Acompañar desde la ciencia y el corazón a víctimas y familiares de la explosión en el Saratoga es también salvar vidas. Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 11/05/2022 | 09:51 pm
Aún se estremece cuando recuerda el sonido del impacto. Eran cerca de las diez y 30 de la mañana y hasta el aula donde impartía clases a residentes de enfermería llegó el estruendo aterrador. «Salí corriendo para la calle y me di cuenta de lo que sucedía, así que lo primero que hice fue ayudar a socorrer a las personas lastimadas. Recuerdo a un muchacho herido, con sangre en el rostro, que quedó paralizado del miedo. Le tomé la mano y le dije: No te preocupes, aquí estoy, no te voy a dejar solo».
El doctor Julio Rafael Martínez Ramírez nunca quiso ser héroe de una historia de este tipo, pero su humanismo y su deber como médico lo guiaron hasta el lugar donde fue más necesario. «Después recorrimos la escuela y vimos que los maestros habían evacuado a los niños», recuerda el sicólogo del Departamento de Salud Mental de Centro Habana.
En este fatídico suceso, en el que el dolor de las familias es inimaginable, Julio y un equipo multidisciplinario de médicos han asumido la difícil misión de calmar a los familiares y a las víctimas. Su labor se realiza desde la sede del Palacio Central de la Computación y demuestra toda la historia de preparación en salud mental ante situaciones de desastre que tiene Cuba.
En ellos los dolientes han tenido una mano amiga a la que acudir ante el terror de no encontrar a los suyos, o ante la desgarradora noticia de saber que ya no volverán a ver a esos que salieron en una mañana sin pensar que no regresarían, como narran estos especialistas a Juventud Rebelde.
Juntos desde el inicio
Al primer lugar donde acudieron las familias fue a los hospitales. En medio de tanto desespero, estos profesionales intentaron ofrecer apoyo, aún sintiéndose ellos mismos extremadamente conmovidos con el suceso. «Cuba tiene identificado un protocolo para este tipo de desastre, que incluyen las acciones desde la salud mental.
«Así, al saber del accidente, nos organizamos y activamos estos equipos, lo que nos permitió estar desde los primeros instantes junto a los familiares», indica la doctora Tania Adriana Peón Valdés, jefa de la sección de Salud Mental de la Dirección Provincial de Salud de La Habana.
Tania Adriana Peón Valdés, jefa de la sección de Salud Mental de la Dirección Provincial de Salud de La Habana. Foto:Monica Lezcano Lavandera
Ella recuerda que al llegar al Hospital Clínico-Quirúrgico Docente General Calixto García esas personas se acercaban buscando información que les diera esperanza. «Habilitamos un lugar para estas familias en el hospital que nos permitiera —con toda la dignidad y el respeto que merecen— brindarles ayuda humana y sicológica.
«Se organizó también un sistema de partes, de conjunto con la dirección del hospital, y los 17 sicólogos que ya tenían experiencia en desastres pudimos atender a las familias y a las víctimas que por sus lesiones leves o moderadas también podían conversar con nosotros», detalla Adriana.
El tiempo pasaba y seguía aumentando la cifra de personas desparecidas. Esa dolorosa incertidumbre que se apoderó de hijos, hermanas, madres, padres y demás familiares, iba creciendo mientras los rescatistas hurgaban en los escombros. Es la espera más desesperante que se pueda vivir jamás, y cuando el corazón se aprieta de ese modo hace falta alguien que ayude a manejar las emociones.
«Nos movimos con ellos a la sede del Palacio Central de la Computación de La Habana, una institución con todas las condiciones para que las familias pasen estas horas difíciles. Hemos trabajado con cada uno de ellos, nos hemos compenetrado, y les hemos acompañado en ese sentimiento tan duro», comenta la especialista en Siquiatría infantil. «Aquí estaremos hasta el final», afirma quien lleva más de 90 horas en esta encomiable labor.
Este apoyo se ofrece no solo a quienes están reunidos cerca del Saratoga; también hay otros familiares a los que transmitirles la noticia, y los sicólogos han dado consejos para comunicar estos mensajes, que nunca serán fáciles. El equipo de profesionales de la salud ha trabajado también para que estas familias, una vez en sus hogares, puedan sobrellevar el duelo, aunque ante la pérdida de los seres queridos los sentimientos siempre afloran.
Julio Rafael Martínez Ramírez, sicólogo del Departamento de Salud Mental de Centro Habana. Foto:Monica Lezcano Lavandera
Acompañar a nuestros niños
Los niños de la escuela primaria Concepción Arenal no han estado solos en este proceso. Muchos sicólogos y siquiatras tratan de que a ellos no les dañe más haber vivido un evento que no es común. Ellos los acompañan en su incorporación a clases y en el día a día en sus hogares. Y también junto con el Ministerio de Educación han trazado una estrategia de intervención que llega a las escuelas donde han sido reubicados.
«Estamos trabajando con los niños y el personal educativo. Las historias que cuentan, de cómo la escuela fue capaz de organizarse, de cómo los maestros reaccionaron para evitar males mayores, son realmente conmovedoras. Los niños nos dicen: “Gracias a mi maestra estoy vivo, ella me salvó la vida”, y eso nos llega al alma», narra la doctora Tania, con lágrimas en sus ojos «cansados».
Apunta que con ellos se han realizado diversas técnicas y entre estas una de las más impactantes han sido los dibujos. Cristales volando, humo por todas partes, colores rojo, azul y marrón que demuestran emociones contenidas, y varios «bom, bom, bom» que estremecen solo de observarlos.
«Escuchar ese ruido estrepitoso; ver cómo parte de la escuela se reducía a escombros y a humo de cenizas; ayudar a amiguitos con heridas y luego ser evacuados en medio de tanto desastre será para muchos difícil de sobrellevar, pero ya cuentan con especialistas que harán hasta lo imposible por devolverles la sonrisa a los rostros», asegura Tania.
La fuerza que hace falta
Las miradas de familiares y amigos de las víctimas de la explosión sobrecogen; no hay palabras para describir tanta incertidumbre. La esperanza no se pierde, pero las horas pesan. A ellos, a quienes la fatalidad les puso a la espera de noticias, tampoco les ha faltado atención de ningún tipo.
«Han sido días sin descanso, pero entre tanto pesar nos complace poder ayudar a estas personas», dice Eneida Martínez Gutiérrez, jefa de Enfermería de la Dirección Provincial de Salud de La Habana. Ella, al igual que sus colegas, ha estado desde ese mediodía haciendo lo que fuera necesario, no solo como directiva, sino como enfermera y como mujer cubana.
«Después de tres días pude ir a la casa y cuando regresé les dije mi nombre a los familiares, pensando que quizá no me reconocían sin el uniforme. Pero al momento me identificaron, y me dijeron “Cómo no vamos a saber quién es; usted es la seño del Calixto, gracias por tanta grandeza”, y eso me dio aliento para seguir trabajando», relata y enfatiza en los cuidados que han recibido los familiares, pues su salud también se ha visto afectada.
El Palacio Central de la Computación ha sido un espacio lúgubre estos días, donde sobresalen los suspiros de hombres y mujeres a los que los minutos le parecen eternidades. La brigada de Salvamento y Rescate no cesa en el empeño de devolverles a sus familiares, y allí esperan a que llegue la noticia.
El equipo médico ha ideado maneras para comunicarles a las familias los hallazgos, y acompañar los «desplomes», emocionales y físicos. Ellos aconsejan a todos aquellos que puedan sentirse afectados, ya sea de manera directa o indirecta, que busquen ayuda médica de ser necesario.
Eneida, Julio y Tania representan a muchísimos profesionales que llevan días sin ir a sus hogares, que asumen una carga laboral dura, que deben ser fuertes para brindar seguridad, y que no pueden flaquear cuando de sostener a personas se trata. Para ellos el agradecimiento en nombre del pueblo y de las familias de las víctimas, por ser reflejo de un país que se une ante la tristeza y la dificultad, y por buscar luz y fuerza entre la agonía.