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Cuando Cienfuegos rompió la madrugada

El levantamiento popular armado del 5 de septiembre de 1957 y lo ocurrido después reafirmaron la posición revolucionaria y la estirpe de los hombres y mujeres de aquella heroica acción

Autor:

Laura Brunet Portela

CIENFUEGOS.— No ha tenido Cienfuegos herida más profunda que la que zanjó la tiranía batistiana aquel septiembre de 1957,
desatada como bestia ante la irreverencia heroica de un pueblo que se cansó de sufrir.

La hermosura de las calles del centro fundacional de la Perla del Sur se tiñó con la sangre de quienes, al final, lograron materializar el levantamiento que tanto habían planeado. Varias investigaciones históricas sobre los sucesos dan fe de tales intenciones desde 1956.

Desde entonces, un grupo de marinos, soldados y cabos de la Base de Cienfuegos había contactado con el Movimiento 26 de Julio (M-26-7) para coordinar las acciones en el centro y oriente del país. Pero no fue hasta un año después que lograron tomar la ciudad por casi 24 horas.

Cada año el pueblo de Cienfuegos realiza una peregrinación hasta donde descansan los combatientes caídos en los sucesos del 5 de septiembre de 1957. Foto:Archivo del semanario Cinco de Septiembre

Valientes que no durmieron

Ninguno de los que compartió la responsabilidad de una sublevación oculta concilió el sueño la noche del 4 de septiembre. Esperaron vigilantes bajo el velo lúgubre de una muerte inminente. Sería ese el mejor desenlace antes de caer en manos de los torturadores batistianos. Sabían que el 5 de septiembre constituiría una fuerte sacudida a la ciudad y al gobierno de turno.

Los primeros golpes de metralla resonaron cerca del mar. Ya a las seis de la mañana quienes apoyaban las acciones en el Distrito Naval del Sur lograron tomar las postas. Entonces, casi todos los marines se sumaron al levantamiento.

El rumor de lo que ocurría se esparció en medio de la madrugada más rápido que el aroma del café que pocos degustaron aquel día. Muchos saltaron de la cama a las calles y se sumaron al reclamo armado por la libertad.

Isidro Arturo Dorado Clavero figuró entre los jóvenes que se sumaron de forma espontánea a la insurrección popular armada. No pertenecía al M-26-7, ni a organización política alguna, pero aborrecía la opresión con que vivía su pueblo.

En entrevista ofrecida a la prensa local cienfueguera, en 2013, evocó cómo, junto a un amigo chofer de un camión, se encaminó hacia la Base Naval de Cayo Loco en busca de pertrechos para incorporarse a la acción. Apenas empezaban los combates, eran las 6:45 a.m.

«Progresivamente, fuimos tomando los edificios de la Policía Nacional y la Marítima, así como el Ayuntamiento. Son célebres las escaramuzas libradas frente al entonces llamado colegio San Lorenzo y el resto de las plazas que circundan al parque Martí, uno de los principales escenarios geográficos de la acción», declaró Dorado Clavero, quien cayera prisionero durante los sucesos.

Cerca de las 12 del mediodía, el M-26-7 y los marines habían conquistado los edificios más importantes del parque Martí. Allí resistieron los bombardeos que se intensificaron en las horas siguientes, incluso, se expandieron hasta áreas donde solo había civiles. Allí, la niña Olimpia Medina resultó una de las víctimas de la lluvia hostil.

Tachuelas contra un gigante

Un poco más alejado de las acciones, en Cruces, se esparcía el rumor de una fuerte ofensiva proveniente de Santa Clara. En la tienda de ropa donde trabajaba el viejo militante comunista Manuel Chaos Trujillo no se hablaba de otra cosa.

«Dicen que en Santa Clara están sacando un tanque grandísimo para mandarlo en una zorra (rastra bajita con muchas ruedas pequeñas y juntas) para Cienfuegos… ¡los van a desbaratar!», comentaron en este pequeño comercio según aparece en el libro La luz que sube de tu nombre, de Andrés García Suárez.

A Chaos Trujillo no se le desdibujaba la imagen de los imberbes
valientes ante tal espanto. Fue cuando se le ocurrió enmarañar con seis libras de tachuelas para taburetes el camino de la mortal comitiva. El trabajo lo encargó a Silvio, un muchachito de unos 16 o 17 años, simpatizante de los rebeldes.

—No será como una honda, como David a Goliat, pero vas a derribar a un gigante, —le dijo Chaos Trujillo.

—Te vas en la bicicleta corriendo hasta el crucero de La Francia, y sin que nadie te vea, riegas todo el contenido de este cartucho por toda la línea que va para Tumbasco, a todo lo largo de la parte que la línea cruza sobre la carretera, ¿me entiendes?. Riegas bien todas las tachuelas y regresas a mil para atrás. Si alguien te ve, ruégale a esa Virgen de la Caridad que está debajo de la ceiba del crucero, donde la gente suelta sus brujerías, que no sea un chivato…

—Cumple eso, Silvio, les vas a salvar la vida a muchos compañeros—, le dijo en tono serio y paternal Chaos Trujillo.

El muchacho completó la encomienda en total sigilo. La rastra estuvo detenida por unas seis horas. Como estos crucenses, otros también secundaron las acciones de la urbe para proteger a los revolucionarios.

Después del cinco de septiembre

Pocas horas antes de la medianoche, Cayo Loco, la jefatura de la Policía Marítima y la Estación Nacional volvieron a manos de los esbirros. Para entonces, ya había comenzado la masacre.

Testimonios de la época referencian el horror, pues la mayoría de los combatientes fueron asesinados. Las calles de Cienfuegos se llenaron de cadáveres que luego fueron llevados al cementerio como bestias inertes sobre un camión de la Marina. Fueron lanzados a fosas comunes, muchos de ellos sin ropas o identificación.

Según reseñó Andrés García Suárez, algunos de los sobrevivientes, entre ellos Julio Camacho Aguilera, uno de los líderes del levantamiento, se beneficiaron del cobijo de un barquero, un comerciante de pescado, dos bravas mujeres con dos niños pequeños y muchos
militantes del M-26-7.

La verdad que contaron los medios

Pocos pudieron comunicar la dolorosa realidad de los sucesos de aquel quinto día de septiembre. A los medios nacionales de la época les fue prohibida la entrada a la ciudad para obtener su versión de los acontecimientos. Contó el investigador cienfueguero García Suárez que solo los periodistas norteamericanos elaboraron algunas notas al respecto. Textos manipulados por los intereses de esa nación para ocultar lo que se gestaba en Cuba y a lo que estaba dispuesto su pueblo.

Destacaron el control de Batista sobre los rebeldes, y omitieron, a sabiendas, las torturas, crímenes y asesinatos cometidos para afianzar tal dominio.

Al interior de la Perla del Sur, algunos reporteros de El Comercio, un rotativo local, lograron armar y publicar una historia diferente el 7 de septiembre, tras el restablecimiento del servicio eléctrico en la ciudad.

«Los sucesos del día 5: muchos muertos», resultó el titular que encabezó esa edición especial. Lo publicado nada tenía que ver con la propuesta que habían presentado al dueño del periódico, quien alegó su desacuerdo con este trabajo que detalló los fallecidos, las unidades tácticas del ejército, denunció los bombardeos a civiles y los asesinatos.

Muchos días después, otras publicaciones aisladas y varias caricaturas de El Loquito, de René de la Nuez, dejaron entrever con suspicacias lo que representó para Cuba el levantamiento popular armado de Cienfuegos.

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