Ernesto Ché Guevara. Autor: Tomado de Internet Publicado: 08/10/2020 | 11:44 pm
Despedida a Tomás
A ti, encallado amigo,
Hacia las aguas quietas
Del arrecife blanco
Donde te amarra tu sueño de náufrago,
Va mi canción de despedida.
Hoy he despertado
Con afán de alas en las jarcias,
Y tiendo velas inalámbricas
Navegando hacia el puerto de la hora
Marcado por la brújula indolente.
Hoy estiro mi lenguaje al viento
Para estrechar tus palabras
Y llevarme algo de tu lamento tierno
A compartir asombros
Que ya estoy viviendo.
Te comprendo, golondrina truncada.
Quisiera llevarte a la fuente Castalia
O darte elíxir de iguales poderes;
Y aunque soy un médico asomado a las cosas
Que no las transforma y apenas comprende
Tengo no obstante una fórmula mágica
—creo que la aprendí en una mina de Bolivia,
O tal vez chilena, peruana o mexicana,
O en el destroncado imperio del Sonora,
O en un puerto negro del Brasil africano,
O tal vez en cada punto una palabra—.
La fórmula es sencilla:
No te preocupes del cerco, ataca el arrecife,
Une tus manos jóvenes a la piedra anciana
Y dale en tu pulso a los rojos corales palpitantes
En diminutas ondas cotidianas.
Un día, aunque mi recuerdo sea una vela
Más allá del horizonte
Y tu recuerdo sea una nave
Encallada en mi memoria,
Se asomará la aurora a gritar con asombro
Viendo a los rojos hermanos del horizonte
Marchando alegres hacia el porvenir.
Ellos, los males quietos terribles y blancos
Como la noche sorprendida al revés.
Y entonces, poeta blancuzco de cuatro paredes,
Serás el cantor del universo:
Entonces, poeta trágico, dedicado, enfermo,
Serás un robusto poeta del pueblo.
Canto a Fidel
Vámonos,
Ardiente profeta de la aurora,
Por recónditos senderos inalámbricos
a liberar el verde caimán que tanto amas.
Vámonos,
Derrotando afrentas con la frente
Plena de martianas estrellas insurrectas,
Juremos lograr el triunfo o encontrar la muerte.
Cuando suene el primer disparo y se despierte
En virginal asombro la manigua entera,
Allí, a tu lado, serenos combatientes,
Nos tendrás.
Cuando tu voz derrame hacia los cuatro vientos
Reforma agraria, justicia, pan, libertad,
Allí, a tu lado, con idénticos acentos,
Nos tendrás.
Y cuando llegue el final de la jornada
La sanitaria operación contra el tirano,
allí, a tu lado, aguardando la postrer batalla,
Nos tendrás.
El día que la fiera se lama el flanco herido
Donde el dardo nacionalizador le dé,
Allí, a tu lado, con el corazón altivo,
Nos tendrás.
No pienses que puedan menguar nuestra entereza
Las decoradas pulgas armadas de regalos;
Pedimos un fusil, sus balas y una peña.
Nada más.
Y si en nuestro camino se interpone el hierro,
Pedimos un sudario de cubanas lágrimas
Para que se cubran los guerrilleros huesos
En el tránsito a la historia americana.
Nada más.
Y aquí
«Soy mestizo», grita un pintor de paleta encendida,
«soy mestizo», me gritan los animales perseguidos,
«soy mestizo», claman los poetas peregrinos,
«soy mestizo», resume el hombre que me encuentra
En el diario dolor de cada esquina,
Y hasta el enigma pétreo de la raza muerta
Acariciando una virgen de madera dorada:
«Es mestizo este grotesco hijo de mis entrañas».
Yo también soy mestizo en otro aspecto:
En la lucha en que se unen y repelen
Las dos fuerzas que disputan mi intelecto,
Las fuerzas que me llaman sintiendo de mis vísceras
El sabor extraño de fruto encajonado
Antes de lograr su madurez del árbol.
Me vuelvo en el límite de la América hispana
A saborear un pasado que engloba el continente.
El recuerdo se desliza con suavidad indeleble
Como el lejano tañer de una campana.
De pie el recuerdo caído en el camino
De pie el recuerdo caído en el camino,
cansado de seguirme sin historia,
olvidado en un árbol del camino.
Iré tan lejos que el recuerdo muera
destrozado en las piedras del camino,
seguiré siendo el mismo peregrino
de pena adentro y la sonrisa fuera.
Esa mirada circular y fuerte
en un mágico pase de muleta
esquivó en mi ansia toda meta
convirtiéndome en vector de la tangente.
Y no quise mirar para no verte,
sonrosado torero de mi dicha,
invitarme con aire displicente.
Autorretrato Oscuro
De una joven nación de raíces de hierba
(raíces que niegan la rabia de América)
Vengo a ustedes, hermanos norteños.
Cargado de gritos de desaliento y de fe,
Vengo a ustedes, hermanos norteños,
Vengo de donde venimos los «homo sapiens»,
Devoré kilómetros en ritos trashumantes;
Con mi materia asmática que cargo como una cruz
Y en la entraña extraña de metáfora inconexa.
La ruta fue larga y muy grande la carga,
Persiste en mí el aroma de pasos vagabundos
Y aún en el naufragio de mi ser subterráneo
—a pesar de que se anuncian orillas salvadoras―
Nado displicente contra la resaca,
Conservando intacta la condición de náufrago.
Estoy solo frente a la noche inexorable
Y a cierto dejo dulzón de los billetes.
Europa me llama con voz de vino añejo,
Aliento de carne rubia, objetos de museo.
Y en la clarinada alegre de países nuevos
Yo recibo de frente el impacto difuso
De la canción de Marx y Engels,
Que Lenin ejecuta y entonan los pueblos.