Si fuera por Antonio, nunca se bajaría de la máquina combinada. «¡Hasta almorzaría aquí arriba!», bromea. Autor: Juan Morales Agüero Publicado: 21/09/2017 | 06:51 pm
JESÚS MENÉNDEZ, Las Tunas.— La sequía no le concede respiro a la agricultura de esta región. Basta mirar sus campos sedientos para apreciar esa suerte de asfixia: terrenos agrietados, clorofilas marchitas, cultivos agonizantes, polvo por todas partes… Los cañaverales soportan con espartana firmeza el martirio. Pero el hombre se niega a claudicar ante la conjura de la naturaleza.
Entre los colectivos que asumen el compromiso de sacar adelante la actual zafra azucarera en medio de las adversidades, figura el pelotón-escuela del Instituto Politécnico Agropecuario Orlando Pantoja. Se adscribe a una UBPC de la comunidad de El Trompo y lo integran profesores del centro y estudiantes del segundo año que se forman como obreros calificados en operación de equipos agrícolas y como técnicos medios en mecanización agropecuaria.
«Este pelotón-escuela existe desde la fundación del politécnico, hace unos 30 años, dice Juan Osorio Salazar, subdirector. Forma parte de su programa docente, pues se creó para que los muchachos desarrollen en los cañaverales sus ciclos rotativos de prácticas de producción y apliquen allí lo aprendido teóricamente en las aulas. Al lado de los plantones consolidan sus conocimientos».
Según el directivo, el contacto directo con «la concreta» aporta habilidades como operar la máquina combinada KTP, propiedad del politécnico y paradigma del corte mecanizado. Los alumnos se adiestran en el ajuste de la altura de sus cuchillas, para que sus tajos no se produzcan ni muy arriba ni muy abajo. También aprenden a manejar el tractor, cuyo «vikingo» recibe, junto al tajo y en movimiento, la gramínea guillotinada por la cosechadora.
No es todo, empero. En esa enorme aula anexa que es el cañaveral, se ejercitan en la identificación de las diferentes variedades de caña y los tipos de combustibles y lubricantes. También aprenden a calcular con exactitud las toneladas cosechadas por jornada, a emplear las nuevas tecnologías de cultivo, a reparar una avería técnica, a aplicar fertilizantes, a estimar rendimientos y hasta a colar un cafecito en la cocina y luego fregar las vasijas.
Experiencia para el aprendizaje
El ingeniero Joel Osorio lleva 30 años a cargo del pelotón escuela. En períodos de zafra permanece todo el tiempo en las plantaciones. Pero cuando la última caña desaparece del campo para ir a destilar dulzura en los basculadores del cercano coloso Antonio Guiteras, se incorpora de lleno al claustro de profesores del politécnico, al cual pertenece desde hace más de 35 cursos.
«Nuestro pelotón es una insignia para la escuela en general y para la especialidad de mecanización en particular, asegura. Por sus filas han pasado varias generaciones de estudiantes que hoy son obreros calificados y técnicos medios en distintas especialidades agropecuarias. Incluso, uno de los operadores de combinadas del pelotón de la UBPC es egresado del politécnico».
Pero el ingeniero estima que hay aspectos de carácter docente que necesitan de una atención priorizada y urgente, si se pretende elevar la calidad del proceso de enseñanza. Entre ellos cita las aulas móviles, que —opina— deben mejorarse tecnológicamente para que puedan reproducir la realidad lo más posible. Además, la base material de estudios es, a todas luces, obsoleta, pues incluye tractores con más de 20 años de intensa explotación y máquinas cosechadoras KTP de las primeras generaciones.
«Buena parte de nuestros estudiantes procede de zonas campesinas próximas. A muchos les encanta la mecanización por la influencia de sus familias. Aquí, por ejemplo, tenemos al hijo de un operador de combinadas. El muchacho ya sabe cosechar con la máquina, como si fuera un experimentado. Hay también hijos de tractoristas que han adquirido mucha destreza. Es una pena que su inserción laboral después de graduados no esté garantizada completamente en estas plazas, que suelen ser muy competitivas», agrega.
Feria de corte y tiro
Para que el plan de estudios de estas instituciones disponga de una pincelada lúdica, el Grupo Empresarial Azcuba acordó organizar cada dos años una feria nacional de corte y tiro mecanizado, cuya segunda edición se desarrollará próximamente en el Instituto Politécnico Agropecuario Orestes Jiménez Fundora, en el municipio de Santa Isabel de las Lajas, en Cienfuegos.
«Asistirán cuatro alumnos del politécnico tunero, informa Julio César Tamayo, metodólogo provincial de la rama agroindustrial. La competencia consiste en operar cosechadoras y tractores con «vikingos» receptores en condiciones reales de cañaveral. Ganarán quienes consuman menos tiempo en el llenado, corten las cañas según las normas técnicas de altura, cumplan con los requisitos del viraje en los extremos del campo y compilen menos pérdidas de materia prima por concepto de caída fuera del carro rodante».
Se trata de un singular certamen que, amén de concitar entusiasmo entre los participantes de todo el país, evidencia también cuánto han asimilado ellos en materia de habilidades profesionales y cuánto han invertido sus profesores en áreas como orientación profesional y formación vocacional.
Hablan los atletas agropecuarios
Antonio Rodríguez Pérez tiene apenas 17 años de edad y estudia el segundo año de técnico medio en Mecanización Agrícola. Vive con su familia en un asentamiento poblacional cercano. Le encanta operar las máquinas combinadas. Y desde la cabina de una me dice que aguarde un momento, que bajará a responder mis preguntas.
«Todo lo que hago aquí lo aprendí primero en las aulas, asegura. La práctica es esencial, pero necesita de la teoría. Para operar estos equipos hay que saber, porque son complicados cantidad. Fíjese que tienen sistemas hidráulicos y mecánicos. Uno tiene que andar fino para darles mantenimiento. He aprendido mucho gracias a la ayuda de mis profesores y de los operadores viejos».
Desde el otro lado del cañaveral nos llaman para que merendemos. Antonio y yo tomamos lentamente rumbo a la improvisada carreta que hace de cocina-comedor. Mientras caminamos entre la paja seca del cañaveral, me cuenta que es fanático del club Barcelona y que para él Messi es el mejor jugador de fútbol del mundo.
«Muchos por ahí piensan que los jóvenes campesinos solo sabemos de agricultura y de surcos, afirma. Oiga, ¡qué equivocados están! Yo sigo el fútbol por televisión como cualquiera de la ciudad y veo también la pelota. También me encanta escuchar música. Pero no le niego que disfruto mucho picar caña. En estos días voy para Cienfuegos a una competencia de combinadas. Trataré de ganar».
Por allí cerca me presentan a otro de los asistentes al evento de Cienfuegos. Se llama Ibrahim Pupo Rodríguez, también de 17 años. Es primo de Antonio y, como este, cursa el segundo año de Mecanización Agrícola. Solo que, a diferencia de su pariente, sigue al Real Madrid, por lo cual con frecuencia polemizan.
«Siempre quiero ser de los primeros, por eso voy a la competencia a tratar de ser el uno, confiesa con una sonrisa. Si no se aspira a ganar es mejor no ir, ¿verdad? Puedo participar en las dos cosas: operar la combinada y conducir el tractor. Pero haré lo que me digan. Me gusta lo que estoy estudiando. Fíjese que mi pasatiempo preferido es manejar el tractor. Los jóvenes campesinos deberían sumarse a estas especialidades. El país lo necesita mucho».
Generalidades de un pelotón escuela
Alguien pudiera pensar que la participación de estudiantes en un pelotón vinculado directamente con la agricultura cañera puede ser un ardid de propaganda o un sofisma de ideologización. ¡Vaya si se equivocan! Estos muchachos rinden en el campo como el más curtido de los adultos. Y su labor recibe a menudo reconocimientos.
«Llegan temprano y, como no son estudiantes internos, vienen de sus casas en lo que pueden: camiones, bicicletas, carretones, caballos, a pie… Aquí se pegan a trabajar enseguida. Hacen lo que se les mande. Y nunca hay que requerirlos, porque cumplen todo lo establecido en el reglamento disciplinario. No tenemos quejas de ninguno», comenta Argel, miembro de la UBPC.
Me dicen que la norma de todo el pelotón es cosechar diariamente 150 toneladas de caña mediante el corte mecanizado. Los muchachos del politécnico tunero contribuyen a que esa cifra se cumpla. De manera similar, se movilizan y aplican sus conocimientos cuando un equipo presenta una avería o exige un mantenimiento.
La ganancia generada por este pelotón se ingresa al presupuesto nacional, luego de destinar una parte al mantenimiento y reparación de los equipos. El año pasado aportaron 50 000 pesos. En esta zafra, su plan de producción es de 6 000 toneladas de caña. Allí aseguran que esa cantidad será superada con creces en saludo al 4 de abril. Y en ese triunfo, los muchachos del Instituto Politécnico Agropecuario Orlando Pantoja tendrán, de seguro, su agasajo y reconocimiento.