Los jóvenes son los que con mayor frecuencia transitan como asintomáticos. Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 19/01/2021 | 12:03 am
¿Dónde estuviste? ¿Con quiénes te reuniste? Estas y otras muchas interrogantes conforman la encuesta que, con rigor y especificidades, se le realiza a cada persona que, confirmada como positiva a la COVID-19 o como sospechosa, arriba a una institución hospitalaria de nuestro país.
Parece cosa de rutina, pero puede ser muy abrumador, tanto para el paciente, que padece esa mezcla indescriptible de temor, incertidumbre y ansiedad; como para el personal de salud que, con la indumentaria requerida, se le acerca sin querer violar los protocolos sanitarios, aunque con deseos de hacerle sentir mejor.
Así lo cuenta la especialista en II grado en Higiene y Epidemiología Niurka Molina Águila, quien realizó numerosas encuestas de ese tipo como parte de su trabajo en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK).
«¿Sabes qué es lo más importante y, a la vez, más agobiante, sobre todo para el paciente? Es necesario responder esas preguntas apelando a la memoria de la manera más exacta posible porque urge que las respuestas se refieran a los 14 días previos a la detección. Solo así podremos seguir la cadena de transmisión como es debido», asegura.
Cuesta imaginarlo, pero es el día a día de epidemiólogos y otros especialistas que laboran desde hace meses en medio de un escenario tan hostil como el que impuso la COVID-19 en el mundo.
«El mayor peligro de esta enfermedad no radica solamente en el propio acto de padecerla, sino en las personas asintomáticas que, precisamente por no sentir nada que los alarme, realizan sus actividades habituales y tienen contacto con otros, y se convierten en portadores con igual riesgo de transmisión que los que sí manifiestan los síntomas.
«¿Quiénes son estos asintomáticos? Usted, yo, aquel, ella…, pero fundamentalmente los jóvenes. Las personas mayores de 59 años y los niños menores de un año son esencialmente sintomáticos, el resto, adolescentes, jóvenes y adultos de menos edad, pueden portar la enfermedad sin sospecharlo. Por eso es vital respetar al pie de la letra las normas de bioseguridad establecidas».
No siento, pero padezco
A partir de una investigación realizada en el IPK desde el pasado año (cuya publicación no ha salido a la luz), cuando se empezaron a reportar casos de la enfermedad en el país, se ha valorado en todo este tiempo que alrededor del 63 por ciento de las personas identificadas como positivas eran asintomáticas. Esta cifra, lógicamente, aumenta en la medida en la que se efectúa la búsqueda de contactos a través de la vigilancia activa, es decir, por las pesquisas.
La también máster en Enfermedades Infecciosas precisa que este estudio abarcó La Habana, fundamentalmente, pero que continuará para evaluar los resultados en función de un mejor trabajo de prevención y control de la COVID-19. «La enfermedad se ha ido conociendo paulatinamente, en la medida en la que las personas se han enfermado.
«Aún se desconoce mucho, y por ello describir síntomas es complejo. Ya vemos que en ocasiones la pérdida del gusto y el olfato se presenta como únicos síntomas, incluso, de la dolencia. Hasta tanto no se comprobó en varios pacientes, no pudo describirse como una sintomatología asociada, y así ha sucedido con otros aspectos.
«Lo primordial es respetar las normas sanitarias establecidas. No podemos cansarnos de repetirlas y hacerlas cumplir, porque es la única manera que tenemos para hacer ver que esta enfermedad no desaparecerá del todo, sino que conviviremos con ella como una enfermedad estacional, como lo es la H1N1 u otras».
—¿Aun siendo asintomáticas, esas personas pueden padecer secuelas de la enfermedad?
—Sí, es posible. Ya se han descrito las secuelas que ha dejado la COVID-19 en personas sanas que la padecieron. Tener síntomas o no, no necesariamente condiciona la aparición de las secuelas, pero ante la duda es mejor evitar el contagio.
—La vacuna es la esperanza...
—Por nuestra condición humana, necesitamos esperanzas para seguir adelante. Ciertamente esperamos con ansias la vacuna, pero la población debe saber que toda vacuna posee un tiempo para elevar la inmunidad del organismo. Que nos vacunemos hoy no quiere decir que ya mañana somos inmunes al virus, sobre todo cuando se reportan cada cierto tiempo nuevas cepas.
«Existen vacunas que requieren dos dosis, y completar el ciclo es esencial. Sin embargo, a partir de la aparición de nuevas cepas, se prefiere en no pocos casos demorar la aplicación de la segunda dosis, y eso alarga el proceso de inmunización».
La doctora, también investigadora y profesora asistente, subrayó que hasta que no exista un número elevado, muy elevado de personas vacunadas e inmunizadas, no se estará fuera del peligro mayor y nunca ausente del todo.
La población cubana debe estar informada y orientada correctamente, a partir de los resultados de las investigaciones que se realizan y las reacciones de los pacientes al recibir la vacuna.
«No pretendo alarmar, pero hay que tomar en consideración que puede surgir otra nueva cepa del virus y la vacuna puede no tener la capacidad de enfrentamiento a ella, así que habrá que seguir estudiando y creando.
«Las medidas sanitarias que hoy tanto se repiten en los diferentes medios de comunicación son para la vida, porque de ahora en adelante el mundo ya no será igual al que conocíamos antes de la pandemia.
«La familia debe insistirles a sus menores y exigirles que respeten esas medidas, pues uno de los mayores peligros de esta pandemia es que colapsen los servicios de salud, como ha sucedido en otras naciones. No solo colapsan porque las personas se enferman, sino porque no evitan enfermarse».
Niurka Molina Águila, especialista en II grado en Higiene y Epidemiología, investigadora en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí. Foto: Cortesía de la entrevistada
Molina Águila mencionó además el proceso de rencuestar a los pacientes en su calidad de convalecientes. «Muchas veces es ese el momento de completar el cuestionario que, al llegar por primera vez a la institución, no pudieron seguir con su llenado».
Enfatizó en que no debemos asistir a lugares cerrados o a sitios donde predominen las multitudes, que el nasobuco debe llevarse correctamente, que el lavado frecuente de las manos debe ser profundo, que al toser o estornudar debemos protegernos con el antebrazo, que mantengamos la distancia entre una y otra persona…
«Usted, yo, aquel, ella… cualquiera de nosotros puede transmitir la enfermedad sin saberlo, y es eso lo que hay que entender. En la medida en la que alguien que conviva con otras personas cuide más su salud, no se puede cuestionar ni su amor ni su entereza. No son tiempos de amar como a la antigua, pero sí de demostrar que cuidando nuestra vida, cuidamos la ajena».