La joven científica asegura que a todo lo que se ponga ciencia saldrá mejor. Autor: Cortesía de la entrevistada Publicado: 16/10/2021 | 08:00 pm
El mundo necesita de la ciencia y la ciencia necesita a las mujeres. Esta es la frase que abre la plataforma dedicada a los premios L’Oreal-Unesco Para las mujeres en la ciencia. Sin embargo, Gladys Gutiérrez Bugallo prefiere decir que «la humanidad necesita de la ciencia y la ciencia necesita de todos, de las mujeres, de los hombres, de los ricos, de los pobres… porque la ciencia, para ser verdadera, tiene que ser rigurosa y también tiene que ser inclusiva, y no es así actualmente».
La conversación con esta joven cubana, máster en Bioquímica y Biología Molecular, la inspiró su reciente reconocimiento con el premio Jóvenes Talentos para las Mujeres en la Ciencia en su edición 15ta., que entregan la Unesco y la empresa francesa L’Oreal. Desde Guadalupe accede a dialogar sobre su formación, aspiraciones y aportes a nuestra ciencia y, sobre todo, acerca del rol de la mujer en este sector de la sociedad.
«La ciencia de hoy está hecha más a la medida de los hombres que de las mujeres; está hecha con las reglas del juego de los ricos y no de los pobres. Por eso, si alguien intentara minimizar a cualquiera de las ganadoras de este premio por ser exclusivamente para mujeres (tal como han experimentado algunas colegas francesas), diciendo que no es justa la competición porque los hombres no están en ella, yo le dijera que la participación de las mujeres en la ciencia no siempre es justa y esta es la forma de ponderarla».
La científica se encuentra desde 2018 en este territorio francés en el Caribe para desarrollar su proyecto doctoral en una cotutela entre la Université des Antilles/Institut Pasteur de Guadeloupe y el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK).
«Cuando terminé mi tesis de maestría sobre la transmisión vertical (de las mosquitos madres a los mosquitos hijos) de los virus del dengue en poblaciones cubanas de Aedes aegypti, todavía quedaban muchas preguntas que queríamos responder sobre este fenómeno y su relación con la transmisión de estos virus al hombre y su implicación en la ocurrencia de nuevos brotes de la enfermedad. Sin embargo, no contábamos en el IPK con determinada infraestructura y experticia en esto y necesitábamos una contraparte que la tuviera.
«Así encontramos al Instituto Pasteur de Guadalupe y a la jefa de su laboratorio de estudios sobre el control de vectores, Doctora en Ciencias Anubis Vega-Rua, quien había hecho su doctorado en el Instituto Pasteur de París y contaba con una vasta experiencia y resultados en Entomología Médica y la Arbovirología. Así nació la colaboración».
—Enriquecedora y necesaria la colaboración internacional en el ámbito de la ciencia…
-Sí, especialmente para Cuba. Invertir en ciencia es muy difícil, porque los resultados no se obtienen a corto plazo, por eso creo que son muy importantes las alianzas internacionales en las que ganamos en experiencia, en formación del capital humano y en capacidades con un costo mínimo.
«La ciencia es la base del desarrollo. Todo a lo que se le ponga ciencia, saldrá mejor. En el IPK, por ejemplo, los diagnósticos, los tratamientos y los conocimientos que se tienen sobre las enfermedades infecciosas han sido gracias al desarrollo científico que se cultivó desde hace muchas décadas, promovido por Fidel.
«Pero la ciencia se desarrolla y crece exponencialmente; por eso hay que seguirla promoviendo, apoyando, cultivando, invirtiendo en ella, y para eso hace falta aprovechar todas las oportunidades de superación científica y colaboración que aparezcan».
—¿Hasta dónde el IPK, con su elevado prestigio científico a nivel mundial, ha sido un espacio vital en tu desarrollo profesional?
—Cuando terminé mi carrera de Bioquímica en la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana hice mi período de servicio social en el Secretariado Nacional de la Federación Estudiantil Universitaria, a petición de la organización. Luego me propusieron el IPK como institución para vincularme laboralmente. Yo tenía en mi mente otra idea de la ciencia, más hacia lo biotecnológico, pero el IPK siempre ha tenido un reconocimiento social tremendo y acepté ir.
«Desde que llegué he estado vinculada al campo de la Entomología médica y el control de vectores. Allí pertenezco al Laboratorio de Toxicología que dirige el Doctor en Ciencias Juan Bisset y he participado en investigaciones relacionadas con la resistencia a insecticidas en mosquitos y el estudio de Wolbachia como método alternativo de control vectorial.
«No obstante, el centro de mi investigación es la transmisión de arbovirus (dengue, zika, chikungunya) por Aedes aegypti, la especie más peligrosa en nuestro contexto actualmente. En este campo desarrollé mi maestría y está en curso mi doctorado.
«Es en el IPK donde también tengo mis publicaciones como primera autora en revistas internacionales de alto impacto (entre estas Nature), dos de los resultados relevantes institucionales con que cuento, el premio de la Academia de Ciencias de Cuba en 2019 y este reciente.
«Esta institución es mi otra familia. Yo no voy al IPK solo porque es mi sustento económico, también voy porque lo disfruto, me gusta lo que hago, me gusta mi trabajo, me gusta investigar y descubrir aquello que tendrá un impacto práctico y social».
Contribuir a la educación de los demás
A esta mujer, a quien siempre le fascinó investigar los fenómenos biológicos, el porqué de las cosas que pasaban en la naturaleza, los procesos al interior de la célula… quizá sea difícil imaginarla en otra actividad, por la inmensa dedicación y entrega que demanda su profesión.
«Pero me encanta bailar y me divierto muchísimo haciéndolo, y además pertenezco a un grupo de excursionismo y senderismo, Malnombre, que tiene como líder a un cubano excepcional, Miguel Alfonso Sandelis. Mi otro hobbie es pasar tiempo con mi familia, especialmente con mi hijo Hugo», asegura.
Sucede que no pocas veces, «condicionamos» el desempeño de alguien por ser hombre o mujer, en particular cuando se trata de ellas, porque harto sabido es que, además de la jornada laboral llevan sobre sus hombros la otra jornada, la doméstica, y en la mayoría de los casos sin poder compartirla.
«Es una construcción social muy complicada, que está en el imaginario de la gente y que resulta difícil transformar con decretos o leyes, incluso. Yo creo que cada vez más las mujeres vamos transformando esa realidad hacia un escenario de cooperación, igualdad y desprejuicio entre los géneros, pero es algo en lo que falta muchísimo por hacer.
«El terreno científico es, igualmente, muy competitivo y de alta consagración y concentración. La jornada laboral no tiene por qué durar ocho horas, quiero decir que se puede extender, y al mismo tiempo muchas veces no te son suficientes las horas en el laboratorio y debes continuar en la casa. Y las mujeres llevan la desventaja justamente porque son las que paren y tienen que hacer una pausa en su carrera, y luego, si en la casa son las mayores responsables de la rutina diaria y de la atención a los hijos, realmente se ven desfavorecidas.
«En ese sentido me considero afortunada por la familia que tengo, por las personas que me he encontrado en la vida, por las mentoras que he tenido, por todas las posibilidades que mi país me ha brindado para estudiar y superarme. Lucho cada día por acumular mucho conocimiento y mucha experiencia en lo que hago, en lo que me gusta.
«Quisiera tener la dicha de aprender de los mejores y como decía Martí “en cambio contribuir a la educación de los demás”. Quisiera en el futuro dirigir mi propio grupo de investigación, indagando yo también, enseñando lo que sé y aprendiendo de lo que los otros también aprendan. Esa es mi meta en la vida: ¡crecer y ser útil!».