«Algún día haré una exposición con mis hijos y mi nieta. Y la titularemos Tres astillas del mismo palo», expresó José Delarra, al inaugurar en San Antonio de los Baños, en julio de 2003, su última muestra personal. No pudo el artista y Héroe del Trabajo de la República de Cuba realizar de inmediato su sueño. Sin tiempo para despedidas, ese mismo año se fue hacia la luz.
Consternados ante la inesperada partida, sus familiares organizaron entonces una exposición en el Centro de Investigaciones del Comercio Interior. Fue la manera que encontraron de traerlo de vuelta, de homenajear al padre, al maestro de la escultura y la pintura.
La muestra, de tono intimista y altísima calidad, se hizo en medio del dolor que causa la pérdida de un ser amado. La llamaron Ramificaciones e incluyó textos bibliográficos de la hija mayor, la periodista y colega nuestra, Flor de Paz, así como pinturas de sus otros dos sucesores, Isis y Leo de Lázaro, y de Cecilia, la madre de los tres. Liliana, Gizéh y David, sus nietos, también expusieron en aquella oportunidad.
Seis años después y en ocasión del aniversario 71 del natalicio de José Delarra, sus descendientes convocan nuevamente a familiares y amigos a recordar al creador de monumentales obras como el conjunto escultórico al Che en Santa Clara; la Plaza de la Patria, en Bayamo; el Monumento a la Historia de México, en la ciudad yucateca de Cancún; y el Monumento a las víctimas de Hiroshima y Nagasaki, ubicado en un prado de flores amarillas en esta última ciudad.
El entusiasmo de la joven Liliana logró aunar el talento de sus tíos Isis y Leo, y también el de Flor, su madre, y ponerlos a «delarrear» en la Casa Simón Bolívar, de La Habana Vieja. Juntos pensaron hasta el más mínimo detalle e hicieron una cuidadosa curaduría y selección de las obras. Isis y Leo, dos figuras que destacan dentro del panorama de la plástica cubana contemporánea, se apartaron por unas semanas de los proyectos expositivos individuales en que se encuentran y prepararon una representación de lo mejor de su prolífera producción; y Liliana atravesó el Atlántico con los catálogos bajo el brazo y algunas de sus creaciones más recientes.
Así nació Delarreando en tres tiempos, la exposición con que soñó el otrora profesor y director de la Academia de Artes San Alejandro. En ella está el legado de José Delarra, en el amor con que sus herederos se dedican al arte. Vemos pues el quehacer intelectual de Liliana, la niña curiosa que pasaba ratos mirando pintar al abuelo y le mostraba luego sus dibujos, la artista que con un estilo muy peculiar desentierra fantasmas y acude a símbolos que le permiten establecer un diálogo filosófico y sugerente entre el espectador y su obra; también el de Isis, artífice de talla mayor, sencilla igual que el padre, que incursiona con éxito tanto en las artes plásticas como en la poesía. Isis despliega libremente «su extraordinaria y barroca imaginación metafórica», sobre cuadros de «infinitos simbolismos y excitantes implicaciones personales» que sobresalen por su lirismo e imaginación metafórica, como bien señala Jorge Rivas en las palabras al catálogo.
De la colección Cabagallos, perteneciente a José Delarra. Foto: Gizéh Rangel de Lázaro Delarreando en tres tiempos incluye igualmente obras de Leo de Lázaro, entre ellas una cabeza que le hiciera al padre poco después del fallecimiento; cuadros con figuraciones abstraccionistas, típico de este creador, e instalaciones que revelan su pasión por una arqueología del presente, que le permite atrapar la fugacidad del «instante que es ahora mismo, pero que ya se fue».
Y como parte fundamental de la muestra, claro está, algunas de las pinturas y esculturas de José Delarra, las cuales distinguen por la elegancia, precisión y dominio de la técnica, propios de quien siempre será maestro de los escultores cubanos.
Digno homenaje el de esta familia de artistas a quien tanto aportó al progreso del arte en Cuba, a un hombre culto y bueno, cuyo fértil pensamiento le permitieron estar siempre del lado de la verdad y desarrollar una obra para la humanidad.