Tenía solo 17 años, entonces minoría de edad, cuando fue apresado por la dictadura batistiana. Desde su natal pueblo de Jaruco imprimía panfletos revolucionarios, y una delación lo llevó a la cárcel. En una de las propagandas había dibujado al tirano Fulgencio Batista con cuerpo de buitre posado en una montaña de cráneos.
Los inicios del actual presidente de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), Tubal Páez, están ligados a la caricatura y al diseño gráfico, si bien desde el 59 escribía para algunas revistas del Ayuntamiento de Jaruco, hoy provincia de Mayabeque.
En 1966 empezó a trabajar en el periódico Granma, considerado por él como su «gran escuela». Allí entró en el departamento de Diseño, incluso ilustró algunos textos, al tiempo que redactaba. En su paso por Granma tuvo prestigiosos maestros como: René de la Nuez (Nuez), Santiago Armada (Chago), Valdés Díaz (Vals), también Adigio Benítez…
Sobre el maestro Adigio confiesa: «Muy pocos saben que a pesar de ser ya un artista reconocido en la plástica, no titubeaba en hacer un turno de madrugada o dibujar mapas en temporadas ciclónicas».
—¿Qué valor le otorga al humorismo gráfico?
—Hay cosas que nada más se pueden entender desde el humorismo o desde el absurdo, algo que maneja muy bien el humorismo gráfico. Por ejemplo, la caricatura editorial, que representa la opinión oficial, o aquélla equivalente a un artículo o comentario sobre cualquier tema. Lo cual implica para el dibujante poseer mucha cultura y sentido común.
«El humorismo gráfico tiene un gran papel que jugar en estos momentos, porque llama a la reflexión, la meditación, expone ideas, y mediante estas propone cambiar la mente y la realidad».
—¿Concuerda con que falta protagonismo de la caricatura editorial en la prensa?
—La prensa está desaprovechando al humorismo gráfico como recurso para comunicar, un arma eficaz para llegar a lo más profundo de la gente. Cuando digo la prensa me refiero sobre todo a la escrita; pero también la digital y la televisión.
«El cubano tiene un pensamiento de síntesis, exagera lo evidente pero va a lo esencial, a lo directo como los caricaturistas. Algunos dibujos son un bazucazo al centro de los problemas. Y estamos desperdiciando la oportunidad de criticarlos con mayor frecuencia e inmediatez.
«Una de las cosas que los editores y directores de los medios argumentan es la falta de espacio; pero creo que a veces el espacio mejor empleado y donde más se puede decir es el que ocupa una caricatura. Igual sucede con la ilustración en general, la fotografía, la historieta…. Son discursos que con distintos formatos proponen diferentes visiones de la realidad y se están perdiendo».
Recientemente se celebró la XVII edición de la Bienal Internacional del Humor de San Antonio de los Baños, evento al que nuestro entrevistado ha estado vinculado desde finales de los 80 cuando era director del periódico El Habanero y esta publicación otorgaba un premio colateral. Sobre el evento comenta: «La Bienal no es un encuentro cualquiera. Es una fiesta para promover la risa, las relaciones humanas, el chiste, la música y hasta la poesía humorística, o como se hace tradicionalmente con el mural».
—¿Cree que en la Bienal podrían concursar otros formatos no convencionales?
—Sí, defiendo el audiovisual humorístico, el mensaje corto de un video es algo que no hemos explotado. La televisión, como productora de conceptos, está ávida de mensajes que aborden la cotidianidad, y el público también necesita de esas cortinas. Están recientes los gustados cortos del cabo Cason realizados por Jorge Oliver (Oliver), donde trataban la política estadounidense desde la sátira.
Al finalizar la conversación Tubal nos reveló que en el periódico humorístico Palante tuvo una sección: El correo de la intimidad, la cual firmaba con el seudónimo de Tato.
«Casi nadie sabía que Tato era yo. Me divertía escribiéndola y leyendo las cartas que me mandaban incluidas algunas serias. Pero ese no era el próposito, sino jugar con los esquemas sexuales de la gente, con el doble sentido o con la sonoridad de las palabras».
Tubal, quien ha reído en los momentos más difíciles, admite que «el humor es cosa seria y nos consuela en las situaciones más duras».