Fernando Martínez Heredia, Premio Nacional de Ciencias Sociales. Autor: Roberto Suárez Publicado: 21/09/2017 | 05:05 pm
Le ha sucedido más de una vez. Pero cuando un joven con deseos de convertirse en escritor se le acerca a Fernando Martínez Heredia para pedirle consejos, entonces el Premio Nacional de Historia, a quien está dedicada la 20 Feria Internacional del Libro Cuba 2011, se pone temeroso, aunque luego se tranquiliza «al saber que tienen la sana costumbre de no hacer caso a la mayoría de ellas», como dice en tono jocoso a los lectores de Juventud Rebelde que lo han entrevistado a través de su página web. Y enseguida, con la seriedad que lo distingue, le recomienda: «Debes leer mucho, más de lo que parece posible; tratar de leer buena literatura, de muchos autores, muy diferentes escuelas, posiciones y países. Eso es insustituible. Te va ganando por dentro, sin que te des cuenta, pero estará detrás de muchas de tus intuiciones, tus ideas, tus temas, y sobre todo, de tus originalidades».
Fernando es de esos lectores insaciables que a estas alturas de la vida le es muy difícil hablar de un autor preferido, de un libro de cabecera, de una influencia. «Pruebo a no ser injusto ni olvidar demasiado al decir que José Martí me acompaña desde los días de adolescente en que tuve acceso al fin a una biblioteca pública. Su influencia es perenne, pero es mucho más: Martí es el más grande de los pensadores cubanos, y nos ofrece todavía muchas ideas y tareas por realizar. Al mismo tiempo, es un escritor singular y extraordinario.
«Devoré la gran literatura universal, americana y cubana entre los 20 y los 30 años de edad. La condición humana, La cartuja de Palma, El siglo de las luces..., no seguiré diciendo títulos, porque son muchos los preferidos. Carlos Marx, un hombre de futuro y uno de los más grandes pensadores, me ha influido desde entonces. Antonio Gramsci me enseñó que era necesario ser marxista, pero no de cualquier manera: sus ideas me siguen alumbrando hasta hoy. He tenido la suerte de leer —y de tratar personalmente en varios casos— a muy notables pensadores sociales latinoamericanos; las Ciencias Sociales de esa región son a mi juicio las más dinámicas del mundo. Como es natural, las ideas y los autores cubanos han ocupado y ocupan una parte principal de mi atención. La lectura, los acuerdos o las polémicas con ellos constituyen una fuente muy grande de influencias para mí».
Justo para aquellos que aman, entre las propuestas que trae la FIL Cuba 2011 están los títulos firmados por el mismísimo Martínez Heredia: A viva voz, de la Editorial Ciencias Sociales; Las ideas y la batalla del Che y El ejercicio de pensar, de Ruth Casa Editorial y Ciencias Sociales; Si breve… Pasajes de la vida y la Revolución, de Letras Cubanas; Sociedad y política en América Latina, de la villaclareña Capiro; y Historias cubanas, de la espirituana Luminaria. También sale por la Editorial Oriente La crítica en tiempo de Revolución. Antología de textos de Pensamiento Crítico.
—Fernando, usted es un hombre muy audaz por sus posiciones y criterios. Sus libros así lo demuestran. En las condiciones actuales del país, ¿cuál debe ser el camino a seguir por un revolucionario cubano?
—Recuerdo mucho a Martí, mi maestro mayor, que escribió una vez: «Todo lo que un hombre lleva en sí, lo pone en él su pueblo». Soy hijo de la Revolución Cubana, que tuvo que ser capaz de convertir en realidades lo que parecía imposible, desde su propio inicio. Que tuvo que ser hereje para ser socialista, y ha tenido que enfrentarse siempre al mayor imperialismo de la historia, que posee las más grandes fuerzas materiales y culturales.
«En las condiciones actuales entiendo que todo revolucionario está obligado a seguir siendo hereje, para ser militante. Naturalmente, esto nos va a obligar a todos a ser muy creativos, a convertir a varios imposibles en nuevas realidades, a irnos por encima de las enormes limitaciones que tiene nuestra economía. Ese es un destino de la Revolución Cubana. Lo hemos asumido muchas veces y tenemos que seguir asumiéndolo».
—Muchas personas suelen afirmar pertenecer a la izquierda. ¿Cuáles son las características de un hombre de izquierda? ¿Cuántas izquierdas hay actualmente en el mundo?
—Hace 15 años escribí que «izquierda» era un término muy ambiguo, capaz de ser utilizado al hablar tanto de Leonid Brezhnev como de Antonio Guiteras. Por esto no lo utilizo cuando hago análisis o cuando trato de explicar o interpretar algo. Pero la pregunta es muy importante, porque el capitalismo es el gran enemigo de la especie humana y del propio planeta, y es muy necesario que se le combata a muerte. Comienzo por decir que ese «hombre de izquierda» está obligado a ser anticapitalista. Por cierto, también está obligado a superar este calificativo «hombre», y aprender a calificarse «ser humano». El lenguaje nunca es inocente, y superar el machismo es tan difícil que debemos ayudarnos también con el lenguaje. Pero continúo...
«Ese ser humano tan ambicioso no debe ser solamente un “anti”. Sobre todo deberá ser un creador de nuevas relaciones sociales e interpersonales, de una nueva actitud ante la naturaleza, de nuevas instituciones. Para lograr todo esto tendrá que hacerse consciente, crecer mucho y cambiarse a sí mismo en el curso de un prolongado y complejo camino de luchas. Y eso no será posible si solo mira al mejoramiento humano, a su dimensión individual.
«Tendrán que ser grandes grupos de seres humanos los que asuman esas tareas, y tendrán que ser capaces de convocar y convencer a muchos millones para que los acompañen y se vuelvan creadores junto a ellos. Tendrán que hacer política, pero una nueva política que no solo se oponga a la del capitalismo, sino que sea radicalmente diferente a ella. Tendrán que tomar el poder político y ejercer ese poder para que se logren defender las conquistas populares y sobre todo para lograr ir creando una nueva sociedad. Pero para todo esto es necesario que no se trate del poder de un grupo, y que el poder esté siempre al servicio del proyecto.
«Como ves, la cuestión no es nada fácil, pero todas las cosas importantes son muy difíciles; y esta, a mi parecer, es la más importante hoy para la humanidad. Si logramos avanzar bastante por ese camino, nos iremos convirtiendo en una sola “izquierda”. Y llegará un día en que ocupemos todo el espacio».
—¿Cuáles son las claves para entender la resistencia del pueblo cubano; un pueblo que ha sido capaz de imponerse a un período especial y seguir soñando con una sociedad diferente, aunque esto le cueste el asedio y la incomprensión?
—Muchos no entienden esa resistencia. Ya me referí a la necesidad de vencer los imposibles; no lo repetiré. Pero quiero y debo agregar, que durante la gran crisis de los años 90 —jamás hablo de período especial— le sacamos un enorme provecho a la gran acumulación cultural de las tres décadas previas, en cuanto a los altos niveles de preparación general y especializada de los cubanos, la universalidad y alta calidad de los servicios sociales básicos, el nivel de infraestructura y otros factores que harían muy larga la respuesta. Pero lo principal fue el altísimo nivel de conciencia política de la población, que le permitió representarse con calidad y defender con una tenacidad y una abnegación ejemplares lo que era fundamental: no dejarse confundir, ni rendirse.
«Un pueblo así es capaz de seguir soñando con una sociedad superior y diferente a la del capitalismo. Pero no solo sueña. Sigue enfrentando al imperialismo, sin hacer concesiones, porque sabe que esa es la única política práctica. Sigue peleando por conseguir que los alimentos que consumimos se produzcan en nuestra tierra y que los recursos que obtenemos se empleen en beneficio de las mayorías y de proyectos que hagan factible un mayor bienestar futuro. Y sigue debatiendo en innumerables asambleas de pueblo los problemas principales que enfrentan el país y la Revolución».
—Según su opinión: ¿la crítica debe ser transformadora de la realidad en la que se enmarca, o ella es transformación en sí misma?
—Esa pregunta es como una invitación a conversar acerca de problemas fundamentales del pensamiento. No puedo, sin embargo, ceder ante la tentación. Saqué mucho provecho al estudio de los pensadores de la Escuela de Francfort, y todavía me ayudo con ellos. Creo que la crítica, como tantas actividades intelectuales, posee una naturaleza y cierta soberanía inherentes a su producción y ejercicio, pero sin dudas está siempre condicionada. De manera que habría que situarse en las coordenadas de cada caso al analizar qué función o funciones tiene cada crítica. No olvido al joven Carlos Marx, tan capaz de irse muy por encima de sus circunstancias, cuando afirmó que «no es la crítica la gran transformadora, sino la revolución».