Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Fotogramas de mujer

A lo largo y ancho de esta Isla, y en múltiples sectores de la sociedad cubana, las mujeres conforman un adorable mosaico de singularidades, matices y valores. Cuatro jóvenes espirituanas, en nombre de todas las de este archipiélago, comparten con JR sus historias este 8 de marzo, para ponerle rostro a una celebración imprescindible

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

SANCTI SPÍRITUS.— Como la estatura no la favorecía mucho, cuando pequeña tenía que estirarse bastante para plasmar trazos en la pizarrita colgada en la pared del patio de su casa, con la que jugaba a los maestros. Aquella pasión infantil poco a poco se trasmutó en interés de vida, y hoy Daliusca Pentón Majín encuentra una satisfacción especial al llegar cada día a su aula en la escuela primaria Remigio Díaz Quintanilla, de la ciudad del Yayabo.

«Contaba con solo 18 años la primera vez que me enfrenté a un grupo de estudiantes. Aquello fue una experiencia inolvidable, pues en la escuela te dan la teoría, pero la práctica es completamente diferente.

«Disfruto impartir la enseñanza de 1ro. a 4to. grados. Este curso ha sido muy complejo. Pero lo que no ha cambiado es mi motivación por aplicar métodos y herramientas que me permitan conocer cómo van aprendiendo los alumnos.

«Ahora tengo 31 en el aula, y todos son mis chiquiticos. Desde hace un tiempo me atiendo, junto a mi esposo, para tener mis propios hijos», nos dice optimista y contenta esta espirituana que sabe cuánto representa ponerle su tierno acento de mujer a todo lo que hace. 

Como la mayoría de las jóvenes de su edad, Daliusca visita con sistematicidad los centros recreativos espirituanos, donde ha encontrado muchas sorpresas. «Mis primeros alumnos hoy ya son más grandes y corpulentos que yo, y cuando me ven enseguida vienen hasta  mí. Me saludan con cariño y aún me dicen maestra. En ese instante, toda la atención se dirige hacia mí, y eso me hace sentir especial», comenta. 

Reacción entre La Habana y la bioquímica

La zaceña Yeleiny Machín León no olvida la primera vez que vio el malecón habanero. Cargada de miedos y expectativas, iniciaba por entonces una nueva etapa de su vida. Y sin saberlo con tanta seguridad, se adentraba en un mundo que le ha dado muchas satisfacciones.

«Siempre me han gustado la química y la biología. Por eso no dudé en pedir la licenciatura en Bioquímica. Si hoy tuviera que volverla a estudiar, no lo pensaría dos veces, aunque los primeros días en la beca en 12 y Malecón lloré y llamé insistentemente a mi mamá», confiesa quien, pasados cinco años, regresó a Sancti Spíritus y comenzó a trabajar en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), un colectivo que no ha creído en fatalismo geográfico para erigirse como una de las principales instituciones científicas del país.

«Sentí un poco de frustración al principio porque me ubicaron en el laboratorio de control de la calidad y soñaba, como toda recién graduada, en investigar y descubrir cosas. Aquí nuestro objeto social es darles solución a los problemas que surgen en la producción. Pero no me he dejado vencer por lo cotidiano. Me propongo aportar algo sistemáticamente», asegura mientras hojea un cartapacio repleto de apuntes.

«A mis hijos Adriana y Carlos Manuel, aunque son pequeños todavía, les hablo mucho para que estudien lo que deseen. Si yo no hubiese defendido eso, hoy tal vez no fuera quien soy, porque mis padres querían que estudiara en Sancti Spíritus para que no pasara trabajo. La Habana y la Bioquímica me cambiaron, y nunca pensé en que porque soy mujer debía buscar la comodidad. Una siempre tiene que crecerse para tener lo que quiere», dice.

El amor que experimenta Daliusca por el magisterio nació en sus primeros años de vida. Foto: Juventud Rebelde.

La dependienta modelo del Café Express

A unos cuantos kilómetros de la urbe espirituana, en Fomento, vive Yunixy Castiñeira González, de 25 años. Como las protagonistas que le anteceden disfruta del ambiente de su trabajo, en el céntrico Café express La Modelo, de ese municipio.

Pero en su corta historia ha tenido no pocos momentos de alegrías y regresiones. «Dejé de estudiar al terminar el 12mo. grado porque salí embarazada de mi hija Neily. Luego aprendí en la casa el oficio de peluquería, pero tras la separación del padre de mi pequeña salí a buscar trabajo fuera», cuenta, casi más con los ojos que con su voz.

Después de averiguar por las posibilidades reales con que contaba, que no eran muchas realmente, comenzó a laborar, presta a hacer lo que tuviera que realizar, en la unidad gastronómica donde está actualmente, una de las más visitadas por fomentenses y foráneos. «Empecé desde abajo y ya hoy soy una de las dependientas. Aunque sé que hay cursos de superación, la mayoría son fuera del municipio, y prefiero dedicarle tiempo a mi familia, que no puedo desatender. Esa es mi responsabilidad», expone.

Para Yunixy el buen trato es la clave del servicio que merece todo cliente. Foto: Juventud Rebelde.

Yunixy se desenvuelve con agilidad en el balcón del Café. Una sonrisa expresiva acompaña cada producto que entrega en las mesas. «Soy feliz con lo que hago. Pero no quiero una historia como la mía para mi hija. Le inculcaré que estudie mucho. Las mujeres siempre estamos aprendiendo. Aprendemos de nuestros propios errores y en nuestros propios caminos. Y todo eso nos hace más fuertes», dice alegre. 

Con los colores de la vida

«Soñaba con ser una artista visual. Pero cuando hice las pruebas para la entonces Academia de artes plásticas Oscar Fernández Morera, de Trinidad, no pude matricular porque me faltó un punto en el examen de Apreciación. A partir de ahí me di a la tarea de estudiar esa materia», asegura Liesly Abstengo Sánchez, quien encaminó entonces sus pasos hacia la instrucción de arte en la especialidad de artes plásticas.

Esta joven, natural de La Sierpe, agradece hoy haber apostado por ese camino, mientras recorre en la memoria las complejas circunstancias que afrontó tras culminar sus estudios en la escuela de instructores de arte Vladislav Volcov, donde resultó ser la mejor alumna de su especialidad en la octava graduación.

«Me ubicaron en un plantel perteneciente a una zona de difícil acceso en Peralejo, donde tuve por momentos que auxiliarme de los vaqueros. Luego pasé al círculo Espiguitas doradas, del municipio, donde creé mi propio programa y tuve resultados. Más tarde me pidieron en la secundaria básica del territorio y después asumí la dirección de la Brigada de Instructores de arte José Martí, (BJM)», añadió quien proviene de una familia de agrónomos.

A la par de toda esa vorágine culminó la Licenciatura en Instructor de arte. Luego tocó a su puerta otro desafío: asumir la máxima dirección de la BJM en Sancti Spíritus.

«Tengo muchos desafíos en esta nueva etapa de mi vida», asegura sonriente.

Fomentar el amor por el arte alienta a Liesly. Foto: Juventud Rebelde.

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