Construir una película, para mí, es construir una convivencia de estados creativos, asegura Kiki Álvarez. Autor: Raúl Pupo Publicado: 21/09/2017 | 05:59 pm
Tres mujeres trabajan en una peluquería estatal: una madura Mónica (Maribel García Garzón), una inocente Violeta (Claudia Muñiz) y una alegre —pero insegura a causa de su peso— Mayelín (Marianela Pupo). El día del cobro deciden acompañar a una de ellas a comprar un vestido, pero varios imprevistos las llevarán a pasar juntas la noche y a tener el sueño común de abrir un salón de belleza propio al que llamarán Venecia.
Este es el argumento del más reciente filme del realizador cubano Enrique «Kiki» Álvarez, quien tras filmar Marina y Jirafas, vuelve a recurrir a Claudia Muñiz como detonante creativo para tejer una historia que ella, a su vez, escribe y protagoniza.
Producida de manera independiente y financiada mediante crowdfunding (consiste en conseguir muchos inversores pequeños para que, todos juntos, provean el presupuesto necesario), habla Venecia acerca de la amistad, y para ello prefiere mirar hacia el interior de sus personajes, más que a las peripecias que les suceden o las circunstancias que les rodean.
Su director, también recordado por su ópera primera La ola (1994) y por Miradas (2001), dialogó con JR acerca de esta obra que concursa en el Festival de La Habana por el Coral al Mejor largometraje de Ficción, y que cuenta además con la fotografía de Nicolás Ordóñez, el montaje de Joanna Montero, la música de Dj JoyVan y las actuaciones especiales de Jorge Molina y Jazz Vilá.
—Tres mujeres son las protagonistas de Venecia. ¿Es este un deseo de explorar el universo femenino?
—Venecia es la historia de tres mujeres y sus sueños. Es una película sobre la necesidad y el derecho de soñar; sobre la necesidad y el derecho de vivir aventuras, aunque las peripecias sean mínimas. Una fábula sobre la construcción de una amistad sin dejar de ser tú, sin tener que contarle al otro, en este caso a las otras, quién eres y hasta dónde estás dispuesta a llegar por un instante de felicidad o de un simple subidón de adrenalina.
—¿Cuánto le aportó al filme el hecho de estar escrito por una mujer, y de estar protagonizado por tres actrices?
—Venecia es la película de Claudia Muñiz, Marianela Pupo y Maribel García Garzón. Ellas le aportaron todo y yo solo construí un dispositivo que me permitiera ser un interlocutor horizontal, un documentalista reaccionando al performance con el que iban interactuando ellas tres.
—Apuestas por una creación interactiva donde prima la improvisación. ¿Cómo funciona este proceso durante la construcción de los personajes y el rodaje?
—Apuesto por todo tipo de relaciones interactivas: humanas y creativas. Ya no sé dirigir (creo que nunca supe), interactúo, miro, escucho, hablo, acciono, reacciono. Es hermoso tocarse, hablarse y mirarse de igual a igual. Construir una película, para mí, es construir una convivencia de estados creativos, de conjunción de talentos. «No soy Dios, no quiero serlo, y el único misterio que me importa solo puedo encontrarlo en el interior de otra persona. Para mí, la revelación, ha sido encontrar esa manera de trabajar. En Venecia, yo no construí personajes, me tocó intentar conocerlos».
—A diferencia de tu anterior película Jirafas, filmada en su mayor parte en interiores, Venecia propone un recorrido por La Habana. ¿Qué papel juega la ciudad en esta nueva historia?
—En Venecia, La Habana como espacio juega el mismo papel que la casa de Jirafas. Son la geografía en que se mueven y se definen los personajes. Venecia no es una película sobre La Habana, es la historia de tres mujeres que viven en una ciudad y en sueños nombran otra.
—¿Por qué la atracción por filmar historias mínimas, intimistas? ¿Es esto un recurso de producción o resulta una inquietud personal como creador?
—Filmar historias mínimas, intimistas, no es recurso, es una acción ética y creativa. Tiene que ver con la necesidad de hablar de los que no tienen historias y hablar desde ellos y con recursos mínimos. Poner en escena la pobreza irradiante que definió Lezama Lima.
—¿Cuál es la «fórmula» creativa que has encontrado para estrenar Venecia en el Festival de La Habana a solo un año de Jirafas?
—Trabajo sin fórmulas. Un día me tomo una cerveza con mi amigo Nicolás Ordoñez y él me dice «hagamos una película», y otro día soy yo el que levanta un teléfono y se lo propone. Nuestras películas son juegos, improvisaciones, y pueden nacer de cualquier provocación.
—¿Se acerca el próximo paso…?
—Ahora Nicolás está en La Habana y eso huele a que algo se está cocinando. ¿Y si son seis actores en busca del deseo? ¿Y si son más? ¿Y si es un día en la vida de cada uno de esos actores? ¿Y si es un documental y no una ficción? ¿Y si es lo contrario? ¿Y si es un proyecto que se llama Looking for desire?