Madres alcoholicas Autor: Adán Iglesias Publicado: 21/09/2017 | 06:47 pm
Short de mezclilla, pulóver azul a rayas rojas, medias blancas y tenis negros. «Esta es mi ropa para salir o para momentos importantes... Huele, también me unté colonia», y sonrió. El pequeño de ocho años permaneció sentado en el sillón mientras me mostraba el dibujo que agarraba en sus manos. «Lo hice ayer y se lo voy a regalar a mi mamá».
Eran alrededor de las nueve de la mañana de un sábado, y el niño la esperaba. «Cuando viene, jugamos en el parquecito, le enseño mis libretas, y a veces ella me canta canciones».
Me entristeció, y después un poco más, cuando la directora del Hogar para niños sin amparo familiar me explicó que su mamá pocos sábados lo visitaba. «Ella no puede hacerse cargo de él, como debe ser, porque bebe mucho. Por eso él está aquí, porque no tiene más familia. Ya ella está bajo tratamiento y cuando se siente bien, la traen a verlo, pero no es muy frecuente. Así y todo él la espera…».
Ese sábado la esperó en vano, porque cuando en la tarde me marché del lugar, aún sus manos sostenían el dibujo. ¿Por qué no me lo regalas a mí?, osé preguntarle. El pequeño lo apretó más con los pulgares, frunció el ceño y me dijo: «¡Ni jugando! Este dibujo lo hice para mi mamá y voy a dárselo cuando ella llegue».
Hace meses de esa vivencia, pero la imagen no se escapa de mi mente. Me cuesta creer que un trago de ron logre que una madre olvide los horarios de comida de su hijo, ignore sus demandas de cariño y se despreocupe de su comportamiento en la escuela.
Tal vez sea más usual ver a un hombre embriagado, deambulando por las calles, descuidado en su aspecto y alejado del hogar. Sin embargo, ello no quiere decir que la dependencia al alcohol sea un fenómeno estrictamente masculino, aunque es más solapado en el caso de las mujeres.
¿Cuántas familias hoy no pudieran contarme sus historias? ¿Cuántos niños, como aquel, no fueron criados por su madre o fueron testigos de su depauperación, o la de su tía, o la de una hermana, o la de una abuela, por causa del alcoholismo?
Bebo, ¿luego me preocupo?
El siquiatra Ricardo González Menéndez, jefe del Servicio de Atención a Adicciones del Hospital Psiquiátrico de La Habana y presidente de la Sociedad Cubana de Psiquiatría, afirma que el consumo mundial de bebidas alcohólicas en féminas adolescentes, jóvenes y de otras edades no solo se ha incrementado, sino que su uso indebido repercute en mayor grado en su salud, en su desarrollo escolar, profesional, laboral, y en su participación social.
«El alcoholismo femenino se ha caracterizado tradicionalmente por su comienzo más tardío, pero la situación actual ha cambiado, debido a la progresiva y muy riesgosa permisividad del consumo público».
El especialista asegura que, en el caso de Cuba, las cifras de alcoholismo en ambos sexos alcanzan el cinco por ciento de la población mayor de 15 años, y ese indicador abarca las dos formas clínicas de alcoholismo: la del consumo perjudicial y ocasional de alcohol, y la dependencia de la bebida.
«En nuestro país la proporción de hombre a mujer alcohólicos es aproximadamente de tres hombres por cada mujer. En algunas naciones de Europa, la proporción se acerca ya peligrosamente a un hombre por cada mujer».
Aunque todavía el alcoholismo femenino no es en Cuba un problema de salud, González Menéndez habla de que en las políticas de prevención debe tenerse muy en cuenta, dado el enorme riesgo que implica no solo para la mujer, sino también para la familia y sus hijos, incluso durante el embarazo y la lactancia.
—¿Somos las mujeres más sensibles que los hombres al consumo del alcohol por razones orgánicas?
—La mujer posee mayor proporción de grasa y entre el cinco y diez por ciento menos de agua que el hombre, por lo que la misma cantidad de alcohol provoca en ellas un efecto tóxico mayor y con mayor rapidez. Y desde el punto de vista bioquímico, la mujer presenta menor actividad de la enzima que degrada el alcohol en el estómago.
«Las mujeres viven los ciclos menstruales, lo que implica cambios hormonales, retención fluctuante de líquidos y mayor excitabilidad del sistema nervioso. Además, padecen cambios sistémicos, determinados temporalmente por el embarazo y el parto.
«Esta combinación de desventajas orgánicas y de índole cultural explica, en gran parte, la afectación mayor a la salud de ellas por el uso indebido de alcohol y por el consumo de cualquier otra sustancia nociva».
El especialista aclara que el alcohol no es un euforizante, sino un depresor del sistema nervioso con efecto semejante a los anestésicos, por lo que su consumo produce depresión, trastorno que se presenta con mayor recurrencia en las mujeres que en los hombres.
«También son más frecuentes en las mujeres los cuadros de pánico, las sicosis alcohólicas y el deterioro o demencia alcohólica, así como las neoplasias, los problemas urinarios y polineuríticos, los trastornos hepáticos, los desórdenes digestivos y el aumento de la adiposidad abdominal».
—No pocas veces ha planteado que las consecuencias del consumo indebido de alcohol tienen una raíz sociocultural...
—Muchas personas creen que el término alcoholismo se refiere solamente a la enfermedad expresada por la notable esclavitud ante el tóxico. Antes de que hombres y mujeres lleguen a ese punto, ya el uso embriagante del alcohol y las conductas derivadas de él inciden negativamente en el entorno familiar, escolar, laboral, comunitario y social. Y cuando se suman todos los casos, es mayor el impacto que el determinado por todos los enfermos alcohólicos de cada país, según ha demostrado la Organización Mundial de la Salud.
«También está el daño ocasionado a los seres queridos, el cual es trágicamente mayor cuando quien lo provoca es una madre de familia».
Llegado este punto, es ahora la especialista en segundo grado en Genética Clínica Iris Andrea Rojas Betancourt, del Centro Nacional de Genética Médica, quien aporta luces sobre los efectos negativos que sobre la mujer tiene el consumo irresponsable de alcohol.
Para ella, los más catastróficos son los que se registran sobre el fruto de su vientre, si la mujer está embarazada, y luego sobre el bebé, mediante la lactancia materna.
Advierte que la gestante no debe exponerse a agentes teratógenos como el alcohol y el tabaco, sustancias tóxicas que, a través del cordón umbilical, llegan al feto y producen daños en su desarrollo, aun cuando los determinantes genéticos del bebé no estén afectados.
«Es peligroso que una gestante ingiera bebidas alcohólicas en cualquier momento de su embarazo, aunque sea una pequeña dosis, pues puede generar alteraciones físicas y de comportamiento en la criatura, reconocidas como el Síndrome Fetal Alcohólico».
—Doctor, ¿cuáles son las manifestaciones clínicas de ese diagnóstico?
—Son bebés de bajo peso con crecimiento intrauterino retardado. Muestran alteraciones faciales fáciles de reconocer y específicas de este cuadro. Pueden presentarse malformaciones del corazón y los riñones, bajo tono muscular, temblores y alteración del equilibrio. Los hijos de madres alcohólicas o de aquellas que ingirieron este tipo de bebidas durante su gestación pueden presentar, además, trastornos conductuales como la hiperactividad, la falta de atención, la pérdida de la memoria, trastornos del lenguaje y, en general, dificultades con el aprendizaje.
Rojas Betancourt enfatiza en la importancia de la evaluación del riesgo genético desde la captación de la embarazada, sobre todo si el médico de la familia conoce vulnerabilidades asociadas a la mujer y su entorno.
«Mediante el Programa Nacional para el Diagnóstico y Prevención de Defectos Congénitos y Enfermedades Genéticas y sus consultas de seguimiento neonatal en la atención primaria de salud, pueden detectarse las malformaciones a través del ultrasonido, y dado el caso, se adelanta información relacionada con los trastornos conductuales que presentará el niño o la niña.
«Los padres deben entonces dirigirse a las redes de apoyo existentes para el manejo de la crianza de estos niños, a partir de nuestra orientación, y adelantarse a los síntomas conductuales que pueden surgir».