se cumple. Un deber social, artístico y comprometido con su país», enfatizaba la Valdés, a quien le espera un verano bien ajetreado por las disímiles galas internacionales a las que ha sido convocada.

A Montreal Viengsay llegó a interpretar esa Kitri de Don Quijote que ella ha bordado hasta el más mínimo detalle, como reconoció Maritza Gueler, de la revista Danzahoy, en uno de esos elogios de la crítica estadounidense que continúan engrosando un currículo verdaderamente asombroso. «Viengsay Valdés, una de esas bailarinas que en este mundo [...] parecería un ave en vías de extinción, hizo un gran despliegue de destreza técnica. Capaz de mantener interminables equilibrios, dar la velocidad justa a sus giros y saltos, jugar con la actuación metiéndose en la piel del personaje y vivirlo como propio, Valdés deslumbra a la platea con cada movimiento. La intérprete hizo una muestra de bravura y seducción en cada una de sus apariciones. Su fuerza, su entusiasmo y su energía, hacen que su Kitri se devore la escena».

Recuerdos imborrables

Cierto que no era este el debut de la primera bailarina Sadaise Arencibia en tierra estadounidense, pero halagos como el de Andrew Meacham, de Tampa Bay Times, que la vio personificar «a una belleza inocente, una caracterización encantadora y enigmática. En ella no solo ves los arcos que describe su cuerpo, ves el aire donde ella no está», le provocaron un bienestar infinito.

Involucrada ya seriamente en los ensayos para la representación el venidero julio de la versión de Cenicienta, de Pedro Consuegra, en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, Sadaise tuvo la oportunidad de recordar que habían pasado exactamente 20 años desde que se diera a conocer en Estados Unidos al integrar en 1998 el selecto grupo de los finalistas del afamado Concurso Internacional de Ballet de Jackson. Luego viajaría en varias ocasiones con el BNC, pero ahora vivió unos días muy especiales.

«Ahora resultó particularmente emotivo para mí por la acogida del público. Quedé gratamente sorprendida por los calurosos y largos aplausos en Chicago, gracias a Don Quijote. Me llamó mucho la atención la reacción de la platea con las pantomimas de comicidad que tiene la versión cubana, las cuales no pasaron inadvertidas, todo lo contrario: fueron muy bien apreciadas y disfrutadas al máximo.

«Luego lo de Tampa con Giselle fue inolvidable. Solo se había programado una función única, muy esperada, pues desde hacía años el Ballet Nacional no se presentaba allí. Para mí esa actuación tenía una importancia mayor, cargaba sobre mis hombros una gran responsabilidad, pues me tocaba representar todo aquello que tiene una significación enorme para nosotros, empezando por los lazos históricos que nos unen a Tampa donde vivió nuestro José Martí.

«Realmente nos recibieron con mucho amor, incluso viajaron cubanos desde Miami porque no querían perderse esa función que también propició el rencuentro con admiradores, compañeros de trabajo, amigos, familiares... Las ovaciones fueron tan intensas que me dejaron impresionada. En los saludos finales gritaban: “¡Viva Cuba!”. Sinceramente me siento muy feliz de haber sido la protagonista de esa noche. Estoy segura de que es una de esas actuaciones que no olvidaré nunca».

Conectando almas

En todas las ocasiones que salió a escena a interpretar el rol principal del clásico por excelencia dentro del rico repertorio del BNC, y sobre todo cuando la acompañaba como partner Dani Hernández, la primera bailarina Grettel Morejón le dedicaba sus mejores pensamientos y gratitud eterna «al maestro Fernando Alonso, por tener la certeza de que un día, no muy lejano, bailaríamos Giselle».

De seguro el ilustre Fernando Alonso, uno de los fundadores de la Escuela Cubana de Ballet, estaría superorgulloso de sus discípulos si se hubiera encontrado con críticas como la que firmó Eric Taub, para la web dancetabs.com: «No es difícil amar la Giselle de Grettel Morejón, ya que encarna las cualidades que hacen que los bailarines cubanos sean tan atractivos: poder y pureza unido a una modestia casi espiritual».

De vuelta a La Habana e inmersa por completo en los preparativos del 26 Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, que tendrá lugar del 28 de octubre al 6 de noviembre próximo, la Morejón se siente dichosa por haber hecho suya la danza, «un lenguaje singular que tiene el poder de conectar almas. Hemos recibido los aplausos de norteamericanos y latinos residentes en Estados Unidos que, probablemente, tengan una forma diferente de entender la vida, de pensar, y, sin embargo, han expresado su cariño y respeto hacia Cuba, su cultura y su gente. Muchos políticos norteamericanos deberían aprender de la elegante y excepcional diplomacia de la danza. Para mí, bailarina cubana de este tiempo, ha sido un privilegio bailar en Estados Unidos, para reconectar almas, abrir caminos, servirle a Cuba. ¡Dicha grande!».

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