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En paz con la melodía

Autor:

Juventud Rebelde

Aunque estoy consciente de que con la siguiente afirmación me torno en buena dosis reduccionista, para mi gusto personal la música es, por sobre todas las cosas, melodía. No es que desconozca el rol de la armonía y del ritmo, pero no lo puedo negar, lo que más capta mi atención es el diseño o construcción de una línea melódica. Volví a comprobar lo anterior mientras presenciaba uno de los conciertos del grupo español Skizoo en el Maxim Rock. Lo mismo me había ocurrido hace apenas un mes, en una de las presentaciones de los también españoles de Glazz, en el festival Jazz Plaza.

Creo que las funciones protagonizadas en esta ciudad por ambas bandas (lo mismo podría decir de lo acontecido con los brasileños de Sepultura el pasado año), con pocas semanas de diferencia entre una y otra actuación, deberían llamar a una especie de recapitulación, o al menos de desprejuiciada revisión, de algunos de los postulados estéticos abrazados por una zona de nuestros roqueros y/o metaleros.

No se trata de que la visita de ensambles como Skizoo y Glazz, exponentes de formas de hacer rock muy disímiles, pero a la postre complementarias, obligue a cambiar la línea estilística que cada quien se tenga trazada, pero me parece que esta clase de intercambios con propuestas sonoras foráneas de escasa presencia por acá, también pueden servir como referentes a tener en cuenta.

Si una frase me viene a la cabeza para intentar describir los conciertos de Skizoo y Glazz en Ciudad Habana, esa sería la de «son unos profesionales». La semana anterior, cuando desde esta propia columna hablaba de Skizoo, a fin de promocionar sus presentaciones en Cuba, me cuestionaba acerca de si la aureola que ellos traían estaba en correspondencia con lo que harían sobre el escenario. Tengo que decir que mis expectativas fueron sobrepasadas con creces y su concierto en directo me resultó, incluso, mucho más cautivante que lo que yo les había escuchado en sus grabaciones.

La mancuerna guitarrística integrada por Antonio Bernardini y Jorge Escobedo es sencillamente impactante. Ambos demostraron ser sobresalientes instrumentistas, capaces de desarrollar solos de alto vuelo, con muchas reminiscencias ochenteras pero a la par con el preciso toque de actualidad. Otro integrante de la banda que se las trae es Alejandro Martínez «Morti», quien desde su rol como vocalista que domina el arte de cantar es toda una auténtica figura frontal, dueño de los resortes comunicativos para llevar al público a la paranoia en un concierto.

Pero la propuesta de Skizoo no es solo harto interesante por su nivel musical, sino también por la calidad de los textos que ellos interpretan, por momentos poseedores de una carga intelectual más cercana a lo que por lo general se espera en el discurso de un cantautor antes que de un roquero. Piezas como Partir de cero, Arriésgate, Habrá que olvidar, No me dejes solo, ¿Qué vamos a hacer? y Renuncia al sol, entre otras, así lo demostraron y, además, sirvieron para dejar claro que la fuerza o agresividad de una propuesta sonora no está reñida con una lírica que nos haga pensar.

La misma satisfacción de comprobar que el rock en el 2009 continúa siendo terreno propicio para que en él intervengan músicos en toda la extensión de la palabra, la experimenté semanas atrás al ser testigo de la actuación del trío Glazz, procedentes de Cádiz, España. Aunque ellos vinieron a Cuba como invitados al Jazz Plaza y su paso por acá se perdió un tanto en el maremagno del festival, el excelente trabajo musical de la banda se enmarca dentro de los parámetros del rock, claro que concebido a partir de una perspectiva muy abierta a procesar disímiles componentes sonoros.

En correspondencia con dicho postulado, en el repertorio de Glazz uno siente por igual elementos de la world music, del funk, lo progresivo o de las bulerías, en una amalgama donde el virtuosismo de los tres instrumentistas es una constante, siempre bajo la guía del impetuoso guitarreo de José Recacha. Continuadores del quehacer de gentes como King Crimson, Robert Fripp, Adrian Belew o Tony Levin, Glazz (como Skizoo) me ratifican en la idea de que la melodía es la reina de la música, algo también aplicable al rock y al metal.

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