La rehabilitación es tarea prioritaria en el centro holguinero Autor: Nelson Rodríguez Roque Publicado: 06/01/2020 | 08:14 pm
HOLGUÍN.— Enmanuel llegó el 25 de febrero de 2019 al centro médico sicopedagógico Modesto Fornaris Ochoa. Su madre padece un retraso mental severo y su papá, leve. Arribó con cuatro meses, luego de haber nacido con 32 semanas y tener varias complicaciones de parto pretérmino, de las cuales salió sin tanta severidad. En estos momentos, presenta retardo del desarrollo sicomotor y del lenguaje.
No obstante, se para y se sienta con apoyo, y dice claro «mamá». Ya tiene buen apetito, y una dieta libre. De acuerdo con el esquema de ablactación (administración al bebé de alimentos diferentes a la leche) de su edad, cumplió 12 meses el 7 de octubre pasado. Al pequeño se le da un seguimiento estricto en la consulta de Neurodesarrollo del hospital pediátrico holguinero y en el mismo centro médico sicopedagógico, donde cumple un programa de rehabilitación diaria, además del tratamiento logopédico.
Mas Enmanuel está acompañado; su familia se extendió por todo el Modesto Fornaris, donde es el paciente de menos edad, en una institución cuyo objetivo esencial es atender a personas con discapacidad intelectual severa y profunda. Para ello cuenta con un servicio altamente calificado, integrado en su mayoría por profesionales de Salud y Educación.
Aquí hay pacientes de 13 provincias y de casi todos los municipios holguineros, excepto de Rafael Freyre, asegura Laritza Linares, directora del centro, quien añade que «este está concebido, al igual que los otros 29 de su tipo en Cuba, para que ingresen personas —sobre todo a partir de los seis y hasta los 18 años de edad—, atendiendo al estudio genético que se hizo en 2001-2002, por iniciativa de Fidel, en el cual se detectó aumento de las discapacidades».
De acuerdo con Linares, hay pacientes que sobrepasan los 60 años, tres en este grupo, y también bebés. Están Enmanuel y César, quien es Síndrome de Down, del municipio de Urbano Noris, y tiene cuatro añitos. Los dos pequeños proceden de un medio social y familiar adverso, sin familias que pudiesen ocuparse de ellos.
Internos, seminternos y ambulatorios, esos son los regímenes de tratamiento en esta institución del reparto Piedra Blanca, en cuyos 27 departamentos o servicios se le da sentido a la vida, como aseguraron los entrevistados con los cuales este diario conversó.
Eustaquio, Ana Adela y…
A Eustaquio Driggs le amputaron las piernas de pequeño y Ana Adela Parra padece de una parálisis cerebral. Ambos presentan discapacidades intelectuales, y por eso llevan viviendo en el centro los 36 años que tiene de fundado. Él, amante del séptimo arte, se enorgullece de sus habilidades artesanales y de la ayuda que brinda en los cubículos y en la cocina; ella es una mensajera diligente, que ha aparecido hasta en televisión.
Sus edades rondan el medio siglo. El día de la visita de Juventud Rebelde a la institución, los dos se destacaron participando en cada pregunta formulada en el matutino sobre el acontecer internacional y las efemérides. Eustaquio tenía conocimientos de que el Presidente de Cuba cumplía una visita oficial en una exrepública de la antigua URSS (Belarús), y Ana Adela estaba actualizada sobre la jornada Camilo-Che.
De guía por toda la instalación nos sirvió la defectóloga Altagracia Nieves, que lleva cuatro décadas en esa labor, y muchos la consideran el alma del sitio, por su sentido de pertenencia y el cariño que le imprime a todo cuanto hace. Ahora organiza un evento con personas egresadas de allí, para que cuenten sus experiencias luego de reinsertados a la sociedad.
«Tratamos de habilitar a estas personas que, de forma general, tienen afectado el lenguaje. Queremos que puedan valerse por sí mismas en su vida diaria y hagan, hasta donde puedan, sus actividades cotidianas. Tenemos tratamientos colectivos e individuales.
«Nuestros pacientes participan en eventos culturales y deportivos, trabajan en el huerto, en la lavandería, elaboran adornos y artículos de cumpleaños, limpian parques, plazas y pasillos, y así se insertan en la comunidad. Para mí ellos son un arsenal de vivencias, porque son capaces de transmitir su sentir sinceramente», destaca.
Entonces conversamos con Eliserio Rodríguez, quien ha andado por Ghana, Haití y Venezuela de misión internacionalista, pero su principal razón de ser es la rehabilitación en esta entidad médico-sicopedagógica, donde encabeza el departamento técnico-docente-asistencial. Desde 1989 pertenece al colectivo holguinero.
«Atendemos al ciento por ciento de los pacientes, en dependencia de la patología y el tratamiento que requieran. En las mañanas recibimos a los aquejados de parálisis cerebral infantil, los más complejos casos, por su estado de encamamiento. Por las tardes acuden otros que deambulan. Hemos tenido logros significativos, hicimos deambular a buena parte de los pacientes y al resto se les busca soluciones para que no se compliquen.
«El gimnasio está bastante completo, posee muchas condiciones y disponemos de equipos de electroterapia. Recuperamos el tanque de hidromasajes a nivel corporal, especie de tina a 38 grados de temperatura, y la mesa universal para la rehabilitación de diferentes afecciones, mediante variados ejercicios, todo esto fruto del empeño innovador», reconoce el jefe de departamento.
Otra que posee una gran responsabilidad es Noris Ricardo, trabajadora fundadora, la cual está a cargo de un cubículo seminterno vegetativo. «Mi función como niñera, de lunes a viernes, comienza con un recorrido desde las 6:00 a.m. por lugares donde confluyen pacientes. Ya a las 8:00 a.m. llegamos y ellos van a Fisioterapia o Defectología. La alimentación aquí es muy buena. Carlitos y Leonor tienen su dieta específica, los demás comen libremente.
«Reina la alegría cuando los trabajadores de aquí se visten de payasos y recorren los cubículos. César es interno, pero lo cuido con estos niños para que los imite y vaya aprendiendo; ya coge el vaso. A ellos les ponen música, les leen cuentos... Hay niñeras que pasan las noches pendientes de que no les den ataques epilépticos o fiebre, por ejemplo. En las tardes hago el recorrido de la mañana y los voy repartiendo por sus sitios de recogida».
Y Yuriannis Pérez, quien se desempeña como cocinera desde 2012 y es secretaria general del comité de base de la UJC, manifiesta que «son rigurosos con la higiene y la elaboración, por la dieta balanceada de los comensales, ya que algunos son diabéticos o hipertensos. Prevenimos que no haya bacterias o contaminaciones cruzadas.
«Hacemos varios platos para diferentes dietas, incluidas fórmulas basales, es decir, se les suministra un puré a algunos. Podemos hacer hasta siete platos diarios. Ellos tienen desayuno, merienda, almuerzo, merienda, comida y cena. Son seis procesos», afirma.
El honor de trabajar aquí
«Es un honor trabajar en esta institución, porque quienes acuden a aquí generalmente la sociedad los enajena, hasta la misma familia en ocasiones, pues no tienen la capacidad de aprender a leer y escribir. Sin embargo, cuando trabajamos con ellos, nos damos cuenta de que poseen potencialidades, muchas ocultas y otras sin adecuado manejo.
«Realmente tienen características especiales que no tenemos personas con intelecto normal, capacidad de amar y ser honestos en todo momento. Dan de sí lo mejor, son transparentes, genuinos, únicos», así de complacida se muestra la directora del centro médico sicopedagógico.
Y vemos cómo el cariño y la entrega corren por cada sitio del centro, el cual fue objeto de una reparación capital entre 2011 y 2015, cuya materialización y el cuidado de los 207 trabajadores y los pacientes son palpables, desde el mismo momento en que uno se presenta en el vestíbulo.
Por eso el ómnibus de la popularmente conocida ruta de los «impedidos» recorre la Ciudad de los Parques todos los días, viajando hasta donde son reparados los sueños. Allí, en el centro médico sicopedagógico Modesto Fornaris Ochoa sus pacientes demuestran que forman parte de una Cuba donde siempre se ampara a todos.
Para este colectivo resulta esencial atender a las personas con discapacidad intelectual.