Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Anticuerpos para emerger

Autor:

José Alejandro Rodríguez

  ¿Será la COVID-19 un parteaguas, como para acuñarle un antes y un después, como a Jesucristo? ¿Captaremos la lección de una pandemia que iguala a rajatabla en el dolor y revela tanta fisura global? ¿Primarán el sentido común, la responsabilidad pública y la solidaridad por encima de la maltusiana competitividad y el egoísmo? ¿Seguirá gravitando el dilema shakesperiano del ser o no ser entre condición humana y utilidades, a la luz del Dios Mercado?

Muchas preguntas, sin respuestas certeras aún, me levantan de la cama este Primero de Mayo. Dudas, como para no almibararme en el excesivo optimismo, viendo cómo anda este mundo loco, que reduce la vida a frías estadísticas reciclables, y ya empieza a abrir los negocios cuando aún no les ha cerrado los ojos a sus idos.

Entre tantas inoperancias, y el virus de la maledicencia y la mentira, reclamo mi derecho a levantar este Primero de Mayo domiciliario una pancarta muy personal a favor de la generosidad sin límites de mi país. Cuba, Cubita, tan maltratada y agredida por los mariscales y tecnócratas de este mundo, tendiendo brazos y puentes hacia sus hijos y allende el mar, mientras otros piratean botines para la pandemia, juegan a la ruleta rusa con vidas humanas y ni usan nasobucos para amortiguar sus improperios.

Cuba transida de agonías y estrecheces, y aún así contagiada de fraternidad y amor, cimentados en dos pilares: la nobleza de un pueblo obseso en compartirlo todo, y la responsabilidad de un Estado y un Gobierno socialistas que echan pie en tierra por los suyos y por cualquier terrícola. Y eso no podría lograrse sin una salud tan pública y benéfica. Sin tarifas ni fronteras.

Es el legado supremo de Fidel Castro Ruz, aunque a algunos les duela la evocación. Y no se necesita ninguna afiliación para reconocerlo por cualquier compatriota, dondequiera que esté, y sin importar credos, visiones políticas ni distancias con el país. No hay que ser «rosca izquierda», ni fanático del Gobierno cubano, para sopesarlo como una nota contrastante con ciertas visiones centrípetas y de compartimentos estancos sobre la sanación ante la COVID-19.

La pandemia, y todo lo vinculado a ella hacia lo interno del país, nos va dejando ciertas señales: una es que la sociedad cubana tiene tremenda potencialidad de organización, lógica común y eficacia para enfrentar situaciones límite y súbitas como esta, que no se revelan siempre en la normalidad de lo cotidiano. Somos eficaces ante lo insólito, y no siempre ante lo rutinario.

Otra es que, ahora con mayor apremio, se revela más nítidamente el grado de impunidad de que han gozado la indisciplina social y ciertos delitos cotidianos, con poco enfentamiento, y el orden y el rigor, bien aplicados y a tiempo, no son opresión, sino justicia y respeto para la ciudadanía.

También la dinámica de lo imprevisto nos debe curtir más para tomar decisiones ágiles y certeras ante males que se van incubando en la sociedad. Un buen ejemplo es cómo el Gobierno cubano, por estos días y hace ya un tiempo, está llevando a punta de lápiz el análisis de los problemas del país. Eso tiene que reflejarse en la base de la sociedad, en el territorio y hasta en el barrio para sentirlo vivo.

Un imperativo esencial, que no acaba de fraguar y ahora se ha reafirmado, es el de la alimentación. Ya el General de Ejército Raúl Castro Ruz hace mucho tiempo lo caracterizó como estratégico para la sobrevivencia de una sociedad tan bloqueada y con tantas carencias, dependiente sobremanera de las importaciones para intentar suplir lo que no llega o llega muy caro a la mesa familiar.

Tras la COVID-19, Cuba emergerá de sus dolores y pérdidas con su ancestral capacidad de resurrección, en medio de graves dificultades económicas en el mundo de hoy, y las suyas propias, acentuadas por el pertinaz bloqueo estadounidense. Y será el momento para hacer un alto en el camino y repensar dialécticamente el país, con nuevos antígenos. Desechar todo lo que esté frenando las fuerzas productivas, y estimular el trabajo honroso, ya estatal o no, como fuente de progreso, con la unidad y el concurso de todos, por encima de diferencias.

Si enfrentamos el nuevo coronavirus, cómo no vamos a crear antígenos para otros males, me digo levantando una bandera cubana en el centro de mi corazón, este Primero de Mayo.

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