Fidel pronuncia el discurso en la sesión solemne de la constitución de la Asamblea Nacional del Poder Popular en el Teatro Karl Marx, el 2 de diciembre de 1976. Foto: Tomada del sitio Fidel Soldado de las Ideas Autor: Sitio Fidel Soldado de las Ideas Publicado: 11/04/2023 | 09:53 pm
«El diputado es imagen del pueblo»
José Martí.
Imagen viva del pueblo fue Fidel Castro durante los más de 30 años que ejerció como diputado de la Asamblea Nacional del Poder Popular, y nadie como él encarnó en la teoría y en la práctica el concepto martiano sobre tan elevada figura pública: «Hombre encargado por el pueblo para que estudie su situación, para que examine sus males, para que los remedie en cuanto pueda, para que esté siempre imaginando la manera de remediarlos»1.
Desde esos conceptos y desde el ejemplo personal que él practicó, nuestro Comandante en Jefe educó al pueblo y a sus representantes en el ejercicio de gobernar y legislar.
Con el pincel del artista y la inteligencia y sabiduría del genio político, fue dibujando la figura del diputado cubano hasta convertirlo en referente único entre los funcionarios públicos que en el mundo realizan tan imprescindible labor.
En el acto de constitución de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), en 1976, Fidel explicó algunas particularidades de la Revolución Cubana y de su sistema político, tales como: no existencia del oficio de político, los cargos no se aspiran, los ciudadanos no se postulan para el cargo de diputado ni se hace campaña para ser electo; los representantes del pueblo no reciben remuneración alguna por su condición de diputado, tampoco ejercen el cargo sin el control de sus ciudadanos y su representación es revocable en cualquier instante.
A partir de ese momento nuestro Comandante en Jefe, desde su ejercicio práctico como representante del pueblo, ante el órgano supremo del poder del Estado y desde sus ideas sobre el tipo de funcionario público que debe corresponderse fielmente con los intereses del pueblo, no descansó un instante en el empeño de perfeccionar sistemáticamente la labor del diputado.
Como diputado, Fidel fue un ejemplo insuperable de disciplina tanto en su puntualidad para asistir a las sesiones de la ANPP como durante su funcionamiento, y se destacó también en el respeto a los criterios de sus colegas, en su interés por escuchar propuestas, críticas, discrepancias, experiencias. Siempre el primero en fomentar el diálogo y promover el debate, en utilizar su derecho a cuestionar o criticar medidas adoptadas por dirigentes de la Administración Central del Estado. Se destacó por el respeto que siempre mostró al Presidente de la Asamblea y en el acatamiento a sus funciones.
Abogó incansablemente para que el diputado tuviera el máximo de participación en los debates y en las actividades de la economía, y defendió con intransigencia el derecho de que a este se le fuera suministrada, con anticipación, la mayor información sobre el presupuesto y el plan de la economía para que pudiera intervenir en los debates de manera conciente y realizar propuestas; y para que posteriormente se alcanzara el máximo de eficiencia y de cumplimiento, y se pudiera controlar hasta el último centavito y se lograra, por los ejecutores y trabajadores, alcanzar una mentalidad de austeridad, un alto espíritu de ahorro y resistencia a la tentación de gastar.
Fidel siempre exigió que el diputado discutiera en la Asamblea con gran amplitud y libertad absoluta, que no tuviera temor a analizar cualquier problema. Para él los reglamentos no eran los que debían regir la actuación de los diputados en el seno de la Asamblea, sino el clima de respeto, camaradería y fraternidad entre todos, sin excluir en lo más mínimo la valentía, la sinceridad y la honestidad de los planteamientos. A los diputados no los limita nadie, afirmaba, solo se limita cada uno en el sentido de saber qué es lo que debemos hacer y cómo debe comportarse.
Es oportuno explicar que desde la experiencia que se celebró en la provincia de Matanzas, en 1974, sobre la organización de los órganos del Poder Popular, y, consecuentemente del sistema electoral que se emplearía, Estados Unidos no ha dejado nunca de desacreditar nuestro proceso para elegir a los representantes del pueblo y a sus órganos de gobierno, acusándolo de antidemocrático, por ende jamás ha reconocido sus resultados.
De los tantos elementos mentirosos y desinformadores, utilizados para hacer creer al pueblo cubano y al mundo que en Cuba no hay democracia, además del cacareado mito de que un sistema solo puede ser democrático si existen varios partidos, han gastado millones y millones de dólares afirmando que la democracia solo puede existir en el país donde su presidente sea electo por el voto directo de sus electores; y ningún argumento es más sólido para demostrar lo contrario que lo que ocurre en Estados Unidos en materia electoral, y, por supuesto, nuestra propia historia.
El Gobierno estadounidense tiene una magia especial para encubrir el hecho de que para ser presidente en ese país basta que se obtengan 270 votos de las 530 personas que integran el colegio electoral designado al efecto. Desde 1824, en cinco elecciones presidenciales, el candidato ganador había perdido la votación directa de los electores. Uno de los ejemplos más escandalosos ocurrió en las elecciones de 2016, cuando Donald Trump ganó la presidencia a pesar de que su oponente, Hillary Clinton, obtuvo 3 000 000 más de votos que él.
Con sobrada razón, Fidel, en la clausura del 10mo. Período Ordinario de Sesiones de la ANPP, el 27 de diciembre de 1991, afirmó:
- En Estados Unidos eligen al presidente con el 25 por ciento de los votos, porque en ese país la mitad de la gente no se molesta en ir a votar.
- Puede incluso darse el caso, en Estados Unidos, que con la mayoría de los votos no sea electo presidente.
- En realidad, soy contrario a las elecciones directas de los jefes de Estado y a las elecciones directas de los presidentes de los poderes populares, es una convicción íntima; lo que necesitamos no es gente con mucho poder, con excesivo poder, lo que necesitamos es gente con poder moderado.
- Lo mismo ocurre con la jefatura del Estado. Es mucho más democrática y más práctica la elección por un organismo colegiado, por una asamblea, porque el individuo que recibe en una
elección el voto directo tiene un poder enorme, se puede endiosar y sentirse por encima de todos los demás. Resulta investido de ese poder en una elección después de la cual no tiene que rendirle cuentas a nadie.
(Tomado del sitio web del Centro Fidel Castro Ruz)
NOTAS
1.- Martí Pérez, José. Obras Completas. Edición crítica, Centro de Estudios Martianos, 1985, t, 2, p, 116