Ernesto Sánchez Valdés joven cineasta. Autor: Cortesía del entrevistado Publicado: 21/09/2017 | 06:33 pm
Ernesto Sánchez Valdés es un joven cineasta de estos tiempos. Aunque ha tenido la posibilidad de conocer la industria cinematográfica cubana desde dentro, también sabe de los desvelos que afrontan a diario los noveles realizadores que lo hacen de manera independiente. El hijo primogénito del director Jorge Luis Sánchez ama la historia nacional al igual que su padre. Por eso Héroe de culto, la obra audiovisual con la que se graduó como director en la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual (Famca), comenzó a gestarse en medio del rodaje de Cuba libre, largometraje donde se desempeñó como primer asistente de dirección.
«En la familia hay apasionados de la historia y a mí también siempre me gustó. En el Preuniversitario iba a concursos. Una vez llegué hasta a uno nacional, así que trabajar en Cuba libre fue una dicha por varios motivos, entre ellos, el acercamiento a nuestro pasado.
«Héroe de culto surgió durante la filmación de Cuba libre, a partir de que le pidiera a Marcia Louit, su productora de rodaje, que averiguara dónde se hacían los bustos plásticos de José Martí. A mí me llamaban la atención, pero no reparé bien en ellos hasta que me fijé en uno que tenía rota la nariz. Ahí empezó todo. Luego fui atando cabos, dándome cuenta de la cantidad que existía en mi entorno y que no había advertido. Marcia encontró la fábrica y devino en productora del documental», explica Ernesto.
—¿Te ha facilitado el camino el haber trabajado como asistente de dirección en varios largometrajes de Jorge Luis Sánchez?
—Mi padre fue el primer profesor de cine que tuve, y lo seguirá siendo, pues es un excelente director, con muchísima capacidad creativa y organizativa. Siempre ha sido muy exigente conmigo, casi forzándome a la perfección, cosa que agradezco, pues ese plus de entrega ha sido vital en mi formación. Quizá el hecho de ser su hijo pudo haber dado alguna que otra garantía a los primeros que me llamaron como asistente de dirección. Pero esa colaboración que he mantenido con otros realizadores ha sido resultado de mis méritos y de las referencias que han existido sobre mis trabajos anteriores. En el cine nadie se arriesga contigo porque eres el hijo de fulano.
«Respeto muchísimo la obra de mi papá. Se ha hablado mucho de El fanguito y Un pedazo de mí, por su sinceridad y valentía, pero me quedo, si debo escoger, con ¿Dónde está Casal?, una joya. Debo decir también que mi padre es mi primera referencia. Siempre vuelvo a sus documentales cuando quiero hacer los míos, aunque en nada se parezcan. O sí».
—Estudiaste más de diez años en la Famca, adonde llegaste siendo casi un niño. Hoy, ya graduado de la academia, sientes que valió la pena ese esfuerzo?
—Sí, mi permanencia en la Famca fue larga. Una vez me preguntaron en la puerta que si era profesor y yo me eché a reír y saqué mi carné de estudiante. Entré en 2003 y terminé en 2015. Muchas de las personas que siguieron toda mi carrera me impulsaron a que no echara por tierra el tiempo invertido. Fue una prueba de resistencia.
«Los medios audiovisuales, en general, requieren de mucha práctica. En cine 2 + 2 no es 4. Depende de muchos factores internos y externos que hacen que las fórmulas no sean exactas ni perfectas, por suerte. Entonces, pese al valor que tienen la teoría, los conceptos y la apreciación, el ejercicio de la práctica es el que redondea ese saber adquirido en el aula.
«Gracias a la prolongada estancia en la Famca, pude ver cómo iban mejorando las clases y los claustros, aumentando así el nivel y el rigor. Hay varias asignaturas que han sido importantes en mi crecimiento como cineasta, pero las que más extrañé fueron aquellas que tienen un porciento alto de práctica. En ese sentido, mi carrera como asistente de dirección en diversos largos de ficción y documentales, que milagrosamente pude llevar a la par de la escuela apoyado por su personal, fue consolidando los conocimientos que no podía obtener en la Famca».
—¿Qué representaron la Oficina de la Muestra Joven y la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en la realización de Héroe de culto, tu tercer documental?
—El documental lo comenzamos a preparar y a filmar con nuestros medios. Éramos cuatro «gatos» básicamente. Le pedimos ayuda al Icaic. La Famca colaboró mucho con la representación y los permisos. Luego, cuando estuvo más avanzado en su rodaje, realizamos un teaser que fue nuestra carta de presentación para las jornadas de trabajo y participamos en el pitching, en la sección Haciendo Cine de la 14ta. Muestra Joven del Icaic, en 2015. La Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV) y el proyecto Sparring Partners (representado en Cuba por la AHS) nos respaldaron con apoyos decisivos en la posproducción y acabado de Héroe de culto.
—Héroe de culto está dedicado a Tomás Gutiérrez Alea (Titón), ¿fue él uno de tus referentes cinematográficos? ¿Qué otros tuviste?
—Titón siempre es referencia. Él ya había imaginado las máquinas de hacer los bustos casi 50 años antes. Saber que tanto él como Alfredo Guevara, Ambrosio Fornet y otros intelectuales habían criticado la serialización del busto, fue de mucho valor. Nos confirmaba que nuestra inquietud, además de precedentes, tenía razón de ser, vigencia y una larga historia.
«El documental tuvo algunas referencias de esas que son difíciles de reconocer en la obra, pero que te dan alientos y brindan posibilidades. Van desde El hombre de la cámara, de Dziga Vertov, pasando por los documentales de Godfrey Reggio y el largometraje Memorias del subdesarrollo, de Titón; hasta Viaje a la semilla, de Alejo Carpentier.
«Por otro lado, había escuchado de los trabajos fotográficos de José A. Figueroa y de Ramón Grandal sobre la representación de Martí, pero decidí no verlos hasta una vez terminado el documental. También sabía de un documental de la EICTV que tenía puntos de contactos, pero preferí trabajar “a ciegas”».
—Convocaste a profesionales jóvenes, pero muy competentes, que ya conocías y tenían buenas relaciones profesionales contigo, ¿es esa una de las cartas de triunfo para que funcione armónicamente una realización audiovisual?
—Hay quien dice que el mejor director es aquel que tiene a su alrededor a los mejores profesionales. En mi caso solo me importa que sean competentes, talentosos y, sobre todo, personas apasionadas. Ellos dieron mucho de sí y yo solo les di mi proyecto. Creyeron en mi «trova» y mis locuras. Pudimos ver cómo mi pequeña idea escrita a mano se convirtió en un documental de 27 minutos. Todo nuestro esfuerzo está ahí. Es un proceso increíble.
«En Cuba casi nadie gana lo suficiente haciendo documentales, por lo que es un lujo tener un excelente equipo de trabajo en un proyecto de modestos recursos. Y en Héroe de culto tuve la posibilidad además de trabajar con amigos muy cercanos, algunos reincidentes. Eso fue una ganancia y estoy presto a repetir la experiencia».
—En Héroe de culto te desempeñaste como guionista, director y productor ejecutivo...
—Es bastante habitual en nuestro cine que el director también sea el guionista. Ahora, si le sumas trabajos de producción todo se complica, pues cuando estás pensando en el dinero, en firmando vales, organizando cronograma y, al mismo tiempo, investigando en la biblioteca y dirigiendo, el agotamiento es doble. Al ser dos mundos diferentes, el de la dirección y la producción, comenzamos a darle prioridad a una cosa y no a la otra, y viceversa. Aun teniendo capacidad de trabajo, el estar en misa y procesión te desgasta. Si lo tuviera que hacer de nuevo no me detendría, pero es bueno ir aprendiendo a delegar.
—¿Cómo te gustaría que tus contemporáneos vieran y representaran a Martí en el siglo XXI?
—Mientras armaba el proyecto, conversé mucho con Manolo Pérez, director de El hombre de Maisinicú y él me dio luces que me fueron muy útiles y que le agradezco mucho. Hablábamos sobre la necesidad de que la enseñanza de la historia fuese más dinámica. Yendo a Martí, pienso que debemos tratar de acercarnos a él como el hombre que fue, con toda la obra que nos legó y no como el ser sobrenatural inalcanzable e intocable en que se nos convierte muchas veces. El acercamiento a su obra debería hacerse con hálito de descubrimiento para poder conectarnos libremente y poco a poco alejarnos del Martí de las repetidas frases, de ese Martí «resumido» que nos enseñan en la escuela, del Martí del busto. Fernando Pérez asumió el reto en su película José Martí: el ojo del canario. Esa humanización además de ser valiente, la agradece el espectador, y le permite acercarse más a ese hombre.
—Cuando enviaste el documental a la Muestra Joven, ¿sentiste algún tipo de temor porque fuera objeto de incomprensiones o tuviste fe en que su mensaje se entendería fácilmente?
—El temor a que me tildaran de hereje lo tuve cuando traté de imaginar el documental. Héroe de culto muestra una realidad y tendrá seguidores, detractores o indiferentes. Eso está en la naturaleza de la obra humana. Ser aceptados en la Muestra fue importante, pues este documental es hijo de la Muestra también, y porque es un espacio muy preciado para los que somos jóvenes, y hacemos y luchamos por hacer cine.
—¿Nuevos proyectos en el tintero?
—Soy muy discreto con los nuevos proyectos. Solo comparto «lo que está por venir» con mis amigos, algunos de los cuales conforman mi equipo de trabajo. No me gusta armar «bulla» con algo que no sé cómo quedará después. Son enseñanzas de mi padre y me gusta esa discreción. Me protege el alma. No obstante, sí, claro que hay ideas y proyectos a corto y largo plazos. Me mantendré haciendo documentales y siento que Héroe de culto es el principio de una manera de narrar que me complace mucho.