Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La palabra seductora de Martí

Autor:

Celima Bernal

Un grupo de alumnos de onceno grado me escriben desde Regla. En la prueba ordinaria de Español, apareció una oración que debían analizar sintácticamente: «La palabra seductora de Martí en la tribuna, conmovía pueblos».

Ellos desean saber cuál es, a mi juicio, el sujeto. Pues «La palabra seductora de Martí en la tribuna». Conmovía es el núcleo del predicado verbal y pueblos, el complemento directo. En la tribuna no puede ser complemento circunstancial de lugar porque no se refiere a dónde conmovía esa palabra. Si preguntan dónde los conmovía, no pueden contestar que en la tribuna. Se trata de un complemento preposicional. Los pueblos no estaban en la tribuna.

Si hubiera sido: «La palabra seductora de Martí en las fábricas, conmovía a los tabaqueros», sí se trataría de un complemento circunstancial de lugar. Cuando se preguntara al verbo: ¿Dónde conmovía a los tabaqueros?, la respuesta sería, indudablemente, en las fábricas.

Los complementos directo, indirecto y circunstancial son complementos del verbo. Hay que recordarlo siempre, estén donde estén situados dentro de la oración, pero no es este el caso.

Fíjense, hubiera podido ser: «La palabra seductora pronunciada por Martí en la tribuna conmovía pueblos». ¿Lo ven así más claro?

Hay frases bellísimas en la literatura. De Jacinto Benavente es esta: «Los náufragos no eligen puerto».

«Frente de mí» y «enfrente a mí» es lo correcto, estimado lector, según la Real Academia. En Cuba decimos «frente a mí» y «enfrente de mí», en iguales casos.

Todos hemos oído: «Sentarse en la silla del acusado». La expresión data de los siglos XVII y XVIII. En esa época se hacía sentar al acusado en un pequeño banco de madera, que obligaba a una postura humillante.

Si se trataba de alguien de mérito, se cubría con un tapiz para que fuera menor su vergüenza. El tribunal se colocaba en un nivel superior. Fue abolida esta costumbre en 1789; pero Maximilien de Robespierre dijo: «Debe sentársele en la silla del acusado», en un famoso discurso en el que demandó la acusación de Luis XVI, aunque ya en esos tiempos había dejado de usarse el infamante banquillo.

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