Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El embarazo en la adolescencia no es un juego

La maternidad a edades muy tempanas requiere una mirada intersectorial. Al fenómeno nos acercamos a través de la historia de una adolescente

Autor:

Raciel Guanche Ledesma

Hace exactamente un año, la vida de María Karla Garma Tejeda dio un giro drástico. El tono rosa de un test de embarazo hecho entre el eco bullicioso de las paredes de su escuela, puso los temores y la incertidumbre de esta adolescente a flor de piel. Lo inesperado tiene eso, te acelera los pálpitos y revoluciona los pensamientos con relativa rapidez.

Da igual la etapa, el momento preciso, las compañías. A todos nos golpea, de cierta manera, los primeros impactos de las realidades duras; más si tienes frente a tus ojos la certeza de un embarazo a los 15 años de edad.

¿Qué hacer en ese instante?, es la pregunta del millón. ¿Qué pasos se supone debe dar una adolescente de 10mo. grado cuando su rutina juvenil, altanera e inmadura, pende de un hilo? María Karla tuvo delante, junto a aquella muestra de color rosa, esas mismas preguntas y encrucijadas.

En la adolescencia nunca se está preparada para un embarazo precoz, comenta esta estudiante que cursa hoy el 11no. grado en el preuniversitario Isabel Rubio, de Pinar del Río. «En mi caso, confiesa con total valentía, sucedió por el riesgo y la desprotección durante la primera relación
sexual con un compañero de la escuela».

A la sombra del peligro, las consecuencias finales no siempre son medidas por los más jóvenes. «Y aunque a veces la familia habla con nosotros sobre la necesidad real de cuidarnos, llegamos erróneamente a violentar etapas», dice. Por eso, cuando supo del embarazo, solo pensaba en cómo se lo diría a sus padres.

Entre temores e inseguridades, dio el paso: «Mi mamá fue la primera en enterarse de la situación y, por suerte, en acompañarme en cada instante», comenta esa joven, quien vivió procesos riesgosos nunca imaginados. Se enfrentó, por ejemplo, a una regulación que no surtió efecto, y a la vorágine cansina de una sala hospitalaria.

Con 16 primaveras, hoy recuerda que el embarazo fue una etapa difícil, agotadora, estresante. Asegura que la mayoría del tiempo estuvo ingresada y apenas salía a la calle: «La vida te cambia drásticamente justo cuando no estamos preparadas», agrega.

En plena etapa de desarrollo, de descubrimientos… ¿en qué puede pensar una adolescente? Tal vez en fiestas y diversiones, en compartir con las amistades y estudiar. «Pero todo eso casi desapareció», asegura. Al final resulta bastante duro para cualquier muchacha, sobre todo a los 15 años, llegar a entender que lo principal en ese instante era cuidar la salud de su hijo y la de ella.

María Karla ha comenzado a comprender ahora, además, cuáles son los desafíos ante una madre adolescente y su familia más allegada. Su niño, por suerte, nació sano, sin complicaciones, pero depende de la ayuda constante de su mamá, quien cuida ahora al pequeño para que ella estudie y logre el sueño de obtener la carrera de Sicología.

Prevenir desde la experiencia

Los golpes enseñan, y también valen, por qué no, para educar a los demás. Que otras muchachas no tropiecen con la misma piedra es algo posible, siempre y cuando se hable de frente, sin medias tintas, sobre un tema muy serio hoy, porque enrola tantos peligros.

Precisamente eso ha hecho María Karla en los últimos meses: contar sus vivencias para que la historia no se repita. Según narra, por cuestiones del azar y, con el tiempo, conoció en los pasillos de la escuela al coordinador provincial en Pinar del Río de la red Jóvenes por la Vida, un espacio que le abrió las puertas como promotora.

«A partir de ahí comencé a interesarme por ese trabajo y a dar charlas, en base a mis experiencias, para ayudar a adolescentes en situación similar», comenta. He transmitido cada vivencia justo en el lugar donde permanecí ingresada durante varios meses del embarazo, y también a los compañeros de aula del preuniversitario Isabel Rubio.

«Aunque mi hijo ha sido la mejor bendición, y traje a la luz un bebé que amo mucho, siempre les digo a las jóvenes que no lo hagan, que se protejan y piensen con detenimiento antes de cada aventura».

El embarazo no es un juego, recalca. Todo tiene su etapa en la vida, y violentarlas puede terminar siendo un paso en falso. Hay que primero crecer, disfrutar la adolescencia y madurar, recomienda por experiencia propia.

Más allá de los números

Como María Karla, hoy en nuestro país hay miles de madres adolescentes que corren distinta suerte. Algunas, como ella, siguen estudiando con mucho sacrificio hasta concretar una carrera profesional, pero a muchas otras muchachas no les sucede igual.

Ciertamente, el embarazo en la adolescencia tiene números preocupantes y ascendentes, sobre todo en edades muy tempranas. Según datos ofrecidos por el Ministerio de Salud Pública (Minsap) en 2024, el 82 por ciento de la fecundidad adolescente corresponde al grupo entre 15 y 19 años, mientras el 18 por ciento recae en las menores de 14 años.

Durante 2023, la tasa de fecundidad adolescente, por ejemplo, fue de 19,7 por ciento, en contraste con un 17,9 por ciento de 2022. En el caso de las provincias con mayor tasa en esas edades, las estadísticas muestran a Las Tunas, Camagüey, Granma y Holguín con los índices más alarmantes.

Aunque el patrón en las zonas rurales es el más elevado como media, en algunas provincias la tasa de fecundidad adolescente es más alta en zonas urbanas, como ocurre en Pinar del Río. Sin embargo, el problema va más allá de una región, poblado o municipio específico, y toca e impacta hoy la vida de muchas jóvenes en Cuba.

Al describir el fenómeno, una investigadora del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana, Matilde Molina Cintra, indicaba a Cubadebate que este no solo constituye un reto difícil para los adolescentes: también supone una problemática seria a la familia, la comunidad y la sociedad.

Cuando se realiza un análisis de las interrupciones y los nacimientos en madres menores de 20 años, obtenemos una tasa de embarazo muy alta. Este dato es importante conocerlo para visibilizar y concientizar la necesidad de prevenir el impacto que tiene, además, sobre la salud de las muchachas, reflexiona la experta.

Si de riesgos hablamos, en Cuba es mayor la tasa de interrupción voluntaria de embarazos en las mujeres menores de 20 años que en las del rango etario de 20 o más. En ello influye, según apuntaba Molina Cintra, el hecho de que cerca de una tercera parte de los adolescentes entran en la vida sexual sin protegerse. Al inicio temprano de las relaciones se suma una todavía deficitaria educación integral de la sexualidad y una baja percepción de riesgo sobre las prácticas sexuales sin protección.

No es casual que desde la máxima dirección del país se les presta especial atención a estos temas, con participación de todas las instituciones educativas, de salud pública, la Unión de Jóvenes Comunistas y otras organizaciones de masas.

Aun así, el problema impone nuevas urgencias en el trabajo puntual y profundo de alta sensibilidad con la activa participación de todos los especialistas, autoridades y personal médico, pero también de la población para transformar los escenarios en los hogares y en el barrio, según reconoció en la última sesión del Parlamento Arelys Santana Bello, presidenta de la Comisión de Atención a la Niñez, la Juventud y la Igualdad de Derechos de la Mujer.

El embarazo a edades tempranas no resulta ni puede ser visto nunca como un juego prematuro a ser adultos. La vida está hecha para ir venciendo etapas, no para adelantarnos al cronograma, como en una carrera contrarreloj. María Karla está entre las jóvenes que se apresuró de forma involuntaria y fortuita a la maternidad y hoy carga amorosa a su pequeño con el apoyo de la familia, ciertamente, pero reconoce que aquel no era todavía su momento.

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