El Che logró la unidad y demostró su inmensidad como ser humano en varios rincones del legendario Escambray Autor: Archivo del Periódico Escambray Publicado: 16/10/2023 | 08:26 am
SANCTI SPÍRITUS.– Debió cortársele de cuajo el cansancio a Ernesto Guevara al leer la extensa carta firmada por el comandante Jesús Carrera, del Segundo Frente del Escambray. Habían pasado algunas horas desde el cruce a nado del río Jatibonico del Sur, por el Paso del Diez, junto a sus hombres de la Columna 8 Ciro Redondo, a fin de adentrarse en el macizo de Guamuhaya.
Aquellas letras conminándolo a detener la marcha y explicar muy bien las razones que lo traían hasta ahí debieron ser un golpe de esos que dejan sin aire.
«Todo amenazaba tormenta», escribió años después el propio Che al rememorar las múltiples zancadillas que le dieron la bienvenida a la actual provincia de Sancti Spíritus, a su llegada desde la Sierra Maestra.
En gran parte del macizo de Guamuhaya, desde mucho antes de octubre de 1958, subían y bajaban discrepancias y rencillas entre el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, el Segundo Frente del Escambray y el Movimiento 26 de Julio. Eran las fuerzas guerrilleras que enfrentaban a las batistianas en el mismísimo vientre del histórico Escambray.
Una muestra irrefutable, según contó el general de brigada de la reserva Luís Alfonso Sayas en la entrevista publicada en la serie Camilo, aquí está el Che, fue cuando tropezaron de frente con un ultimátum escrito en una pared: «Se prohíbe la entrada de toda persona ajena al Segundo Frente en el territorio ocupado por este. En la primera ocasión serán advertidos, o en el caso de reincidencias expulsados o exterminados».
Con los pies en el lomerío
Mas, nada ni nadie impediría al Che y su columna invasora, tras 45 días de marcha inclemente por la costa sur cubana, asediados por el enemigo, los ciclones, el hambre, la sed y el cansancio, cumplir la orden del mismísimo Fidel Castro: partir en dos por la misma cintura a la isla para lograr el triunfo definitivo.
El solo hecho de divisar el lomerío le devolvió el aliento a la desfallecida tropa, recuerda en la propia serie televisiva el general de división (r) Ramón Pardo Guerra: «ya para nosotros éramos invencibles porque estábamos en las lomas, en nuestro resguardo».
En la zona actual de El Cacahual, perteneciente al municipio de Sancti Spíritus, el Che y sus hombres establecen uno de sus primeros campamentos aquí. Ya caminaba la segunda mitad del mes de octubre de 1958, y como el propio guerrillero argentino alertó, «el tiempo era corto y la tarea enorme».
El fomentense Julio Peñate Orozco, quien reside en una de las curvas que invisibiliza la entrada a Gavilanes, comunidad montañosa que arropó a la tropa con olor a Sierra Maestra, resguarda muchas de las historias de su padre junto al Che.
«Le preguntó sobre la situación de la región para adaptarse a sus características topográficas y pensar cómo ayudar a los vecinos de esta serranía», rememora.
Por su parte, el General de Brigada (r) de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Oscar Fernández Mell confesó en Camilo, aquí está el Che, que el guerrillero argentino, además de demostrar su grandeza como estratega militar para unir las fuerzas guerrilleras que operaban ahí, dejó claro su inmensidad como ser humano.
«En el Escambray la capacidad organizativa que demostró era envidiable. En el poco tiempo que permanecimos allí, sobre todo en la parte más oriental del lomerío, aplicó la Ley de Reforma Agraria y el servicio de inteligencia en todos los pueblos. En Caballete de Casa creó el campamento de reserva de la Columna No. 8, el cual devino, además, escuela de reclutas Ñico López y asiento de la planta de Radio Rebelde, y la casa del administrador de la compañía norteamericana de Gavilanes la habilitó como posta médica para atender a quienes necesitaran los servicios, que entonces allí eran un lujo», alegó el también galeno.
La estrategia definitiva
A más de diez kilómetros de esa casa de tablas, hoy Museo del Frente de Las Villas, en una pequeña elevación de la comunidad rural de Gavilanes, se erige el monumento que recuerda aquellas jornadas.
Se nombra el lugar Manaca Ranzola, y fue el sitio escogido por el Che para establecer su Comandancia a finales de 1958, desde donde dirigió las principales acciones combativas contra la dictadura batistiana.
Güinía de Miranda, Caracusey, Banao, Fomento… estuvieron entre las primeras localidades que sintieron la fuerza de la lucha armada, hija de un plan estratégico para Las Villas.
«La ofensiva se hizo en tres direcciones: Fomento, Cabaiguán y Sancti Spíritus. Luego siguió para la actual provincia de Villa Clara», explicó Fernández Mell.
El propio contexto obligó a firmar la unidad. El 1ro. de diciembre de 1958, confluyeron representantes de todas las fuerzas armadas que combatían en el Escambray, menos del Segundo Frente, para legar a la historia el Pacto de El Pedrero.
«Bajo una misma coordinación se coincidió en luchar para derrocar la tiranía», declaró Alfonso Sayas.
Esa aspiración fue hecha realidad tras empinar la proa de la invasión hacia la ciudad de Santa Clara, con la liberación de todos los poblados que encontraron a su paso. Sin dudas, 65 años después de la constitución del Frente de Las Villas, la epopeya nos lega múltiples enseñanzas.
El Escambray en la historia
Fueron suficientes para Ernesto Guevara los dos meses y medio en el histórico Escambray para ponerlo patas arriba. Los constantes obstáculos del Segundo Frente, la superioridad del enemigo en número de soldados y armas, las condiciones del terreno vividas en la mancha azul del macizo montañoso de Las Villas, no se convirtieron en freno. Quizá por eso plasmó en una carta, tiempo después de octubre de 1958: «Al fin pisamos la tierra de Las Villas. (…) El paso del Jatibonico fue como el símbolo de un pasaje de las tinieblas a la luz».