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La prueba de Gwyneth: sobresaliente

Recientemente se estrenó en los cines de la capital la cinta británico-norteamericana La prueba protagonizada por la actriz Gwyneth Paltrow

Autor:

Joel del Río

Adondequiera que uno vaya por estos días, y se mueva entre personas con edad escolar, no escucha otro tema de conversación que no sea exámenes, guías de estudio, preguntas durísimas, calificaciones, inminente fin de curso. Con algo de nostalgia estéril recuerda este cronista su estupor en estas fechas, cuando se enfrentaba a imposibles pruebas de cálculo. Todavía hoy, cuando ya dejé atrás casi toda relación perentoria con estas materias, mi pesadilla preferida es cuando, dormido, creo estar de nuevo justo en el momento en que el profesor deposita en mi mesa un examen de cinco preguntas, y me doy cuenta de que puedo resolver, si acaso, la mitad de la primera.

Probablemente mis profesores y profesoras de Matemática, y también de Física y Química, me recordarán entre los peores discípulos que les hayan tocado en desgracia, pero siempre me tuvieron aprecio los de Literatura, Español, Historia y Geografía, y esa consideración equilibraba mi autoestima precaria de adolescente inseguro. Todo este asalto de la nostalgia viene a cuento por el reciente estreno en salas de cine de La prueba (Proof, coproducción británico-norteamericana, 2005) que se inspira en una muy exitosa obra de teatro de David Auburn, laureada en Estados Unidos con el premio Pulitzer en drama, y con el Tony a la mejor puesta en escena, en el 2001. También llegó a romper el récord de representaciones que en Broadway había sentado Amadeus.

A todos estos precedentes añádase el hecho de que el director, John Madden, y la actriz protagonista, Gwyneth Paltrow, laboraron unidos en la exitosa Shakespeare enamorado (1998), y también juntos pusieron en pie, en 2002, la versión londinense de esta obra de teatro «excelentemente escrita, con un paisaje emocional y subjetivo muy intenso, con caracterizaciones muy ricas y exactas, y una historia de alguna manera simple, pero llena de sorpresas», según ha dicho Madden.

Claro, me percato de que he gastado tres párrafos y todavía no les he dicho de qué trata La prueba. Es la clásica competencia de histrionismos, ambientada en interiores mayormente y de teatralizado sesgo. Una joven (Gwyneth Paltrow) regresa al hogar de su padre enfermo (Anthony Hopkins), un brillante matemático que ha perdido contacto con la realidad víctima de la esquizofrenia. Sin apartarse de la emoción, el filme está construido cual examen matemático, es decir, problema y solución, conjetura y prueba. En la vertiente narrativa del presente se revela un misterio, y en la otra vertiente, la del pasado de los personajes, se explica la causa de todo.

Hay otros dos vértices en el drama: la hermana menor de la protagonista (Hope Davis) y un joven que se siente atraído al mismo tiempo por la muchacha y por el legado intelectual del viejo y genial matemático —lo interpreta Jake Gyllenhaal (de reciente fama mundial por haber interpretado a uno de los dos cowboys enamorados de Brokeback Mountain). Cada uno de los papeles, desde el asignado a Gwyneth para abajo, atañen a eso que los profesionales de la actuación suelen llamar «desafíos actorales», pues en general son personas enfermas, golpeadas por la vida, frustradas, aunque ellos sí logren, en mayoría, resolver con éxito ecuaciones combinadas, integrales y derivadas.

La prueba es el empeño mancomunado de Madden y Paltrow por disipar las dudas respecto al talento que los habita. La labor de ambos representa el techo, la frontera en los cuatro puntos cardinales de lo que Gwyneth Paltrow y John Madden pueden hacer en el terreno del drama psicológico. Nunca la había visto a ella tan frágil, sutil e involucrada con un personaje, hasta en los matices más esenciales. Desde Shakespeare enamorado no lo había visto a él tan diestro en el manejo de los actores. De Anthony Hopkins poco puedo decir que no haya sido cantado en todos los idiomas. Como se sabe, él suele atravesar el umbral de la sobreactuación hiperexpresiva, y aquí vuelve a ejercer su poder para el arrebato y el magnetismo, que le conocemos de muchos otros empeños.

Filmada con bastante poco ímpetu en cuanto a la fotografía (salvo los insistentes primeros y primerísimos planos que muestran por dónde van las explosiones e implosiones en los rostros de Gwyneth, Anthony y compañía), y tal vez demasiado cercana en temática a la insoportablemente pueril Beautiful mind, pues ambas películas exploran la relación entre el genio matemático y la locura, La prueba mantiene su interés, sobre todo, en la exhibición de los tormentos que atenazan a esta muchacha enigmática, compleja, tal vez tan eminente como el padre.

Al final, quedamos convencidos de que la prueba a que alude el título no se refiere a las aptitudes matemáticas del personaje de Gwyneth, sino al examen de histrionismo reconcentrado a que sometieron a la actriz para intentar despejar toda duda posible respecto a sus posibilidades. Está bien. Concedámosle el sobresaliente. Aunque solo sea en virtud de la misma generosidad que esperaba yo de mis profesores de Matemática a la hora de que comprendieran mis incapacidades: valoraran el esfuerzo más que los resultados, y me otorgaran el aprobado. Dirá el lector que Gwyneth Paltrow, la novia de la Miramax, ex de Brad Pitt y con un premio Oscar en la mano, no necesita para nada de mi indulgencia, pero quién sabe si un poco de generosidad y comprensión no le hace mejor efecto al evaluador que al evaluado. Ojalá.

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