Argelia Fragoso, presidenta del Encuentro de Voces Populares. Autor: Roberto Morejón Guerra Publicado: 21/09/2017 | 06:57 pm
De la familia nacen casi todos los sentimientos. De ello está convencida la maestra Argelia Fragoso, especialmente si tiene que explicarle a Juventud Rebelde cómo aprendió a amar la canción. «Crecí rodeada de músicos: mis padres, Guillermo Fragoso y Argelia Molina; mis tíos, y Felito Molina, Rafael Lay, Ñico Rojas... Crecí en un medio lleno de guitarras, trova, ensayos y piano, era difícil no apasionarse por la música», afirma la fundadora y presidenta del Encuentro de Voces Populares, cuya sexta edición terminará este 28 de mayo.
El resto, luego, lo completó ese don suyo de poseer un timbre y unas cualidades vocales específicas, que Rafael Lay incentivó como el primero de todos sus mentores. «La época que me tocó vivir de niña y adolescente, rodeada de excelentes intérpretes cubanos, de buena música, de rigor musical, de maestros exigentes y éticos, conformó un mundo que me inclinó al arte, en general.
«Mis padres eran personas suaves, que se amaban, se respetaban. Nunca sentí en mi casa una grosería, ni una voz más alta que la otra, así que, aunque parezca que no tiene que ver, ese es el caldo de cultivo donde se siembra la dulzura de la canción, es parte de ese mundo tranquilo en que se movió mi universo desde que nací. Por ello la canción resulta, por lógica, mi mejor medio de expresión. No es que no me guste bailar ni la música bailable, pero la canción es mi medio de vida».
Y la canción, como era de esperar, es la principal protagonista del Encuentro de Voces Populares, un evento que Argelia, aún en España y desde la Fundación que allí dirige, le propuso al Instituto Cubano de la Música, al cual le planteó la idea «de realizar un viaje a la inversa, de poner mi trabajo y mi conocimiento, adquirido en más de 30 años de carrera ininterrumpida, en función de hacer venir a Cuba a esos grandes intérpretes y artistas en general con los que había compartido.
«Durante muchos años había escuchado, en cualquier lugar donde me encontraba trabajando, el éxito de los artistas cubanos en los diferentes escenarios del mundo, su comunión con otros intérpretes de reconocido prestigio internacional y mi propia experiencia en ese sentido... Esa fue la génesis del Encuentro de Voces Populares, que hoy sigue en pie. Hemos compartido con un público atento y agradecido las más sobresalientes voces de la canción latinoamericana de esta época y los músicos de más prestigio que les han acompañado».
—Cierto que en La Habana se han presentado significativas voces populares de distintos países, pero ¿cómo consigue convocarlas?
—Nuestra música, y en especial la canción, siguen siendo referentes para muchos países y culturas del mundo. El público cubano se ha caracterizado desde hace décadas por ser muy conocedor y respetuoso, por profesar cariño y admiración a quienes actúan para él. Este evento, en particular, es una propuesta cultural que se aleja de las actuales formas de concebir la música como un mero espectáculo mediático, para dedicarse a destacar las verdaderas potencialidades de sus invitados y mostrarlos como un hecho artístico.
«Con algunas de estas figuras he compartido escenario y canciones, y otras son amigos entrañables. En todos los casos para mí constituye un placer inmenso, una alegría enorme, un gran compromiso y un honor invitarlos a Cuba para reverenciar cada año a la mayor protagonista de esta cita: la canción».
—¿De qué manera incentivar en los jóvenes el amor por la buena música, y especialmente la cubana?
—El Primer Taller de Canto Popular que impartí en La Habana me dejó la certeza de que hay mucho por hacer, así como la experiencia de que existe una enorme cantidad de jóvenes que puede, y de hecho quiere, ser continuadora de la larga y rica tradición musical y cultural cubana. Acercarlos a la canción, al conocimiento de las raíces de la canción popular cubana, es el reto.
«Nunca he visto la docencia como mi futuro, pues la he ejercido constantemente. El magisterio, por lo regular, surge de la vocación de enseñarle a otros lo que aprendes, y esa ha sido mi carrera siempre. Resulta muy interesante, muy edificante, saber cuánta avidez tienen los alumnos de música de este país en conocer, en perfeccionarse. Es un estímulo ayudarles a rencontrarse con la canción cubana.
«Debemos darles referentes musicales válidos. No es fácil de contrarrestar la fama vacía, el llegar rápido al “éxito”, el modo de vida que se vende junto con la imagen de la música comercial, si no invertimos en lo más simple: la promoción en Cuba de nuestros artistas. Eso no se resuelve con charlas y foros sobre la canción, ni con asambleas de aquellos que, por lo regular, son los interesados. El desafío está en incluir a los desinteresados y para eso, insisto, hay que darles referentes válidos.
«Vivimos tiempos rápidos, todos estamos apuradísimos por llegar: los jóvenes quieren conquistar rápido la palestra pública, y ello se vuelve una meta en sí, más que un incentivo, cuando la promoción nacional contribuye a convertir a Ricky Martin en un ídolo de juventudes (de más está decir que no tengo absolutamente nada en contra de sus estilos) o reafirma cómo Marc Anthony transforma las canciones en oro rápido y líquido, gracias a una maquinaria publicitaria bien engrasada y gana un Grammy americano o latino. En esa circunstancia, Elena Burke, Moraima Secada, Tito Gómez o César Portillo dejarán de ser un paradigma. Puede que les escuchen en la nostalgia de sus casas, pero no serán el modelo a seguir.
«No hace tanto, en uno de los talleres, un joven se acercó a decirme que si podía escuchar mi interpretación de Contigo en la distancia, “esa canción de Luis Miguel...”. Hechos como estos deben llevarnos a pensar y trabajar para que pongamos “lo mío primero”, como decía aquel eslogan publicitario».
Tiene toda la autoridad del mundo Argelia Fragoso para expresar lo anterior. La escolta un sólido aval artístico que incluye su formación no solo en la Escuela Nacional de Artes, donde cursó la carrera de Dirección coral, sino además la beca que le otorgó el prestigioso Conservatorio Franz Liszt, de Weimar, Alemania. «Entonces existían becas de diferentes escuelas europeas de nivel superior que daban la posibilidad a estudiantes con excelentes resultados académicos de acceder a ellas. En mi caso tuve dos propuestas: una para Hungría, de Canto; y la de Alemania, de Dirección coral.
«Como sabes, comencé a cantar muy pequeña y desde que inicié mis estudios musicales hasta hoy he compartido el mundo de la canción popular con el de la música clásica. De hecho, durante mi estancia en Weimar como estudiante, participé como invitada en muchos conciertos, galas y programas de televisión de diversos países como Hungría, Polonia, Checoslovaquia, Bulgaria, Rusia, etc., lo cual me ofreció la oportunidad de compartir escenario con grandes cantantes de entonces, todo lo cual posibilitó darle el justo valor a cuanto experimenté en esos años tan importantes para mi formación como persona y como músico.
«Cuando tomé la decisión de continuar los estudios superiores de Dirección coral en Alemania ya había recorrido un camino como solista, recuerdo el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Berlín, múltiples premios en concursos de canto en Gottwaldov, Checoslovaquia; en Sopot, Polonia; Dresden, Alemania, aquí en Cuba ya eran referentes canciones como Murió la flor y Mi ayer… En fin, que cuando muchos me animaban a no dejar mi carrera como cantante, pues “a mi regreso nadie se acordaría de mí”, me ayudó tremendamente el hecho de contar con una familia y un pensamiento que me supieron guiar y darme las herramientas para tomar el camino del que siempre estaré muy orgullosa».
—De sus producciones discográficas, ¿alguna con la que se sienta especialmente satisfecha?
—Tengo más de 26 discos grabados, la inmensa mayoría fuera de Cuba, sería complicado elegir uno solo, pero tengo gran cariño por Entre nosotros, realizado en Madrid junto al contrabajista Javier Colina y su trío de jazz, el cual logró una gran acogida de la crítica y el público, y me abrió las puertas de esa tierra.
«De los concebidos aquí, te mencionaría Al filo del agua, producido por Frank Fernández y con la participación del Grupo Vocal Eco, que fundé siendo profesora del Instituto Superior de Arte (ISA). Lindo disco, con temas que aún escucho con cariño».
—En una isla de grandes intérpretes femeninas, se le califica como «la Voz de Oro de Cuba». ¿Qué representa ello para usted?
—Tuve la gran suerte de haber comenzado mi andadura por el canto rodeada de grandes músicos, profesores e intérpretes. Creo que debo mucho a la educación que recibí de mis padres, de mi familia, donde me enseñaron los valores éticos que siempre me permitieron saber dónde estaba, hacia dónde iba, y saber todo lo que me falta por aprender cada día. Ser humilde, esforzarse, madurar, respetar y respetarse a sí mismo son máximas que no se pueden olvidar.
«Agradezco muchísimo ese calificativo y aquellos que a lo largo de mi carrera he recibido, así que trabajo todos los días de mi vida para merecerlo y creo que mientras menos me lo crea, más cerca estoy de serlo».